Fábulas invernales
Título Original: Fábulas invernales
Autor: Carlos Gardini
Editorial: Minotauro
Colección: Pegasus
Tipo de libro: Novela inédita
Fecha de publicación: 2004
Precio: 16 €
Páginas: 238
Formato: Rústica con solapas
ISBN:
Premios: finalista del premio Minotauro 2004
Comentario:
Carlos Gardini es uno de los pocos estilistas que no ha renunciado a la ciencia ficción en favor de la literatura fantástica. Sus historias apelan a lo místico y onírico. Gusta de crear mundos insólitos, alejados en el tiempo y en buena parte incomprensibles para la humanidad actual, donde lo orgánico y lo maquinal, lejos de los desvaríos «cyberpunk», conviven en armoniosa espiritualidad. Posee alma de poeta y en este su último libro el goce estético -casi un fin en sí mismo- es más acusado.
Las fábulas invernales son historias que estimulan la imaginación de las gentes sencillas de la isla de Bellamar. Para Jonás Angélico, allí desterrado tras su fracaso en la ofrenda al Pentácrata que rige los destinos de la ciudad de Focaris, significarán el nexo de unión a su cada vez más nebulosa existencia anterior. La evocación de antiguas misiones como Observador de Artes y Menesteres, portando la voz de la Concordia a pueblos exóticos y lejanos, deleita a nativos y calma su atormentada alma. Jonás relata historias sobre complots palaciegos de una ciudad donde la vida es teatro, del plan de la Virginátrix para escapar a su eterna perfección virginal, de la terrible historia del Lacardo director de la Escuela de Canto, de la trágica existencia de Sara la Mariposa en el Círculo de las Luces... Mientras fabula, inconscientemente se prepara para encarar sus miedos, abandonar definitivamente el papel de Observador y buscar la verdad oculta tras la trama del mundo.
«Fábulas invernales» está constituido como un complejo mosaico de antiguas tradiciones, mitologías y leyendas, historias dentro de historias pobladas por seres grotescamente fantásticos, hechos realidad merced a las denominadas artes carnificarias (ingeniería genética): personajes clonados con conciencias divididas, criaturas mitológicas, homúnculos, sanguinarias razas nocturnales, un recaudador de almas, hombres-libro que se tatúan pasajes de su vida con la sangre de sus víctimas, entes artificiales, y un interminable etcétera. Son personajes extremos que habitan lugares insólitos, como el Teatro Fantasma, el Palacio de la Clé, la Montaña Arbórea o la Pentápolis de los homúnculus, todos ellos sitos en la ciudad-núcleo de Focaris; o la ciudad-teatro de Maracaldo, las islas antropomorfas del reino de la Virginátrix, el reino nocturnal de Ambarlac o El Museo del Confín -que viaja en el tiempo y el espacio atendiendo a la especial sensibilidad de cada visitante-, en el resto del mundo.
La poderosa imaginería desplegada por Gardini se halla más al servicio del placer sensorial que de la razón, aunque la génesis de este singular universo quede al final perfectamente patente. No es de extrañar, por tanto, que cada acción llevada a cabo por tan peculiares personajes forme parte de un ritual que encierra un significado profundo, y que cada manifestación mítica oculte su correspondiente trasfondo tecnológico. Una pirueta que se antoja casi milagrosa y que se complementa con un sorprendente requiebro que involucra directamente al lector.
En la novela se aprecian varias constantes de la obra del autor, como la importancia del lenguaje como herramienta para aprehender la realidad (1), el tono melancólico, su musicalidad, el libro como metáfora del universo, la trama vampírica, la idea del iniciado que se rebela contra el statu quo para descubrir la urdimbre del mundo o el anhelo de trascendencia; sin ir más lejos, ahí tenemos los ejemplos de "El libro de las voces", "Los ojos de un dios en celo", "El baile de las víctimas" o su novela «Vórtice». En este caso, el texto se refuerza con numerosas referencias bíblicas, como las cinco manifestaciones del Pentácrata-Pantocrator (cuya equivalencia evidente es la tríada cristiana), el profeta Jonás que se negó a predicar la palabra de dios y sufrió destierro, o la más evidente: la liberación del pueblo dilógico esclavizado por los nocturnales, cruzando el mar Glauco. Por otra parte, la numerología ocupa una importancia capital: el cinco encarna la idea de perfección y su presencia es casi obsesiva (2). Este detalle introduce la idea de recursividad, que permite sospechar que ese universo es reflejo deformado del nuestro, una especie de "juguete para diversión de falsos dioses" (3). Pero existen muchos otros matices que merecen la pena destacar y que el lector sosegado puede disfrutar descubriendo por sí mismo.
Una novela tan exigente como fascinante, finalista que mereció el ex aequo en el galardón más importante del fantástico en lengua de Cervantes: el premio Minotauro.
(1) Empleando neologismos, deformando palabras para construir poderosas imágenes, apoyándose en la aliteración.
(2) El Pentácrata fusiona cinco conciencias, Focaris se asienta sobre Cinco Bastiones, los homúnculos habitan una Pentápolis artificial, etc.
(3) Idea también recurrente, que ya aparece en la citada "El libro de las voces".
Valoración: 8