«Adolfo y sus monstruos» es, sin lugar a dudas, una de las obras más singulares de las que he tenido noticia. Una inmersión en la personalidad de una mente infantil enferma, en la que voz narrativa y formato se aúnan para reforzar la sensación de credibilidad. En efecto, el libro emula el cuaderno escolar de un niño enfermizo, apocado y misántropo llamado Adolfo, quien, a modo de diario, realiza anotaciones sobre los sucesos, miedos y alucinaciones que experimenta. Se recogen así las vivencias de su último año de vida, enriquecidas con dibujos de monstruos –dos docenas de ilustraciones de seres imaginarios-, poemas que reflejan sus terrores, cartas de sus padres en las que se explican las circunstancias que rodearon su vida y su muerte, etc.

 

La galería de monstruos incluye, entre otros, a Henri el hombre tubérculo, pulgones gigantes, el niño cactus, el colatraste, galápagos de baño, el duende carroñero, una enorme abeja reina apodada “la-que-no-cabe-dentro”, oscalofú el ogro larva, una momia llamada doña Pitraca, un médico de ojos de cebra y un largo etcétera. Criaturas monstruosas y deformes aunque no necesariamente malignas, pues en muchos casos acompañan al niño en su soledad y terminan siendo sus únicos amigos. Cada monstruo cuenta con una entrada breve -de una o dos páginas-, aunque no son éstos los únicos elementos maravillosos que describe la imaginación desbocada del niño: hay palas que hablan, zapatillas de pelo de araña, puertas electrificadas, un maratón de pijamas…

 

En determinado momento se observa un cambio en el niño: los monstruos desaparecen y Adolfo siente el vacío de la soledad, si bien el médico le advierte que es mejor así puesto que los monstruos ya nunca volverán a ser sus amigos porque él ha dejado de ser un niño. Este hecho, al parecer, sirve como desencadenante de la posterior tragedia.

 

Parafraseando el epílogo del libro, “el mayor mérito de la obra es el realismo con que están narrados los distintos episodios de la vida de Adolfo, consecuencia de sus frecuentes alucinaciones. Los personajes están descritos con lenguaje sencillo pero con precisión, con personalidad propia –descrita en apenas unas pinceladas- no exenta de cierta inocencia o incluso ternura, en contraste con su grotesca fealdad.” Una propuesta ciertamente original, escalofriante, entrañable, a medio camino del terror, la locura y el experimento psicológico. Material de primera para un profesional de la psicología.