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Libros publicados en 2009

Los guardianes durmientes

En esta novela se aprecia una notoria influencia de «1984» de George Orwell, reforzada con una estética oscura de degradación global y alta tecnología al estilo «Blade Runner». Así, al ambiente de represión política, pensamiento único y revisionismo histórico característico de la citada distopía se añaden detalles de estructura como el diario del disidente, en donde se reflejan sus deseos de libertad. Lamentablemente, este intento de pastiche fracasa estrepitosamente por su falta de originalidad pero, sobre todo, su pobreza literaria y trasnochado lirismo moralizante.

Los guardianes durmientes

“A finales del siglo XX el culto al beneficio se convirtió en enfermizo, las grandes potencias emprendieron una estúpida carrera en su pos y los habitantes pasaron a ser consumidores a los que ver su rendimiento. Pronto las políticas de los gobiernos no se diferenciaron mucho de las estrategias empresariales, el capitalismo salvaje se convirtió en una especie de religión y los partidos políticos buscaron el patrocinio de alguna corporación de empresas que los financiara y apoyara publicitariamente a través de sus medios de comunicación de masas. Finalmente, las corporaciones fundaron sus propios partidos políticos y pronto gobernaron los países modificando las leyes a su antojo. Luego llegaron los accidentes nucleares y los atentados, y en pocas décadas el aire se volvió irrespirable y los mares ácidos…”.

 

Partiendo de esta premisa crítica, apocalíptica y, por qué no decirlo, sumamente trillada, el escritor gallego Luis Rodríguez Rivera plantea un escenario en el que los desmanes capitalistas han destruido el ecosistema planetario transformando la Tierra en un lugar inhóspito carente prácticamente de cualquier atisbo de vida animal o vegetal. La radiación, la lluvia ácida y la destrucción de la capa de ozono han traído consigo mutaciones generalizadas y un drástico racionamiento de las cuotas de comida y agua potabilizada, al tiempo que las horas de producción se incrementan de forma salvaje. En la ciudad de Liquiópolis, dos corporaciones se alternan en el poder sustentando un régimen totalitario y fascista, pese a una resistencia testimonial de tinte ecologista y antisistema integrada por grupos de anacoretas y anarcologistas. El brazo armado del régimen lo constituye la temible policía antiterrorista, que detiene y tortura a los opositores, y censores de recuerdos se ocupan de destruir u ocultar objetos del pasado potencialmente comprometedores para la política oficial. Es ésta una sociedad agonizante que, pese a todo, sigue fiel a su obcecado y autodestructivo afán consumista, liberada ya de la molesta presencia de idealistas, soñadores y poetas. Una sociedad formada por hombres que se comportan como máquinas y máquinas indistinguibles de los hombres: los llamados símiles.

 

La novela se inicia con una entrada en el diario de Neus Newman, integrante de un grupo antisistema recientemente desmantelado, en la que fantasea con la idea del suicidio. Neus es una idealista ingenua que ha gozado de una insólita vida regalada en un mundo cada vez más peligroso. Por su parte, Hadam 7799 es un Policía de Seres Vivos –algo así como un recolector de especimenes mutantes- que, al igual que Neus, se siente extrañamente privilegiado aunque también receloso del sistema; no en vano su madre, una mítica activista del partido verde, murió en un sospechoso accidente aéreo. Hadam sufre pesadillas recurrentes en las que cree observar una particular secuencia de signos y decide solicitar la ayuda de un psicólogo; al poco tiempo, éste y el químico que le asesoraba mueren asesinados. Se inicia así un periplo rocambolesco en el que descubrimos que tanto Neus como Hadam son los custodios involuntarios del legado de Abraham, un científico encarcelado por negarse a revelar a la Corporación el secreto de sus investigaciones.

 

Luis Rodríguez Rivera ha publicado las novelas «Memorias del hombre buitre» (Lengua de Trapo, 2005) y «Serás vapor antes que lluvia» (451 Editores, 2007). En esta su tercera novela publicada se aprecia una notoria influencia de «1984» de George Orwell, reforzada con una estética oscura de degradación global y alta tecnología al estilo «Blade Runner». Así, al ambiente de represión política, pensamiento único y revisionismo histórico característico de la citada distopía se añaden detalles de estructura como el diario del disidente –Neus Newman en el papel de Winston Smith- en donde se reflejan sus deseos de libertad. Lamentablemente, este intento de pastiche fracasa estrepitosamente por su falta de originalidad pero, sobre todo, su pobreza literaria y trasnochado lirismo moralizante.

 

Pese a la apertura apocalíptica, la descripción de la desolación -tanto exterior como interior- es prácticamente nula. Se abusa de los lugares comunes, las frases hechas, los clichés de género empleados como si de auténticas novedades se tratara: inteligencias artificiales, realidad virtual, mutantes, rivalidad entre corporaciones, y hasta malvados ciborgs (los símiles) que, en el fondo, anhelan ser humanos. El vocabulario es limitado, y con frecuencia el discurso se torna grandilocuente (“La negación del amor no es más que un derivado de la negación corporativa del alma”). La caracterización de personajes, ligera. Todo ello da como resultado una trama previsible repleta de escenas melodramáticas. Al menos, el autor dosifica la información para mantener la atención del lector, al tiempo que juega a intentar confundirle en los primeros compases de la novela con acciones de personajes a los que no nombra y descolocando cronológicamente escenas, lo que puede deparar más de un equívoco (¿es Neus o la activista Rachel quien habla? Quien ahora entra en escena ¿es Hadam, Abraham ó Klaus, el efímero amante de Neus?).

 

«Los guardianes durmientes» es una distopía que intenta ir un paso más allá de la actualidad y servir, por tanto, de reflexión crítica hacia nuestro presente. La represión no es tanto directa como indirecta, mediante el adoctrinamiento, la uniformidad y el control de la información, pero en todo caso supone una mirada demasiado ingenua, moralista y maniquea como para tomarla realmente en serio. Poco más puedo añadir acerca de esta novela salvo que, al menos, finaliza con una esperanza de cambio para el mundo y la humanidad.

 

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