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Libros publicados en 2009

La señora de los laberintos

El canadiense Karl Schroeder especula acerca de conceptos de vanguardia como el futuro de las redes sociales, las múltiples posibilidades de una personalidad virtual o el desarrollo de una realidad “a medida”. El resultado es la descripción pormenorizada de un auténtico reino de fantasía, con tecnología de avanzada prácticamente indistinguible de la magia; de hecho, en no pocos momentos la trama parece discurrir más por los derroteros de la fantasía que de la ciencia ficción, aunque persista un indudable sustrato tecnológico.

La señora de los laberintos

Westerhaven es un colector, un mundo artificial dotado de realidad potenciada mediante el empleo de escenarios virtuales denominados sensorios. Un mundo entre muchos otros similares y que en conjunto conforman la corona Teven, un gigantesco anillo de dos mil kilómetros de diámetro y quinientos de anchura situado más allá de Júpiter, una especie de Mundo Anillo como el descrito por Larry Niven en su famosa novela homónima. A su vez, Teven no es más que una corona perteneciente a una cadena, un universo construido por los aneclípticos -unas enigmáticas Inteligencias Artificiales dotadas de un poder excepcional que, una vez cumplida su labor, abandonaron este plano de la existencia- y habitado por billones de posthumanos.

 

Cada colector obedece a una perspectiva distinta de la realidad llevada a cabo por un grupo de individuos con intereses comunes. Son formas diferentes de entender la vida y la sociedad, desde entornos ultratecnológicos a espacios primitivos caracterizados por una naturaleza exótica, pasando por mundos exclusivos orientados hacia determinadas creencias o idearios políticos, o simples marcos surrealistas. En el caso de Westerhaven, todo gira alrededor de la política, pues se consideran integradores de los múltiples hilos culturales de la Corona Teven. Y bajo todo ello subyace el intrínseco, una IA encargada de establecer los bloqueos tecnológicos, es decir, las reglas del juego que rigen en cada colector particular y la Corona en general, para impedir que un grupo concreto se alce con el poder.

 

En este universo artificial y profusamente virtual, los colectores ocupan con frecuencia un mismo espacio físico e, incluso, se solapan. Realidad material e inmaterial se superponen de manera inextricable y sin solución de continuidad, dando lugar a todo tipo de entidades y elementos tecnológicos: avatares que se desdoblan del cuerpo principal y lo sustituyen en determinadas tareas, reintegrándose de nuevo una vez finalizadas; agentes (simulaciones sin conciencia) que ejecutan funciones menores, como encargos; ángeles (una especie de IA personal con funciones de refuerzo médico); redes sociales personales portátiles; sociedades y pares (individuos con el mismo estatus social) cuyo máximo deseo es aumentar su cuota de autoridad; animaciones; imitaciones de avatares; avatares de entidades virtuales; implantes de todo tipo y un muy largo etcétera, que conforman una realidad a medida o, cuando menos, personalizada.

 

Livia Kodaly y Aaron Varese son los críticos políticos más importantes de su generación en Westerhaven. Ambos sufrieron una experiencia traumática fuera del intrínseco -un aparatoso accidente con víctimas, del que salieron milagrosamente vivos- y quizá por ello su visión del mundo cambió radicalmente: ambos piensan que su sociedad es demasiado conformista, que no desea una interacción real con el exterior porque podría corromper su propia cultura. En un momento de especial incertidumbre, en el que las barreras entre colectores están cayendo y se anuncia la llegada de una nueva época, la gente comienza a desaparecer misteriosamente al tiempo que se suceden las apariciones de Imposibles (criaturas míticas). Livia, Aaron y el guerrero/diplomático Qiingi se ven obligados a huir del ataque de los partidarios de un ente invasor conocido como 3340; comienza así un periplo que les conducirá por los diferentes mundos de la Corona en un intento por encontrar a los esquivos aneclípticos, explicarles lo sucedido y reclamar su ayuda.

 

En esta novela, el canadiense Karl Schroeder especula acerca de conceptos de vanguardia como el futuro de las redes sociales, las múltiples posibilidades de una personalidad virtual o el desarrollo de una realidad “a medida”. El resultado es la descripción pormenorizada de un auténtico reino de fantasía, con tecnología de avanzada prácticamente indistinguible de la magia; de hecho, en no pocos momentos la trama parece discurrir más por los derroteros de la fantasía que de la ciencia ficción, aunque persista un indudable sustrato tecnológico.

 

Por supuesto, aparecen ideas innovadoras (a modo de ejemplo, el sistema político de Archipiélago es una democracia de código abierto en la que los “votos” representan encarnaciones de los deseos e ideas de sus partidarios, conformando personalidades promedio capaces de interaccionar entre sí y permanecer siempre fieles a sus electores, sin corrupción posible) y diferentes formas de pensar a lo largo de los mundos/realidades que los protagonistas encuentran a su paso. Pero la trama discurre de manera bastante caprichosa, incluso caótica, siguiendo derroteros absolutamente impredecibles en un continuo trasiego de aventuras sin una finalidad aparente. No se explican las reglas internas que rigen cada mundo, simplemente se enumeran sus limitaciones; los acontecimientos se suceden porque así los ha determinado el autor, sin un plan trazado o una explicación convincente. El cuadro resultante es, por tanto, insatisfactorio por arbitrario y falto de contexto, una especie de Mundo de Oz o País de las Maravillas tecnológico donde todo es posible por el mero hecho de poder serlo.

 

Posiblemente el aspecto más destacable de esta novela es su inventiva, pero a mi juicio se apoya en exceso en (la fascinación por) la tecnología y no se presta la suficiente atención a las relaciones entre personajes, que en teoría son parte esencial del argumento; no resulta extraño entonces que los protagonistas, en especial Livia, carezcan de la empatía necesaria. Por otra parte, la capacidad como narrador de Schroeder es limitada: su escritura es funcional, emplea un vocabulario básico dominado por la tecnojerga, la claridad expositiva no es su fuerte y la narración resultante es rigurosamente lineal. Finalmente, cabe por supuesto otra interpretación para los hechos acaecidos además de la “versión oficial”: el derribo de las barreras entre culturas puede servir de acicate para que los posthumanos abandonen el mundo de fantasía que habitan y retornen a la realidad.

 

«La señora de los laberintos» es una novela a ratos interesante pero que se hace algo pesada. Es la primera obra publicada en España de Karl Schroeder, quien también ha publicado las novelas «Ventus» (2000), «Permanence» (2002), «Crisis in Zefra» (2005), y los volúmenes pertenecientes a su serie Virga: «Sun of Suns» (2006), «Queen of Candesce» (2007), «Pirate Sun» (2008) y «The Sunless Countries» (2009), todas en la editorial norteamericana Tor. Espero ver pronto publicada en España alguna de ellas, y así poder valorar mejor la obra de este prometedor escritor.

 

 

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