Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos
Rodolfo Martínez
Ed
itorial
Bibliópolis Fantástica nº 13
Antología. Reedición. Mayo 2004
222 páginas. Precio: 18 €

 

 

Rodolfo Martínez es un narrador polivalente. Por una parte, supedita su estilo a la fluidez de la narración, sin florituras que lo hagan visible para el lector; por otra parte, una y otra vez demuestra su capacidad para desenvolverse con marcada solvencia en diversos géneros: cyberpunk, Space Opera, psicothriller… o, como en este caso, el pastiche, homenajeando al que sin duda es uno de los personajes más carismáticos de la literatura y por el que siente una profunda admiración: Sherlock Holmes.

 

La primera edición del libro (publicada por la Fundación Dolores Medio)  incluía únicamente la novela homónima y el relato final pero el editor, con buen criterio, ha añadido una novela corta para completar su -hasta ahora- corpus holmesiano. Por otra parte, éste declara en la solapa: “Rodolfo Martínez ha hecho del mestizaje de géneros una de sus principales marcas de fábrica”, afirmación que puede malinterpretarse como que el autor va por libre cuando no es ni mucho menos así: si algo respeta son las convenciones de cada género, sin intentar trascenderlos o reinventarlos sino, simplemente, utilizarlos. De hecho, su única contribución personal se limita a dilucidar algunos puntos oscuros de la biografía del dúo protagonista, en un alarde de erudición y respeto por el canon holmesiano.

 

El libro es un juego que mezcla realidad y ficción, en un intento por embaucar al lector planteando no sólo una historia coherente sino incluso proponiendo la existencia real de unos personajes (impagable sir Arthur Conan Doyle como agente literario de Watson) cuyos actos traerán consecuencias a nuestro mundo; por tanto, el papel del autor se reduce al mero traductor del relato escrito por Watson.

 

Ya he comentado la absoluta fidelidad al estilo del cronista oficial del excéntrico detective londinense. Además, el autor intercala giros y modismos propios de traducciones antiguas (como ese magistral “lanzarse tras el husmillo”); sin embargo, una revisión de estilo debiera haber eliminado pequeñas erratas o incoherencias, como sustituir “por cuatro perras” por “un puñado chelines” (más adecuada a contexto), “Maharabata” por “Mahabharata”, tildar un anglicismo (úlster) o fechar la edición castellana del Necronomicon en el siglo XVII (evidentemente se trataría del XVI, si John Dee la tradujo de tal edición en 1571).

 

Por último, las notas finales del libro son absolutamente recomendables, amplían cuestiones relacionadas y aumentan la sensación de verosimilitud del texto (en ellas se incluye un curioso fragmento de caso inédito en el que un joven Jorge Luis Borges saca a la luz una errata de uno de los relatos canónicos de Conan Doyle); por el contrario, se han eliminado las notas correspondientes a la primera edición, que desvelan interesantes aspectos sobre algunos personajes. En resumidas cuentas, una recuperación necesaria dada la escasa distribución anterior y un nuevo libro del escritor gijonés (y van tres este año, dos de ellos reediciones, un hecho insólito) tras un periodo de baja producción, que le sitúa como uno de los autores más editados de los últimos años. Ambos lo merecen.

 

 

 Valoración: 7,5

"La sabiduría de los muertos", de Rodolfo Martínez

(Premio Asturias de novela 1996)

 

Un anodino acto público (*) pone sobre aviso al genial inquilino del 221 B Baker Street. Tras iniciar pesquisas, Holmes descubre la pertenencia del orador a una oscura logia de carácter esotérico, que conspira por obtener el más poderoso de los grimorios: el Necronomicon o Libro de los Muertos; adicionalmente, halla un enigmático mensaje en clave sobre el que girará el resto del relato. Una lucha de privilegiadas mentes en torno a un diabólico plan que, paradójicamente, exige que Holmes fracase para que el mundo eluda un gran  peligro.

 

Por necesidades del guión, un Watson octogenario (1931) transcribe a papel el caso sucedido casi cuarenta años atrás (1895), por lo que resulta factible que Holmes y la estirpe Lovecraft pudieran dirimir sus fuerzas. La acción se sucede sin tregua y sin más pausas que las que exige la más estricta etiqueta victoriana, con curiosos cameos como la breve aparición de su hermano Mycroft (del servicio secreto de su Majestad), un siniestro doctor chino o el padre del que sería famoso detective americano Philip Marlowe (pero la nota más sugerente aparece en el relato final, donde se deja caer que Holmes se ocupó del caso del asesino de White Chapel).

 

Con una sorprendente fidelidad al ambiente y caracteres de los personajes, Rudy logra captar el interés del lector merced al uso del diálogo y ciertos detalles aparentemente anticlimáticos (como Watson leyendo a Machen o Holmes poniendo en duda la mortalidad de algunas criaturas). Las frecuentes reflexiones de Watson son amenizadas con numerosas -yo diría que hasta demasiadas- referencias a casos anteriores, especialmente al sempiterno profesor Moriarty o los motivos para la desaparición de Holmes durante tres largos años. Pero no es ésta la única desavenencia con los personajes originales de Conan Doyle: el Holmes de Rudy es mucho más visceral, sus comentarios sarcásticos demasiado explícitos (véase cuando degrada la inteligencia del inspector Lestrade) y la ostentación de su privilegiado ego muy evidente; en cambio, Watson aparece más sagaz y dado a la digresión, detalle que el autor achaca a su elevada edad.

 

Sin duda, el caso más extraordinario del genial detective que sorprende por su gran ingenio, una novela absorbente (en palabras de Julián Díez: “una de las novelas más valiosas de los últimos tiempos”), no tan alejada como pudiera parecer de los temas y preocupaciones recurrentes de Martínez, a tenor del giro inesperado protagonizado por uno de los personajes aparentemente secundarios.

 

 

(*) Todas las pistas parecen encontrarse en la lectura del Times, claro que sólo al alcance del ojo entrenado

 

 Valoración: 8

"Desde la tierra más allá del bosque", de Rodolfo Martínez

Nuevo coqueteo de Sherlock Holmes con criaturas fantásticas, esta vez con los personajes de Bram Stoker. La rapidez con que el adversario de Holmes y su maquiavélico plan quedan al descubierto (de forma demasiado elemental, incluso para Watson) restan buena parte de su interés, por lo que la habitual intriga ha de ser sustituida por la búsqueda del paradero del malvado ser.

 

Novela corta cuya longitud apenas permite desarrollar los personajes (meros estereotipos, por lo que el lector debe recuperar su rol de anteriores obras). Posee presentación, apenas nudo y rápido desenlace (en palabras del propio Rudy: “la tercera y última parte está, lo reconozco, escrita con desgana, los acontecimientos no presentan demasiado interés y el final resulta terriblemente endeble”; imposible expresarlo mejor); y, sin embargo, no carece de interés. Al margen del argumento, está escrita en tres partes: la primera a modo de crónica según la pluma de Watson, la segunda siguiendo el estilo del diario del doctor Seward y el tercero mezclando ambos para ir alternando el curso de la acción de uno a otro. En medio, muestras de ironía (esas presentaciones a pie de sepulcro o un envejecido Van Helsing hablando como Yoda) y ponderada utilización de recursos como la suspensión del clímax.

 

Además de pastiche, este relato de incierto título es lo que los anglosajones denominan cross over o mezcla de universos. No es una idea absolutamente original, si tenemos en cuenta que por ejemplo Kim Newman publicó en castellano y dos años antes su extraordinaria novela Anno Dracula. Un Drácula que retorna merced a un resquicio ingenioso, aunque se presente ante los vivos como rubio cuando Stoker hablaba de pelo gris.

 Valoración: 6

"La aventura del asesino fingido", de Rodolfo Martínez

Holmes, aparentemente retirado (¡dedicado a la CLONACIÓN de abejas reina en pleno siglo XIX!), cede el testigo a su amigo Watson para que investigue un caso de envenenamiento de una mujer recién prometida y sospechosa de llevar una doble vida.

 

Cuento correcto aunque de escasa entidad, que por argumento (no es fantástico) es el que más fielmente reproduce el canon holmesiano.

 Valoración: 6

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