Hace mucho tiempo, Lucifer encabezó una rebelión que culminó en la gran guerra del Cielo. La mayoría de ángeles permaneció fiel al Creador, pero los seguidores del Portador de Luz fueron tan numerosos que el resultado final de la contienda era incierto. Algunos ángeles optaron por no tomar partido y huyeron a la Tierra para proteger un valioso libro de la destrucción. Otros ángeles fueron enviados en su busca. Tal vez la guerra continúa hasta nuestro presente. Tal vez Dios está a punto de caer. Y tal vez Lucifer desea el Libro para así poder reescribir la realidad.

 

Para unos el Libro de Todas las Horas es sólo un mito, una quimera; otros no se ponen de acuerdo acerca de su contenido: registro de la palabra de Dios en cada instante de la eternidad; repositorio de nombres de todos los muertos; Libro de la Vida que contiene el nombre secreto con el que invocar, y por tanto dominar, a cada unkin (dios, ángel o demonio); Juicio de Todas las Cuentas que se utilizará para leer nuestros pecados ante el trono de Dios en el fin de los tiempos. Puede que sea todas esas cosas, o ninguna. Un libro conocido también por el sobrenombre de El Macromimicón, el Libro de los Mapas, la gran copia del mundo. Un volumen que despierta admiración y temor reverencial, acaso una ilusión, el sueño que precede a la muerte, o la fantasía de un hombre muerto que cree seguir existiendo. Un libro con el poder de alterar la realidad cuando se modifica su contenido, un espejo que adopta una forma diferente para cada lector y evidencia un mundo más allá del mundo. Un libro que ahora obra en poder de Reynard Carter, quien ha decidido seguir su influjo y aventurarse hacia regiones desconocidas pobladas por ciudades abandonadas, descubriendo a su paso un territorio tan vasto como imposible, en un viaje eterno.

 

En otra línea del espacio-tiempo (4 de agosto de 2017), Phreedom Messenger busca desesperadamente al hermano que huyó de los unkin para refugiarse en el Vellum, ese vasto dominio de eternidad en el que el mundo es sólo una minucia, el velo que separa el mundo real y el cielo, un camino de desolación marcado por el caos primigenio y la incertidumbre cuántica. Phreedom “nació en los últimos años del siglo veinte, hija de activistas cuya política nació de la muerte de los viejos ideales, creció con el genocidio y la yihad, con la informática portátil y el acceso universal a Internet, la inteligencia artificial y la realidad virtual”. Ella y su hermano Thomas, huérfanos, fueron iniciados en los misterios del Vellum por Finnan, el último unkin neutral. Se prepara la última gran batalla en el Cielo, y ángeles de uno y otro bando recorren la Tierra para obligarles a alinearse.

 

En paralelo a esos escenarios fantásticos y nanotecnológicos se narra la historia de Inanna, divina sacerdotisa de Babilonia y reina del cielo en la mitología sumeria, que bajó al inframundo en busca del marido muerto al que ella misma condenó.

 

Un pasado irreal, un presente caótico y un futuro desestructurado se dan la mano junto a otros mundos posibles y mitos y leyendas ancestrales del panteón sumerio, un abigarrado plantel de personajes tocados por la eternidad que huyen hacia el Vellum siguiendo la estela del Libro de todos los libros, el Libro de Todas las Horas.

 

Hal Duncan es un joven escritor escocés que se ha erigido en una de las voces más singulares surgidas en la actual literatura fantástica. Iconoclasta, oscuro, denso, anárquico, excéntrico, inconformista, confuso, desasosegante, surreal, bohemio, metaliterario, son algunos epítetos que intentan, infructuosamente, definir a este nuevo “raro” de las letras fantásticas, un autor dotado de una ambición y una originalidad temática absolutamente prodigiosa. El referente más cercano que se me ocurre es Mervyn Peake y su trilogía de Titus Groan, un universo poblado de imágenes grotescas de una arquitectura imposible, pura extravagancia y una pizca de artificiosidad. En esta novela Duncan se revela como un hombre dotado de una extraordinaria sensibilidad artística, amante de los clásicos pero poseedor de un alma retorcida. En su estilo abundan las referencias a la mitología y religión sumeria, a los mundos imaginarios de H.P. Lovecraft (Reynard Carter, descendiente de la familia encargada de custodiar el Libro, surge del personaje Randolph Carter; el Macromimicón es primo hermano del famosísimo grimorio ficticio Necronomicón o Libro de los Muertos, que el escocés atribuye en un guiño intencionado a un tal Liebkraft –“liebe” significa “amor” en alemán, “love” en inglés-), a los Doors y a multitud de iconos de la cultura popular.

 

En su arrolladora elocuencia, Duncan toma fragmentos de textos sagrados como el Talmud, la Biblia o el Midrashim, desordena cronológicamente episodios, retuerce el sentido etimológico de las palabras, puebla la historia de localismos, aforismos y usos modernos del lenguaje, emplea frases de longitud descomunal, es capaz de alternar presente, pasado y futuro en el mismo párrafo, cambiar de sujeto casi en la misma línea, y un muy largo etcétera. El experimento da como resultado un producto donde la sorpresa asalta cada párrafo, pero tan denso en imágenes y conceptos que se precisa dividir cada capítulo en secciones intituladas de poco más de una página; una estructura arriesgada y repetitiva que, a la postre, resulta cansina.

 

«Vellum» fusiona profano y sagrado con un atractivo obsceno que es fiel reflejo de la visión dolorosa del mundo de Duncan. Una novela de resumen imposible, con múltiples tramas y un altísimo nivel de exigencia. Uno de esos escasos libros que se aman o se odian por sus excesos, sin posibilidad de término medio; la mayor parte del tiempo creo pertenecer al primer grupo, pero he de confesar que la experiencia me ha dejado exhausto. Afortunadamente para los seguidores del autor, La Factoría de Ideas acaba de publicar su continuación, «Tinta», que, dicen, mantiene intacto su poderoso magnetismo.