Los gigantes de caliza
Keith Roberts
Editorial Bibliópolis Fantástica, nº 10
Fix-up inédito. 2004
246 pags. Precio: 17,95 €

 

 

Las novelas sobre desastres globales y post-apocalípticas constituyen un subgénero por sí mismas. Aunque alcanzaron su punto álgido en la década del los 60’ y principios de los 70’ de la mano de escritores británicos como Ballard o Brunner, estaban sólidamente asentadas en grandes clásicos de los 50’ como Cántico por San Leibowitz o La Tierra permanece. Este fix-up o unión de siete relatos enlazados por una línea argumental común, pertenece a ese periodo, año 1974, y comparte igualmente otras coincidencias formales con obras de su época, como la citada división estructural que permitía publicar en revistas relatos de una forma independiente.

 

Roberts, conocido internacionalmente por su obra cumbre: Pavana, demuestra como buen inglés ser un escritor muy influido por Inglaterra como tema. Por tratarse de la caída y auge de la civilización, retoma mitología y cultos ancestrales para evidenciar su visión cíclica de la Historia de la humanidad: la regresión al paganismo y el culto a la naturaleza de raíz matriarcal, leyendas sobre dioses, espíritus y lugares míticos protagonizados por navegantes que circunnavegan el mundo conocido y, finalmente, el retorno al monoteísmo y la religiosidad.

 

Una colección que cuenta con relatos muy meritorios, enlazados por parejas (en especial, “La Casa del Dios”, finalista del Premio Nebula, pero también “Mono, Pru y Sal” o “Rand, Rata y el Danzarin”); no obstante, la unión de textos tan incompatibles en estilo, personajes y propósitos como los dos introductorios -de corte realista y hasta prosaico- con el resto -historias deliciosas, simbólicas y ricamente recargadas de significados e influencias-  no resulta enteramente satisfactoria. De hecho, estos dos primeros capítulos constituyen un auténtico escollo que retrasa el disfrute de la obra como un todo y apenas se justifican como referencia de la Caída (parecen incluso escritos en otra época o por otro autor, meros apéndices que engordan lo suficiente el libro como para venderse de forma independiente).

 

Pero ¿Qué son los Gigantes de caliza? No pueden ser el ídolo totémico que se erige en una de las historias por cuanto sólo es uno, tampoco los iconos de poder del rey que unificará la tierra bajo su mandato y único dios; ¿es un homenaje a las montañas de caliza donde transcurre la acción, generación tras generación? ¿se refiere acaso a los pies de barro de los Gigantes que una vez moraron sobre la Tierra y que en su orgullo acabaron destruyendo? ¿Y por qué la Renacida aparece una y otra vez a lo largo de la Historia? Los breves interludios que separan los relatos, protagonizados por el mismo personaje, procuran dar unidad al conjunto, empresa del todo innecesaria, aunque añaden un plus de ambigüedad al conjunto: ¿juega Potts algún papel relevante en el renacimiento de la civilización o sus visiones no son más que producto del delirio de un moribundo?

 

Un libro estimable editado con esmero por una editorial que es ya toda una referencia en el fantástico.

 

 Valoración: 8

 "El sol sobre una colina baja", de Keith Roberts

Mientras las bombas atómicas caen sobre los principales centros neurálgicos del país, Stan Potts, un obeso y fracasado soltero de mediana edad, huye de la ciudad con destino a una casita de campo junto al mar. Junto a él, asistimos a la descomposición del mundo civilizado, sin aspavientos histéricos, de una manera casi tangencial como corresponde a la flema inglesa. Durante su ajetreado viaje, rememora pequeñas anécdotas vitales que conforman una existencia anodina y triste, a la vez que intenta reunirse con Martine de la que está secretamente enamorado, y a quien se unen en una especie de comuna otros personajes que intentan capear lo mejor posible el desastre (conflicto cuyo origen y desenlace carecen de relevancia).

Relato casi costumbrista, de ritmo cansino y aburrido, con personajes presentados de forma caótica en una narración no lineal sin apenas diálogo. Roberts se esfuerza por describir paisaje y paisanaje de la Inglaterra rural, sobre el que sobrevuela, ominoso, el fantasma del drama atómico. Afortunadamente para la paciencia del lector, las diferentes personalidades enfrentadas de los protagonistas provocan un desenlace trágico, algo que será descrito en detalle en el siguiente capítulo.

 Valoración: 5

 "Fragmentos", de Keith Roberts

Cada uno de los personajes anteriores rememora los hechos acaecidos desde su particular punto de vista: Maggie, fracasada en el amor, cada vez más consciente de su homosexualidad y el papel maternal que deberá jugar; Martine, caprichoso objeto de deseo, incapaz de soportar la presión a la que es sometida; Richard, el artista de alma sensible y aburrido de la vida. Los pensamientos de todos ellos surgen como diálogos interiores, confesiones caóticas que saltan de aquí para allá, dando vueltas y revueltas hasta centrarse o definir lo que desean. Esta reiterativa falta de concreción intenta asemejar las contradicciones personales y la dificultad para expresar conceptos e ideas pero, francamente, aburre hasta la saciedad y no permite avanzar más que en la definición de unos personajes que no volverán a aparecer.

 Valoración: 5,5

 "Mono y Pru y Sal", de Keith Roberts

Relato simbólico, que recuerda por sus ecos míticos y trágica ironía a la magistral Cántico por San Leibowitz. La civilización ha caído largo tiempo atrás y un periodo de oscurantismo se abate sobre el mundo. Mono, un muchacho semisalvaje que ha vivido siempre en el interior de un carromato tirado por Pru y Sal (dos mutantes), aprende a interpretar mapas y leer (¡de forma autodidacta!) los libros que atesora y, con ellos, a descubrir el mundo. Su afán por conocer el pasado le impulsará a adentrarse en una ciudad en ruinas, en un desenlace que le hermana aún más con la inmortal obra de Walter M. Miller. Historia puente entre las dos anteriores y dos posteriores que, ciertamente, poco tiene en común con ninguna de ellas.

 Valoración: 7,5

 "La Casa del Dios", de Keith Roberts

Tras la etapa oscurantista, pequeños asentamientos agrícolas enclavados en la Edad del Bronce o Hierro hacen su aparición. Mata, hija adolescente de un jefe tribal, sueña con ser la Novia del Dios del Trigo, aquel que trae abundancia y prosperidad a los campos; un día es “tocada” por él, y a partir de ese momento su vida cambiará para siempre. Su despertar vital coincidirá con el descubrimiento de un mundo complejo poblado de Misterios, y comprenderá con dolor los fundamentos en los que se sustenta el poder. Sin embargo, la historia no termina ahí para Mata, puesto que deberá sobreponerse a su aflicción y probar su fe construyendo un ídolo capaz de hacer frente a hordas de guerreros invasores que asolan la campiña.

 

Sin ser precisamente original, el relato está narrado con una gran delicadeza y belleza formal, desde un punto de vista claramente femenino. Especialmente delicioso es el pasaje que describe las sensaciones de la novicia durante la ceremonia de su iniciación: la purificación del cuerpo, la droga que despierta sus sentidos, la procesión hasta la Casa del Dios donde morará hasta la siguiente primavera, la constatación de la terrible Verdad. Igualmente, hace gala de un marcado simbolismo: el culto a la tierra en forma del Dios del Trigo, los espíritus campestres, las máscaras de la procesión… aunque el más claro posiblemente sea la conversión de la novicia en sacerdotisa, que consagra el cambio de poder de manos masculinas a femeninas, de la fuerza por el orden (incluso la elaborada venganza es terriblemente femenina). Una historia excelente, justa finalista del premio Nebula.

 Valoración: 8,5

 "El Hermoso", de Keith Roberts

Historia que continúa el relato anterior: los invasores bárbaros se asientan en el valle de colinas de caliza, aunque la sacerdotisa logra que respeten y acepten las creencias ancestrales. Un día, un sacerdote del culto encuentra un muchacho de belleza casi femenina y lo traslada a la Casa del Dios; tratado como la encarnación de éste, vivirá junto a la Renacida y gozará de sus privilegios durante el largo verano. Pero nada dura eternamente y la indolencia precipitará el predestinado desenlace (“quizá hasta los príncipes pueden abarcar más de lo que pueden poseer”). Relato escrito al rebufo del anterior pero con menor encanto, que se recrea en la exaltación de la naturaleza, la pasión y la efímera juventud.

 Valoración: 7,5

 "Rand, Rata y el Danzarín", de Keith Roberts

Un navío parte de Tierra del Mar con rumbo a la Tierra de los Muertos, las míticas Islas de los Espíritus. En él viajan Rand el Solitario, antiguo monarca, acompañado de un Danzarín de espíritus o escudero que le protege de todo mal. En el peregrinaje hacia su particular Eldorado, atravesará territorios y países nuevamente vírgenes, poblados por adoradores de criaturas fantásticas, eriales radioactivos y bosques habitados por mutantes, conocerá la historia de la destrucción del mundo de los Gigantes y llegará hasta las llanuras de los guerreros de los caballos donde cruzará caminos con la Renacida.

 

Rand es el Ulises de La Odisea. En su afán por perseguir una quimera (hablar con los dioses y aplacar así sus atormentados recuerdos), deberá afrontar la incomprensión de sus compañeros marineros, será presa de la ira del implacable Poseidón, se enfrentará a una derivación del cíclope Polifemo y sufrirá, en definitiva, mil desventuras hasta su reencuentro final y feliz. Paradójicamente, éste resulta anticlimático, vulgar y decepcionante, una reversión moralista del mito (no retorna por sus propios medios, aunque sí con la sabiduría para volver a gobernar) al que ciertamente no siempre se adscribe pero que, al menos hasta el momento, había respetado.

 

La narración está dotada de un aire inicial entre nostálgico y melancólico, de pérdida e inutilidad de toda acción que abate profundamente al protagonista. Por el contrario, existen pasajes (especialmente los de condición marinera) magistralmente ambientados y que pronto adquieren tintes épicos. Los diálogos son profundos, relevantes, con frases que reflejan el sentir íntimo de los personajes. En los lugares exóticos por los que transcurre la acción emergen aquí o allá fragmentos de la antigua civilización, intercalados (restos del firme de carreteras, barcos que se mueven sin ayuda del viento) o bellamente sugeridos: así, la Tierra de los Cien Lagos bien podría ser Escocia (que al caminar los protagonistas siempre hacia el sur parece reforzar la idea -aparecida en un relato anterior- de que las tierras han cambiado y los antiguos mapas ya no sirven). Un relato, en suma, para disfrutar casi hasta su final.

 Valoración: 7,5

 "Usk el bufón", de Keith Roberts

Relato nuevamente enlazado con el anterior: el rey Marck, descendiente de Rand y guardián del Paso, ama su biblioteca. Descuidando sus funciones como señor, consagró su vida a la escritura de historias épicas, como aquellas que narran la derrota de los guerreros de los caballos a manos de los señores del mar. Su dedicación le hizo célebre pero, en su senectud, comprendió la futilidad de sus escritos frente a la vitalidad del mundo, así que decidió casarse con una bella muchacha a la que colma de caprichos propios de una diosa. Pero las excesivas atenciones y su juventud la tornarán veleidosa (como en “El hermoso”), y engendrarán un drama de proporciones shakespeareanas.

 

Ese drama rememora el triángulo amoroso del mito artúrico: un viejo rey, amado por su pueblo, una reina joven (Ginebra) y un apuesto maestro de armas (Lancelot); y, en la sombra, un bufón que es cómplice de los caprichos reales y contra el que conspira secretamente. Tal drama dará paso a otros, de mayor envergadura aunque de forma inversa a la cronología artúrica: la guerra y el peligro de enfrentamiento fraticida que sólo una drástica unificación religiosa podría salvar.

 

Como detalle significativo, el rey Marck tuvo una visión en la que se le apareció la Renacida, primero bajo la forma de Martine, luego Mata y, finalmente, Miri (nótese la repetición de la inicial) con quien se desposó. La Renacida no es sólo objeto de deseo a través de los siglos, diosa pagana y consagración de la fertilidad de la naturaleza, sino que adquiere connotaciones de resurgimiento cíclico de la civilización. Un icono, por tanto, del resurgir de la humanidad tras el Desastre.

 Valoración: 7

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