Palma emplea en su novela un estilo más ligero y superficial de lo que en él es habitual, un registro accesible para todo tipo de lectores pero carente de la ingeniosa brillantez de sus cuentos más célebres. Adopta, incluso, una técnica próxima al BestSeller, con una caracterización de personajes eficaz aunque no demasiado profunda, un ritmo tranquilo y frecuentes escenas que rinden homenaje al folletín decimonónico. Un estilo de narrador consumado que relata una buena historia dotada de una elaborada estructura
El mapa del tiempo
Félix J. Palma es un escritor sanluqueño galardonado en más de un centenar de premios, entre otros el Gabriel Aresti, el Alberto Lista o el Miguel de Unamuno. Cuentista por excelencia, es en las distancias cortas donde su estilo brilla con mayor intensidad. En sus libros de relatos «El vigilante de la salamandra» (1998), «Métodos de supervivencia» (1999), «Las interioridades» (2001) y «Los arácnidos» (2003, Premio Iberoamericano de Relatos Cortos de Cádiz), Palma destaca por su extraordinaria habilidad para urdir tramas ingeniosas e hilarantes, en las que el elemento fantástico o el más desquiciado absurdo irrumpen en la realidad cotidiana de unos personajes populares para revelar lo ilógico, irracional, paradójico e incoherente de nuestro actual modo de vida.
Como novelista ha publicado la novela juvenil «La hormiga que quiso ser astronauta» (2001) y «Las corrientes oceánicas» (2005, premio Luis Berenguer). Y, ahora, «El mapa del tiempo» (2009), con la que ha obtenido el XL premio Ateneo de Sevilla, uno de los galardones más importantes dentro del circuito nacional y que en anteriores ocasiones ha recaído en escritores de la talla de Torcuato Luca de Tena, Jordi Sierra i Fabra, José Manuel Caballero Bonald, José María Gironella, Juan Marsé, Jesús Torbado, Juan Eslava Galán, Martín Casariego, Andreu Martin, Fernando Marías o Espido Freire; narradores ilustres, buena parte de ellos cultivadores ocasionales del género fantástico.
En palabras del propio Palma, “esta novela se ambienta en 1896, la época victoriana tardía en la que la ciencia experimentó un avance espectacular, sembrando el mundo de maravillas. En ese contexto, en el que el hombre cree que la ciencia puede conseguirlo todo, surge una empresa turística de viajes temporales dispuesta a hacer realidad el sueño más codiciado de la humanidad: viajar en el tiempo, un anhelo que el escritor H. G. Wells había despertado un año antes con su novela «La máquina del tiempo». La novela narra cómo distintos personajes se relacionan con dicha empresa”.
Personajes como Andrew Harrington, un joven romántico, petulante y ocioso, hijo menor de un acaudalado hombre de negocios londinense, que tramaba el suicidio cuando la posibilidad de viajar al pasado le brinda la oportunidad de salvar a su amada de las manos del mismísimo Jack el Destripador. Claire Haggerty, una joven damisela insatisfecha de su condición, que viaja al año 2000 en busca del hombre de sus sueños -el valeroso capitán Dereck Shackleton, líder de la resistencia humana frente a la tiranía de los autómatas-, del que quedará prendada locamente. El ingenuo e impresionable inspector de Scotland Yard Colin Garrett, sobrino del mítico inspector Frederick Aberline que años atrás se ocupara del caso de Jack el Destripador, quien se las tiene que ver con un asesinato insólito cuya autoría atribuye al citado capitán Shakleton. Y el propio Herbert George Wells, convertido en personaje literario, quien sufrirá las consecuencias de su invento cuando un misterioso viajero del tiempo intente asesinarlo para usurpar la autoría de sus obras.
Cada uno de estos personajes asume el protagonismo de una parte diferenciada de la novela, inextricablemente unida al resto a través de sutiles relaciones entre actores principales y secundarios, y donde el propio Wells y su máquina del tiempo actúan como necesario eje vertebrador. Tres protagonistas, tres historias de amor y tres (o más) “viajes en el tiempo”, que conforman una entretenida fantasía histórica adornada con la aparición estelar de personalidades de la época, como Jack el Destripador, Joseph Merrick –más conocido como El Hombre Elefante- y los escritores Henry James y Bram Stoker.
Palma emplea en su novela un estilo más ligero y superficial de lo que en él es habitual, un registro accesible para todo tipo de lectores pero carente de la ingeniosa brillantez de sus cuentos más célebres. Adopta, incluso, una técnica próxima al BestSeller, con una caracterización de personajes eficaz aunque no demasiado profunda, un ritmo tranquilo y frecuentes escenas que rinden homenaje al folletín decimonónico. Desgraciadamente, el texto carece del realismo y la certera ambientación de época esperable en una buena novela histórica, especialmente a la hora de plasmar los profundos cambios sociopolíticos que se estaban gestando: las preocupaciones filosóficas y sociales del momento, el emergente socialismo y marxismo, los avances científicos, la situación de las colonias, los contemporáneos literarios de Wells… es decir, se echa de menos una mayor ambición por recrear atmósferas y documentar episodios históricos que pudieran haber vivido efectivamente los personajes, más allá de la gratuita acumulación de tópicos y estereotipos. Con todo, es el estilo de un narrador consumado que relata una buena historia dotada de una elaborada estructura.
A una primera parte, claramente sobrada de páginas y de acción morosa, le sigue una segunda en la que el componente social adquiere mayor presencia aunque no protagonismo, y donde se desgranan muy interesantes detalles acerca de la biografía de Wells, sus inicios como escritor profesional en el fascinante mundo del periodismo de principios del siglo XX, etc. La trama se torna más compleja, la escritura más sólida y la forma de pensar de los personajes victorianos resulta, al fin, “creíble” para un lector contemporáneo, con pasajes memorables como el duelo dialéctico entre Wells y uno de sus epígonos (William Murray, quien posteriormente fundará la empresa de viajes temporales), o el delicioso intercambio epistolar a través del tiempo entre Claire y el valeroso capitán Shackleton. En esas cartas hallamos al mejor Palma, estilista, sensible, creador de metáforas intensas y un ingenio capaz de hilar el curso de los acontecimientos sorteando los peligrosos de las paradojas temporales. La tercera parte centra su interés en la figura de Wells, el auténtico viajero del tiempo, y con ello la novela adopta un discurso de ciencia ficción "dura" que podría resultar algo confuso al profano.
En cualquier caso, sólo al final de la novela el lector es consciente de la tupida red de causas y efectos que el escritor sanluqueño teje, maravillosamente, alrededor de los acontecimientos para preservar en todo momento su coherencia. En las últimas páginas se descubre la misteriosa identidad del narrador, quien no sólo adopta un rol activo sino que posee además una ubicuidad sobrenatural, y el destino de varios protagonistas queda finalmente resuelto. Personajes todos que, en esencia, ansían básicamente lo mismo: la consecución de la felicidad, para lo cual engañan y/o son engañados, se sacrifican y/o sobreviven a un mundo nuevo. Todo un océano de posibilidades al servicio de los mundos de ficción y/o la teoría de los universos paralelos.
La novela, editada en cartoné por Algaida y no exenta de algunas molestas erratas, será publicada en Estados Unidos y Canadá por el sello Atria Books. Asimismo, está pendiente de edición en Reino Unido y se han adquirido los derechos de traducción para Australia y Nueva Zelanda. Un título que “trasciende las fronteras del género” y ha sido comparado con «La sombra del viento», de Carlos Ruiz Zafón. Una obra, pues, importante, accesible y amena, que ofrece una oportunidad magnífica para hacer proselitismo de la potencialidad de la ciencia ficción como género literario.