Punto Omega
Enrique del Barco
Editorial Equipo Sirius – Transversal Ciencia Ficción

Novela. Inédita. Marzo 2004
452 páginas. Precio: 19 €

 

 

¿Cómo valorar de forma global un libro tan sorprendente, denso e irregular como éste? Es irregular porque posee varias partes muy diferentes y un dispar acabado formal; es denso porque desarrolla una larga trama de difícil síntesis, que se va complicando exponencialmente; y es sorprendente porque extrapola con valentía la aplicación de una revolucionaria teoría científica a la sociedad de nuestro tiempo. Por otra parte, aunque pueda parecer trivial, siempre he pensado que cuando hablamos de literatura de ciencia ficción, tres son los elementos a tener en cuenta en la ecuación: ciencia, ficción y literatura; si falla la ficción el libro debiera haber sido escrito en clave de ensayo o divulgación científica; si los aspectos científicos o especulativos no están bien desarrollados no es buen texto de género; y si flojea el componente literario, no es buena literatura. Por ello, aplicando la máxima, podemos concluir que estamos ante un buen libro de ciencia ficción, que no de literatura de ciencia ficción. Pero desgranemos pormenorizadamente cada uno de estos componentes.

 

En el aspecto argumental, Borja Bohigues es un joven investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), conocido y respetado por la comunidad científica. Al iniciarse el relato, el proyecto que dirige es cancelado debido a una supuesta desintegración del material objeto del estudio, un exótico compuesto de origen desconocido y propiedades desconcertantes bautizado con el acertado nombre de Camaleón. Dicho material es capaz de fusionarse con tejido orgánico y ceder a éste sus características, de forma sólo explicable bajo el paradigma de la ingeniería genética. Cuando agentes del servicio secreto del estado (CESID) confisquen todo el material relacionado, clasificándolo como secreto para la seguridad nacional, cobra forma la sospecha de una trama gestada al más alto nivel. Esta parte de la novela, escrita a caballo entre la corriente hard del género (es decir, respetuosa con el estado actual del conocimiento científico) y el tecnothriller, reproduce el esquema de una investigación científica: dar palos de ciego hasta encontrar un patrón lógico que pueda resolver las incógnitas planteadas. Sin embargo, escenas como la reunión secreta con supuestos agentes del CESID en la que éstos revelan el increíble comportamiento del compuesto o la mencionada conspiración subyacente lo asemejan demasiado a un capítulo de Expediente X.

 

Paradójicamente, el componente científico-especulativo no aparece hasta después de un brusco punto de inflexión, que divide la novela en prácticamente dos: un capítulo que presenta la Teoría del Punto Omega formulada por el físico Frank. J. Tipler. Esta teoría describe un nuevo modelo cosmológico, indemostrable a la luz de la física actual, pero que día a día parece cobrar más adeptos entre la comunidad científica, probablemente porque intenta aunar racionalismo y divinidad según una visión optimista de la ciencia y el progreso humano. Según ésta, el destino del universo es colapsar en un único punto espaciotemporal, el Punto Omega, donde vida y universo convergerán. Ese Punto será por tanto indistinguible de la imagen que poseemos de Dios, es decir, omnipotente y omnisciente, y su objetivo principal será alterar las condiciones iniciales del universo para que la nueva realidad sea posible. La novela utiliza la premisa de que esta teoría es corroborada empíricamente; evidentemente, el autor no se detiene en ofrecer exhaustivas explicaciones, sino que se concentra en detallar las profundas transformaciones que este hecho ha deparado en el mundo, entre otras y como principal la instauración de la Iglesia del Punto Omega, de poder omnímodo y fines cientifistas, cuya generalización conduce a una utopía del pensamiento científico positivista: la paz mundial, el fin de los fundamentalismos y educación y progreso a escala planetaria.

 

El problema para aceptar esta transición es que el autor hace trampas. El lector, al igual que el atribulado  protagonista, termina la primera parte interrogándose acerca de qué organización posee un poder capaz de suplantar a todopoderosas agencias gubernamentales y organizar un complot semejante, al tiempo que después de las citadas explicaciones es aceptado de forma natural. Se hurta este conocimiento al lector para dar un giro inesperado a la novela, cambio que lleva aparejado un diferente tono y propósito en la narración: si en la primera parte prima la descripción de la labor científica, en la segunda el objetivo es desentrañar el enigma que supone la Iglesia del Punto Omega y su relación con el extraño material que parece desafiar la consistencia de la Teoría, utilizando como excusa el secuestro de una colaboradora infectada por dicho compuesto. Además, es inverosímil que Borja concentre un círculo de amistades que se revelará clave en el discurrir de la novela: la hija del jefe, un acaudalado ayudante con laboratorio propio donde trabajar en secreto cuando el proyecto se cancele, una amiga ginecóloga que en determinado momento le dará paso al quirófano de urgencias (¡!), enamorarse de la hermana de ésta que casualmente trabaja para la Iglesia, conocer a un periodista que investiga la citada institución y que le facilita un contacto interno o, sobre todo, ser viejo amigo nada menos que del responsable del Dpto. de investigación en Inteligencia Artificial en la sede de la Iglesia en París; francamente demasiado.

 

Pero donde flojea indefectiblemente la novela es en el aspecto literario. Del Barco centra sus esfuerzos en hilar una trama de creciente complejidad, con una prosa funcional, diálogos solventes e, incluso, personajes con cierta profundidad psicológica pese a caer dentro del estereotipo (el protagonista líder, el jefe, la colega enamorada, el confidente anónimo, la chica mala que termina siendo buena, el guía espiritual… ), pero sus carencias como prosista son evidentes: las descripciones, sobre todo físicas, son lamentables; las escenas harto tópicas, de lentitud exasperante o demasiado melodramáticas, abusando de anécdotas personales con las que pretende ofrecer mayor realismo pero que ralentizan el ritmo; los momentos de ambigüedad sumamente ingenuos; comete errores propios de escritor amateur, como obligar a los científicos a explicarse a sí mismos las características del Camaleón como medio de informar al lector o no saber utilizar cuando es preciso el cambio de escena (obviando así capítulos absolutamente superfluos, como el que describe la búsqueda de la clave de acceso a un ordenador portátil… ¡sin éxito!).

 

Las contradicciones argumentales son clamorosas; así, por ejemplo, la novela se ubica en el año 2021, pero en cierto momento un investigador recupera una grabación reciente datada el 3 de abril de 2011; Borja comenta que su madre murió al nacer él, pero en un recuerdo de infancia la sitúa en la cocina; se dice que fue imposible obtener huellas de los presuntos agentes del CESID porque tuvieron cuidado de no tocar nada, pero uno de ellos utilizó en su presentación el mando de un anticuado proyector de diapositivas; o cuando cierto personaje muere, el asesino le roba el CD de datos… ¡pero olvida su ordenador portátil! Por otra parte, tratándose de un libro actual que incide en aspectos tecnológicos, resulta imperdonable la existencia de anacronismos como diskettes, grabadores de CD, chats de texto y hasta módems (en pleno año 2021) porque “las conexiones por cable sólo están disponibles para grandes ciudades como París”. Esta corrección también debiera haberse extendido a ciertos aspectos de estilo, errores de puntuación y erratas tan evidentes como que el apellido del protagonista pase de Boigues en las escenas iniciales a Bohigues.

 

Enrique del Barco es doctor en Física y actualmente trabaja como investigador en el Dpto. de Física de la universidad de Nueva York. Esta es su primera novela y evidentemente está lejos de ser perfecta. Salvando cierto recelo por el ambiguo texto de contraportada, el interés por el libro crece según avanzan las páginas, pasando de lo cotidiano a lo trascendente en esta interesante novela de ciencia ficción que el aficionado no debiera dejar desapercibida. El autor expone con competencia y espíritu divulgativo argumentos relacionados con diversas disciplinas científicas: inteligencia artificial, vida artificial, biología, colonización estelar, ingeniería genética, adaptación humana a entornos hostiles, teoría de mundos múltiples… A pesar de sus carencias de estilo, no faltan los pasajes memorables (como la desorientación que acompaña al capítulo donde se repiten los hechos ocurridos el día anterior) o de brillante dialéctica, como cuando enfrenta diversas teorías del pensamiento –en especial la de la Evolución- a la luz del nuevo paradigma. Y el final propone un nuevo e insospechado giro, arriesgado para una extensión como novela, pero coherente y sumamente atractivo.

 

 

Como crítica final, unas líneas que sólo debieran leer aquellos que han terminado la novela: durante la mayor parte de la misma, el autor expone sin maniqueísmos las bondades que la centralización de investigaciones dirigidas a la consecución del Dios-Omega ha supuesto para el mundo, ante las que el protagonista sólo puede oponer su férreo individualismo y desconfianza en una imagen demasiado sectaria de la ciencia. Era preciso demonizar a la Iglesia del Punto Omega (cuya comparación con la cienciología es evidente) para ofrecer un final acorde con la forma de pensamiento occidental políticamente correcta: anteponer la imperfección de la diversidad al totalitarismo globalizador, la libertad frente a la comodidad, el libre albedrío frente al determinismo. Igual suerte corre el Dios de Tipler (al fin y al cabo un dios maquinista que promete una eternidad artificial), justificando la desviación de los fines utópicos iniciales por la acción de un agente inorgánico que libere al Hombre de cualquier asomo de maldad. Una solución demasiado fácil, tendenciosa incluso, con tal de evitar caer en la paradoja de mostrar una sociedad durante muchas páginas demasiado perfecta pero hecha realidad por mediación de una secta calificada como destructiva.

 

 Valoración: 6,5

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