El presente volumen es el primero de una pequeña serie de cuatro que verán la luz en esta editorial y que representan, en su conjunto, la recuperación de los títulos aparecidos en una de las primeras colecciones especializadas en literatura fantástica en nuestro país. La editorial Prensa Moderna, en diversas colecciones dedicadas a la literatura popular de género aventuresco (por decir algo), reunió entre sus títulos algunas novelas cortas de ciencia ficción que, en su versión original, aparecieron en las revistas pulp de la época, por ejemplo en Amazing Stories, Astounding Stories Grandes Aventures. Aunque fueron de temas muy diversos, las hemos agrupado por ciclos: este primer volumen reúne las novelas cuya trama se desarrolla en el interior de la Tierra (el siguiente estará dedicado a princesa siderales, por ejemplo). Son novelas, todas ellas, cuya trama se desarrolla en el interior de nuestro mundo: la Tierra hueca, ese mismo mundo, tan demencial como imposible, que tanto atrajo a autores tan diferentes como F. Richard-Bessière y Edgar Rice Burroughs. No son novelas que con el paso del tiempo hayan mejorado, pero tampoco han empeorado, y nos ofrecen, como si fuéramos viajeros en el tiempo, imágenes de mundos del ayer. Para la presentación de este volumen, y lo mismo podremos decir de los que le sigan, hemos contado con la inapreciable colaboración de Augusto Uribe, uno de los más premiados y entendidos estudiosos de la ciencia ficción en España, especialmente en su faceta más clásica. Estos libros, sin su ayuda, no sólo no serían lo que son, sino que, quizá, no fueran.

Los cuatro títulos que el editor ha agrupado en este tomo son otras tantas novelas cortas de las profundidades, encajadas entre las de mundos ocultos o mundos preservados. Los autores de proto ciencia ficción situaron con frecuencia la acción de sus narraciones en mundos desaparecidos —mundos difuntos—, como la Atlántida, o en mundos preservados, mundos que podríamos decir tangentes al nuestro, pues sólo se tocan en un punto, cuando son descubiertos, para desaparecer después para siempre. Acostumbraban a ser mundos fantásticos, poblados por hombres y animales sorprendentes, con frecuencia prehistóricos, y con una flora igualmente propia del pasado, escenarios de historias que, cuando estaban bien escritas, cautivaron a sus lectores, a los chicos de ciudad que soñábamos en secreto con escapar de la civilización que nos rodeaba y volver a los orígenes, a cuando las cosas eran de otra manera.