Máscaras de matar
León Arsenal
Editorial
Minotauro – Pegasus
Novela. Inédita. Marzo 2004
286 páginas. Precio: 18 €

 

Confieso que me acerqué a este libro por dos motivos fundamentales: obviamente, haber obtenido el I Premio Minotauro de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción, y ser escrito por León Arsenal, uno de los mayores y mejores estilistas del fantástico actual. Supongo que esto es una especie prejuicio, positivo pero prejuicio al fin y al cabo; como lo es mi aversión a la mayoría de obras clónicas de fantasía heroica, subgénero al cual se adscribe la novela. Así que me encontraba ante un bonito conflicto de intereses; afortunadamente, Arsenal pocas veces ha defraudado las expectativas y la obra no puedo por menos que calificarla como original y meritoria.

 

El libro se inicia con un prólogo cuyo objetivo es ubicar sociohistóricamente al lector en el enclave de Los Seis Dedos, región agreste e indeterminada habitada por un mosaico de pueblos, tribus y clanes que conforman una compleja organización social. El recurso se revela muy útil para zambullirse directamente en la narración y evitar posteriores explicaciones o notas a pie de página que pudieran romper el ritmo narrativo; además, presenta la ventaja añadida de constituir un pequeño resumen introductorio al libro, útil para el tribunal calificador del Premio (brillante, León).

 

El hombre-lobo Corocota, al servicio del Alto Juez, debe calzar de nuevo la máscara de matar para cazar la cabeza de la bruja Tuga Tursa, culpable del incendio y saqueo de un santuario sagrado (*). Pero este hilo no es más que la excusa argumental para presentarnos el rico mundo de Los Seis Dedos, principal protagonista del libro junto a sus peculiares costumbres y rituales en torno a la guerra, los duelos y la muerte (no en vano la principal etnia se llama arma). Al mismo tiempo, en las llanuras colindantes un enorme ejército se subleva contra el dominio hegemónico de los armas, con la temida máscara del Cufa Sabut a la cabeza. Junto a Corocota, sus dos amigos Palo Vento y Cosal se verán arrastrados a la guerra por diferentes motivos, uniendo sus suertes en cruentas batallas y separándose cuando sus respectivos cometidos así lo requieren. Una novela coral, con multitud de personajes secundarios que adquieren relevancia en determinado momento del curso de la acción, para ser luego desbordados por nuevos acontecimientos.

 

Arsenal, narrador nato y apasionado de la novela de aventuras, construye su historia engarzando diversos elementos literarios bajo una prosa elegante y eficaz, al servicio de la narración de aventuras, del placer de contar historias, dignificando un subgénero habitualmente menospreciado por la crítica. Para ello describe un mundo singular pero factible, regido por sus propias reglas internas, exóticamente atractivo para el lector. Su adscripción al subgénero de Fantasía Heroica (al igual que otros títulos señeros de actualidad, como Canción de Hielo y Fuego, de George R.R. Martin) le obliga a respetar unas determinadas reglas de juego: utilizar estereotipos de personajes de acción, cruentas escenas de batalla, magia oscura, ambientación colorista… pero siempre desde el homenaje y con argumentos sorprendentemente maduros, perfectamente accesibles para el público lector en general. Si a ello unimos una cuidada edición en tapa dura y sin apenas erratas, éste podría constituir uno de los títulos emblemáticos de la moderna literatura fantástica.

 

Debemos advertir que el discurrir de la novela no es lineal; además, diversas tramas se suceden y compiten entre sí a cargo de varios narradores, lo que provoca cierta dificultad para su seguimiento. Esta complejidad aumenta la riqueza del libro pero le resta fluidez, que es uno de los objetivos principales. No obstante, el autor se permite incluir aquí y allá leves pinceladas de su genialidad, especialmente en el uso de las elipsis o en detalles como una escena en flash back donde intercala diálogos en presente para denotar que realmente se trata de una conversación entre dos personajes.

 

Muchos son los elementos destacables en la novela. Por citar algunos, además de la riqueza de la ambientación o el uso del lenguaje (con uno de los castellanos más perfectos y adecuados a contexto), destacan las escenas de combate: narradas con todo lujo de detalle, con abundancia de léxico y salvajemente atractivas; de hecho, prácticamente todas las escenas relevantes reflejan lucha o enfrentamiento, aunque no siempre haya derramamiento de sangre. La descripción física de personajes (no tanto de caracteres, bastante homogéneos) es un elemento mimado con esmero: muchos acostumbran a vagar desnudos, pero ricamente cubiertos de joyería, armas o pintura, además de portar las omnipresentes máscaras. Como anécdota, en una ocasión un personaje se queda prendado de la belleza de una máscara de oro de una vieja prostituta sagrada, mientras hace caso omiso de su bella acompañante completamente desnuda pero de bajo rango; esta escena refleja también dos hechos relevantes: que en este mundo apenas existe lugar para la sensualidad o el amor, y que la riqueza material es secundaria frente a valores como el valor, el orgullo o la lealtad.

 

En todo momento existe un sutil juego de poder y manejo de información privilegiada entre las muchas y siempre enfrentadas facciones que pueblan este agreste lugar del mundo, generalmente a través de secundarios. Seguirles el juego apostado en uno u otro bando puede ser costoso, pero todo un desafío. El estoicismo ante la vida y la muerte, el respeto al valor de amigos y enemigos, la importancia de la soledad y la desconfianza que ayuda a mantenerse vivo convierten los diálogos en instrumentos filosos, extremadamente directos. Arsenal construye su mundo piedra a piedra, tanto lo que se ve como lo que no.

 

Otro de los elementos destacables en este tipo de novelas es el mapa. Sin él resulta difícil que el lector se desplace con comodidad a la par que el personaje al que sigue sus pasos y en esta novela se revela, una vez más, pieza fundamental (aunque se eche de menos uno de la ciudad de Minacota, donde transcurre buen parte de la acción). Como mandan los cánones, la toponimia –al igual que los nombres de personajes- es exótica pero coherente con el dibujo de situación. Que, por cierto, es trasgresor y de influencias netamente españolas; así, sorprenden detalles como que una bruja baile una jota delante de sus enemigos, que determinado personaje utilice castañuelas, o se usen abanicos para espantar el calor, hechos que a priori parecen bordear el ridículo pero que el autor logra dotarles de sorprendentes connotaciones capaces de vencer el escepticismo del lector y salir claramente airoso.

 

Aún siendo una novela de fantasía, el elemento fantástico es sutil y poco explícito. Salvo por los dragones de río (una especie de cocodrilos gigantes) y una anecdótica bestia mitad mujer mitad serpiente, apenas aparecen referencias –al margen de las máscaras de poder- a una magia oscura, poderosa y arcana que despierta recelo y temor entre los supersticiosos lugareños; de hecho, aún siendo muchos los personajes que se presentan como brujos, brujas, hechiceros y ogros, pocos de sus actos se conducen como tales sino simplemente como guerreros. Personajes nómadas en su mayoría, pues la aventura parece conllevar implícita el cambio constante de lugar y ambiente.

 

Pero, si debemos destacar un elemento por encima del resto, ese es, obviamente, el uso de máscaras. Empleadas para la materialización de determinados roles, una misma persona puede utilizar varias e, igualmente, una máscara ser utilizada a lo largo del tiempo por diferentes portadores, cada uno de los cuales dejará en ella su impronta personal. Su porte puede influir e incluso cambiar la personalidad del portador, llegando las más poderosas a la completa anulación y sustitución por la personalidad conjunta de sus anteriores portadores. Por otra parte, existen máscaras forjadas específicamente para determinados personajes y fines; así tenemos la famosa Cufa Sabut y la Máscara Real sobre la que orbita la novela. A imagen de las máscaras se construye la organización social arma: pueblos y tribus son soslayables por los ferales o clanes, es decir, puede nacerse en una determinada tribu pero la verdadera pertenencia a grupo se da entre ferales: hombres-lobo (cazadores de cabezas), serpiente (guerreros), león (clase dirigente), pero también avispa, leopardo… todos y cada uno de ellos ataviados con elementos (ropa, armas, máscaras) característicos que los hermanan con su animal epónimo.

 

No obstante lo anterior, no todo es absolutamente perfecto en el libro. Por una parte, el autor se limita a dotar de empaque literario a una obra de género, respetando sus reglas de juego pero sin innovar ni aportar elementos realmente novedosos. Existen momentos en los que el ritmo decae bruscamente (tras la batalla principal, cuando uno de los protagonistas consigue su objetivo) que tarda en recuperar. Además, la excesiva reiteración del mismo arquetipo físico (guerrero/a musculoso, desnudo, de piel aceitada y ardientes ojos azules, portador de media armadura al estilo arma y defensas lacadas) provoca cansancio. Por otra parte, sin ser absolutamente necesario, la novela carece de cualquier atisbo de trascendencia, si exceptuamos una tal vez algo forzada lectura en clave política: el portador de la Máscara Real (el villano que se subleva contra el poder de la etnia dominante) encarna el ideal de unificación del territorio bajo una misma ley que permita la convivencia pacífica, una especie de Rey Arturo que para sus bárbaros detractores sólo acarrea uniformidad y pensamiento único.

 

La Máscara Real simboliza por tanto el avance de la civilización (con todo lo bueno y malo que conlleva) a unas tierras dominadas por el ilusorio ideal de libertad individual (defendida por los ferales armas, en realidad férreos sistemas de castas); el aparente triunfo de la anarquía, las fuerzas de la naturaleza, el politeísmo, el destino y el azar no ocultan la supremacía de la etnia dominante no sólo en Los Seis Dedos sino en toda su esfera de influencia. Pero la novela logra esquivar el calificativo de reaccionaria cuando uno de los personajes afirma que: “la lucha nunca acabará pues la Real encarna ideas y los hombres se enfrentan por ellas”. Una lectura apasionante y con varios niveles de complejidad.

 

(*) Hecho que, por cierto, no dudan en emular los protagonistas en el desempeño de su cometido

 

 

 Valoración: 8

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