«El hermano de las moscas» es mucho más que la reescritura en clave moderna de «La metamorfosis» de Franz Kafka. Es una lectura placentera a pesar de lo desagradable que pudiera parecer su premisa. La escritura de Jon Bilbao tiene algo de hipnótico y es capaz de mezclar con eficacia sensaciones contrapuestas de horror y fascinación por las que el lector no puede sino permanecer en vilo. Es también un estudio sociológico sobre cómo un problema ajeno puede afectar a la estabilidad emocional de una familia prototípica
El hermano de las moscas
Jon Bilbao (1972) nació en la localidad asturiana de Ribadesella aunque actualmente reside en Bilbao, donde trabaja como guionista de televisión. Es un narrador joven y con una marcada trayectoria ascendente, como atestigua la consecución del premio Asturias Joven de Narrativa en 2005, el XXXVI Concurso de Cuentos Ignacio Aldecoa en 2007 y el prestigioso galardón El Ojo Crítico de narrativa 2008, concedido por el homónimo programa cultural de Radio Nacional de España por su colección de relatos «Como una historia de terror», que ha obtenido múltiples y muy elogiosas críticas.
«El hermano de las moscas» es, hasta el momento, su única incursión en la literatura fantástica. En esta novela, como en la citada colección de relatos, Bilbao hace gala de su valía como narrador dinámico y versátil, perfilando personajes y ambientes mediante brochazos breves pero intensos. Un estilo aparentemente sobrio y funcional pero, sin duda, muy personal y atractivo, capaz de reflejar a la perfección una realidad cotidiana poblada por seres reconocibles donde la exploración de sus caracteres, sentimientos más íntimos y reacciones frente a los avatares de la vida constituye el tema central de la trama. Historias, en esencia, introspectivas, caracterizadas por una escritura natural, un discurso claro y coherente, frases cortas, abundante diálogo verosímil y un lenguaje accesible adecuado a contexto.
Pero «El hermano de las moscas» es una lectura bastante más trascendente y profunda que la atracción por el lado oscuro del alma humana evidenciado en los cuentos de «Como una historia de terror». El argumento de esta singular novela puede resumirse en los siguientes términos:
Héctor es un hombre tranquilo que ocupa un cargo de responsabilidad en una refinería de petróleo y vive felizmente casado en una apacible zona residencial. El mismo día en que nace su hija Beatriz recibe la inesperada visita de su hermano menor, Grego, con quien prácticamente había perdido contacto desde que se marchara al sudeste asiático en busca de fortuna. Grego presenta un preocupante cuadro febril similar a un cuadro de malaria, por lo que, aduciendo agotamiento por el prolongado viaje, se retira a descansar al cuarto de invitados. A la mañana siguiente, Héctor encuentra la habitación tomada por un enjambre de moscas y ni el menor rastro de su hermano.
Héctor se siente impelido a buscar una explicación lógica a ambos hechos y, contra todo pronóstico, no sólo se niega a deshacerse de los insectos sino que los protege y alimenta, una actitud que pone en grave riesgo la convivencia conyugal y amenaza seriamente su cordura. Finalmente, al cabo de diez días, sus desvelos se ven recompensados con el retorno de Grego a la habitación. Sin conceder todavía demasiado crédito a esta imposible relación causal, pero consciente del papel que como hermano mayor le corresponde desempeñar, Héctor asume el mando de la situación y comienza a realizar los cambios necesarios en su vida y entorno.
Esta sinopsis apresurada recuerda, como no podía ser de otro modo, a «La metamorfosis» de Franz Kafka. Pero «El hermano de las moscas» es mucho más que la reescritura en clave moderna de este clásico universal, entre otras razones porque, al contrario que en la primera (por la que Bilbao admite profesar una sincera admiración), los personajes intentan racionalizar la situación y buscar algún tipo de solución más allá de la resignada aceptación del hecho extraordinario; así, el pragmático Héctor procura todo lo necesario para el bienestar de su hermano, su mujer Sara anota en un diario todo tipo de datos intentando buscar la pauta que explique o revierta el proceso, incluso Grego intenta por un tiempo llevar una vida normal mientras la periodicidad de las transformaciones se lo permite.
La transformación en insectos de Grego -obviamente, un guiño al Gregorio Samsa de «La metamorfosis»- cumple en el texto una función metafórica, equivalente en la realidad a la que supondría una enfermedad particularmente penosa, o incluso contagiosa, en un familiar del que nos tendríamos que ocupar. De hecho, el autor confiesa que sopesó plantear un simple problema de adicción, puesto que su interés se centra en explorar los límites de las relaciones filiales, pero justificar una dependencia hubiera requerido mucho más espacio y, sobre todo, restado atractivo al planteamiento inicial. Así, el elemento fantástico es un recurso puramente instrumental, un extraño ejemplo de realismo reforzado mediante una metáfora fantástica o, cuando menos, surrealista e irracional.
Se podría decir mucho más de esta sorprendente novela, pero hay dos detalles que, personalmente, me gustaría destacar. En primer lugar, resulta curioso que cuando Grego retorna a su forma humana lo haga –al menos en las primeras transformaciones- fortalecido y rejuvenecido, como si se hubiera tomado unas “vacaciones de humanidad” por las que incluso Héctor siente envidia. En segundo lugar, las relaciones que se establecen entre personajes varones adquieren un inusual protagonismo, no ya la muy especial cimentada entre hermanos sino también la que une a Héctor con Romano Santos, su jefe en la refinería. Diferentes caracteres que no son obstáculo para forjar una amistad sincera basada en el respeto mutuo, la independencia personal y el mantenimiento de las distancias, una visión fundamentalmente masculina de la vida.
«El hermano de las moscas» supone una lectura placentera a pesar de lo desagradable que pudiera parecer su premisa. La escritura de Jon Bilbao tiene algo de hipnótico y es capaz de mezclar con eficacia sensaciones contrapuestas de horror y fascinación por las que el lector no puede sino permanecer en vilo. Es también un estudio sociológico sobre cómo un problema ajeno puede afectar a la estabilidad emocional de una familia prototípica. Un entorno controlado -pocos personajes, un ambiente cerrado y un elemento a examen- que bien podría transformarse en una obra de teatro.
Por último, cabe destacar la labor editorial de Salto de Página. Un sello con un estilo y una estética propia, renovadora y moderna, que ha alcanzado en dos años de vida su mayoría de edad como proyecto consolidado. Otros interesantes títulos publicados por la editorial son: «Plop!» de Rafael Pinedo (premio Casa de las Américas 2002) y «El universo de al lado» de Eduardo del Llano, obras originales que ofrecen enfoques novedosos de hacer narrativa fantástica.