David Gerrold elabora una obra autobiográfica en la que, sin duda, su cualidad más destacable es la profunda emotividad. El protagonista explica con sencillez sus emociones y obtiene como resultado una narración entrañable encarnada por personajes creíbles. El secreto reside en la sinceridad, tacto e inteligencia con que éste encara situaciones difíciles haciendo gala de una madura sensibilidad
El niño marciano
David es un hombre soltero de mediana edad que desea adoptar un niño. Pero al hecho de vivir solo se une su condición de homosexual y escritor de ciencia ficción, lo que le reporta ingresos inseguros y hace temer por el resultado de los trámites de adopción. Sin embargo, tras más de un año cumplimentando formularios interminables, encuentros con asistentes sociales y conferencias donde aprender consejos paternos, tiene lugar la trascendental entrevista final. El momento de conocer a su hijo ha llegado.
Por su parte, Dennis es un chico introvertido y de trato difícil. En sus ocho años de vida ha pasado por diversos hogares de acogida en los que ha padecido la incomprensión y el maltrato; a consecuencia de ello, su historial clínico refleja un trastorno emocional severo, hiperactividad y propensión a las pesadillas y tic musculares. No es de extrañar, por tanto, que Dennis asegure ser “un niño marciano” y que nadie deba esperar que se comporte como un terrícola todo el tiempo. Pero David tiene la firme convicción de que, pese a las dificultades, suficiente amor puede curar cualquier cosa. Es consciente de que atraviesa un momento especial en su vida en que necesita comprometerse y sabe que representa la mejor oportunidad para el chico. No va a defraudarle y luchará por formar una auténtica familia.
David Gerrold elabora una obra autobiográfica en la que, sin duda, su cualidad más destacable es la profunda emotividad. La novela se articula en forma de largo monólogo interior, sólo interrumpido por breves diálogos entre padre e hijo, en el que el protagonista examina sus sentimientos a lo largo de todo el largo proceso de adopción: las dudas y temores iniciales, la defensa ante el tribunal de su idea de integración basada en la empatía, los vertiginosos primeros días, los pequeños incidentes domésticos, los problemas de disciplina y lucha por el control, los sentimientos de frustración, las difíciles explicaciones sobre identidad sexual, etc.
No estamos, por tanto, ante una obra fantástica sino realista, con la posible excepción de algunos inofensivos “deseos marcianos” que siempre se cumplen o la sorprendente capacidad sinestésica (adivina el color de los alimentos que saborea) del niño. En cambio, el texto sí que es perfectamente identificable como perteneciente a un escritor de ciencia ficción: proliferan los detalles referentes al género, los guiños y chistes de cara a la galería, la iconografía popular, incluso sentencias sobre el oficio de escribir. Se trata, ante todo, de una narración sencilla, lineal y accesible, donde simpatía y actitud positiva ante la vida liman asperezas al dramatismo de la situación y el lector puede obtener exactamente lo que espera sin ningún tipo de sobresalto.
El tono narrativo está realmente logrado. El protagonista explica con sencillez sus emociones y obtiene como resultado una narración entrañable encarnada por personajes creíbles. El secreto reside en la sinceridad, tacto e inteligencia con que éste encara situaciones difíciles haciendo gala de una madura sensibilidad. Pese a todo, no puede pasarse por alto el carácter ciertamente almibarado del texto -que casi parece un manual de buenas prácticas de cara a la adopción-; así, todas las dificultades se superan a la primera y cuando aparecen los verdaderos problemas David los resuelve recurriendo única y exclusivamente al uso del diálogo sincero y sin límites, pese a que se supone que Dennis es un niño problemático.
Para todo padre un niño es, de alguna manera, un marciano. Un ser extraño -más si es adoptado- que se instala de forma sorpresiva en su vida y al que nunca llegará a conocer a fondo. Si a ello se añade que los niños suelen fantasear sobre orígenes extraordinarios, especialmente si tienen auténticos problemas, el título de este libro adquiere poderosos y trascendentes significados. Dennis se sentía marciano porque no había aprendido a desarrollar un comportamiento emocional. David adoptó al chico porque él también fue un niño marciano, un muchacho “diferente” que usaba la imaginación como válvula de escape. Pero Dennis y David no son los verdaderos marcianos sino todos los demás, aquellos de nosotros que nos olvidamos de soñar cuando maduramos.
Pese a tratarse de una obra realista, este primer título de David Gerrold publicado en España mereció -en su versión de relato largo, publicado en The Magazine of Fantasy and Science Fiction- los premios Hugo, Nebula y Locus del año 1999. Pero, al margen de reconocimientos públicos, de la película homónima estrenada recientemente y protagonizada por John Cusack, de las acusadas fallas de edición, lo realmente importante de «El niño marciano» es que supone, sin lugar a dudas, una experiencia inolvidable para cualquier padre o aspirante a serlo.