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Libros publicados en 2005

Britania conquistada

Britania conquistada

Comentario:

 

Año de Nuestro Señor de 1598. Han transcurrido diez años desde que la Armada Invencible derrotara e invadiera Inglaterra. Con Elizabeth prisionera en la Torre de Londres, Isabel, hija de Felipe II, y su marido Alberto de Austria reinan sobre los ingleses para mayor gloria de la cristiandad. Pero la salud de su Majestad imperial empeora día a día, por lo que los invasores encargan al dramaturgo local William Shakespeare la composición de una obra que honre su memoria; para asegurar su fidelidad, es asignado a su vigilancia el teniente Lope de Vega, aspirante a escritor e infatigable seductor. Pero los rebeldes ingleses no se quedan atrás, y solicitan al poeta una obra capaz de incitar al pueblo al alzamiento.

 

Harry Turtledove tardó seis años en documentarse y escribir esta novela, tal vez su historia más prestigiosa hasta la fecha, para lo que precisó leer la obra completa del bardo universal. Si algo caracteriza a este prolífico californiano, autor de más de 60 libros, es la soberbia ambientación y apego al rigor histórico de su obra, buena parte de la cual se adscribe al subgénero denominado historia alternativa o ucronía (1). De hecho, su enorme popularidad y principales galardones proceden de series dedicadas a diferentes conflictos mundiales, como «The Great War» (sobre un diferente curso para la Guerra Civil americana), «American Empire» (que plantea una nueva Guerra de Secesión tras la I Guerra Mundial) ó «Worldwar» (que ofrece una visión alternativa de la Segunda Guerra Mundial, en la que las diferentes potencias unen sus esfuerzos para hacer frente a una invasión extraterrestre). Esta novela en concreto mereció el premio «Sidewise 2002» de Historia alternativa, un galardón modesto pero de cada vez mayor relevancia por la altísima calidad de las obras premiadas.

 

En «Britania conquistada», Turtledove muestra una visión sólida y realista de una época particularmente convulsa debido a las luchas de religión: el reinado de Elizabeth I. La caracterización de personajes, reales o de ficción, principales y secundarios, es exquisita. Como lo es el retrato de un Londres hediondo, poblado de calles malolientes, gentes injuriosas, espectáculos sórdidos y tugurios donde se dan cita pendencieros y conspiradores; elementos que, junto a otros detalles de ambientación perfectamente engarzados en la trama (costumbres, vestiduras, armas…), dotan de verosimilitud y naturalidad a unos hechos históricos alternativos pero factibles.

 

El autor demuestra igualmente su brillantez como narrador, sin tomar partido ni caer en la complacencia o el maniqueísmo a la hora de desarrollar un argumento complejo, en el que los personajes se mueven por necesidades y obligaciones tangibles. Pese a su cerrazón religiosa, los españoles demuestran la inteligencia, motivación y coherencia que se presupone en un ejército que ha derrotado a la principal potencia naval de la época, mientras que los ingleses, sencillamente, luchan por recuperar su libertad. Estas posiciones enfrentadas se ven reforzadas mediante la explotación de estereotipos; así, el español suele ocupar papeles de orgulloso, mujeriego, de piel cetrina y pobre de solemnidad, pese a su deseo de aparentar; en cambio, el inglés medio suele ser malhablado, egoísta, conspirador y patriota. Políticamente, el régimen títere inglés constituye un sistema represivo a la altura de sus predecesores, pues en definitiva es siempre el pueblo quien padece los rigores del monarca absolutista de turno, sea éste local o invasor, católico o protestante; simplemente, las estructuras y costumbres han de adaptarse a cada nueva situación (2).

 

A pesar de lo anterior, resulta difícil de entender que el autor se sustrajera a la tentación de narrar directamente los hechos históricos, reflejados siempre en un decepcionante segundo plano. Así, los detalles sobre la batalla e invasión de Inglaterra, el derrocamiento de Elizabeth, la instauración del nuevo régimen, etc. apenas son esbozados a lo largo de la novela (3). Defrauda igualmente la falta de concreción de la trama conspiratoria, sin apenas personajes ilustres, y la omisión de escenarios relevantes para el curso de la acción, como la corte española, la inglesa impuesta, el enfrentamiento interno del clero, etc. para centrarse en la figura del Shakespeare dramaturgo, desencadenante aunque espectador del cambio histórico. Por otra parte, el desafío planteado al poeta se resuelve escribiendo dos obras diferentes, cuando la apuesta genial hubiera sido escribir una sola válida para ambos propósitos.

 

En cuanto a personajes, no cabe duda de que el protagonismo absoluto, por encima incluso de los propios acontecimientos, recae sobre el citado William Shakespeare. El poeta es retratado en su faceta humana y no como mito, con debilidades y grandezas: un hombre honesto y trabajador, al que sólo le interesa el teatro y vive con una amante alejado de su familia; pero también un individuo cobarde, ingenuo y acomodaticio, un instrumento utilizado por ambos bandos en sus disputas (4). Una visión comprometida, pero coherente con el curso de los acontecimientos, que podría haber acarreado al americano encendidas críticas chauvinistas.

 

Pero el Shakespeare de «Britania conquistada» interesa menos por su contribución política que por su aportación como dramaturgo. Su presencia ayuda a ilustrar aspectos poco conocidos e interesantes para el lector contemporáneo sobre el mundo del teatro isabelino, con sus miserias, intrigas y manejos: el papel del poeta (en realidad un contratado más, y no de los más importantes), la necesidad de compaginar dicha función con pequeños papeles como actor, la forma de alumbrar una obra: al acabar la jornada, robando ratos al sueño en una taberna o a la luz de una vela en un cuarto compartido, con pluma y secante, nunca más de dos páginas al día... Apenas Lope de Vega, necesario contrapunto, le roba algo de protagonismo, embaucado por el genio del inglés y más pendiente de sus conquistas femeninas que de sus obligaciones como soldado.

 

Un libro magníficamente editado que marca un punto y aparte en la colección Albemuth Internacional, al que sólo se le puede achacar un tipo de letra quizá demasiado reducido. Extensamente prologado y acompañado de un excelente artículo histórico de Manuel Alejandro Gonzálvez del Águila, exhibe una portada de Alejandro Terán sencillamente soberbia. La traducción posee un alto nivel literario, que asegura el admirable uso del idioma del autor (5); es éste otro de los aspectos destacables de la novela, pues al tradicional lenguaje cortés, propio de la época, se le unen giros irónicos, mordaces o licenciosos, dependiendo de la situación, cuando no deliciosos juegos florales ejecutados por actores en liza. Un libro apasionante para cualquier tipo de lector: genérico, generalista, quien guste de la novela histórica, de aventuras, etc. Sin duda, uno de los títulos imprescindibles del año.

 

 

(1) Otra destacada novela que transcurre en idéntica realidad alternativa es «Pavana», de Keith Roberts. Aunque existe un notable relato de Carlos Saiz Cidoncha titulado “La derrota de la Grande Armada”, recientemente reeditado por Silente en una antología homónima, que trata precisamente sobre la defensa de la isla mediante el recurso a artes oscuras.

(2) A este respecto, la novela se inicia con una escena sobrecogedora: en el Día de Todos los Santos, la tradicional fiesta de Halloween se transforma en una multitudinaria procesión que recorre las calles de Londres hasta la mismisima Torre de Londres, a cuyo pie tiene lugar un gran auto de fe.

(3) De hecho, la reina virgen aparece únicamente en una breve pero emotiva escena.

(4) Así, abraza por conveniencia la religión católica, participa en la conjura por miedo a ser asesinado, o delata y se convierte en inductor de varios asesinatos, siempre arrastrado por los acontecimientos. Pero no podemos juzgar con ojos modernos actos de otra época: son tiempos difíciles y pocos hombres cuentan con la capacidad de enfrentarse por sí solos a fuerzas netamente superiores.

(5) Aunque, entre erratas menores, se cuelen detalles tan simpáticos como que el compañero de habitación de Shakespeare (Jack Street) sea confundido a veces con Jack Straw, polémico ex ministro británico de Asuntos Exteriores.

 

Valoración: 8

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