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Libros publicados en 1999

Cuarentena

Cuarentena

Comentario:

 

La proximidad al día del libro fue el momento escogido por el nuevo sello catalán para lanzar su oferta editorial. Y, en mi modesta opinión, no pudo empezar con mejor pie, editando un titulo emblemático de un escritor australiano que está rompiendo moldes en la a veces anquilosada temática de ciencia ficción. Un autor que, en palabras de Carlos Pavón, su discípulo más aventajado en España, está haciendo avanzar al género hacia territorios desconocidos. Se trata de una novela de mediana extensión (para los formatos actuales), bien impresa, con una maquetación original y un tipo de letra muy agradable de leer. Una portada impactante que permite acercarse al libro no sólo a los incondicionales del género sino también al público en general, una breve presentación a cargo del citado Pavón y una bibliografía final al estilo de las publicadas en las diversas colecciones de Martínez Roca completan el atractivo volumen.

 

«Cuarentena» es un libro emblemático no sólo por tratarse de la primera novela del autor, tras una primera etapa de juventud en los 80' dedicada al fantástico, sino porque tras la publicación en la revista británica «Interzone» de varios de sus trabajos más rompedores -como "Aprendiendo a ser yo" («Cuasar 25»), donde se interroga sobre la naturaleza última del yo- Egan se había ganado a pulso una reputación e independencia que aún hoy le acompañan, y un público fiel a sus novedosos postulados. Junto con «Ciudad Permutación» (Ediciones B) y «Distress» (traducido como «El instante Aleph» en Ediciones Gigamesh) forma parte de la denominada trilogía de la "cosmología subjetiva", que también podría incluir cuentos como "Polvo" («Gigamesh 11», premio «Gigamesh» y finalista de los «Ignotus» 1998).

 

La novela destaca por su desbocada imaginería al servicio de los más diversos desarrollos hardware pero, sobre todo, por la densidad y trascendencia de las propuestas metafísicas a debate, cuyo fin último -obviamente- es interrogarse y especular sobre la naturaleza del universo. Pedro Jorge Romero supo reflejarlo muy bien en el irónico título de una de sus habituales columnas sobre libros extranjeros dedicada a Egan: "Extraviado en la metafísica" (BEM 52), y condensó el espíritu de la novela de la siguiente manera: "la historia de una catástrofe cuántica donde la existencia del observador altera la realidad". Imposible decir más con menos palabras.

 

El texto emplea inicialmente una trama detectivesca para poner al corriente al lector no sólo sobre el argumento, sino también sobre el ambiente y prodigios de la sociedad en la que se desenvuelve el protagonista. Como en uno de esos juegos de ingenio que consisten en descubrir la forma de solucionar un problema aparentemente imposible, el ex-policía Nick Stavrianos debe investigar la desaparición de una mujer de la institución mental en la que se encontraba confinada debido a sus graves trastornos neurológicos. Este trivial punto de partida se complementa con el enigma de la aparición, treinta años atrás, de una burbuja de material desconocido que circunscribe el sistema solar, aislando a sus moradores del resto del universo. Esta especie de esfera Dyson (acaso una discontinuidad cuántica), creada por fuerzas desconocidas, orbitará sobre toda la narración y servirá de caldo de cultivo para la justificación de sectas apocalípticas (como los Niños de la Burbuja), alianzas internacionales de investigación y seguridad (como el Conjunto y el Canon) o nuevas éticas surgidas al calor del moderno culto a la informática. Egan moldea su mundo de forma consistente, donde la explicación última sólo puede producirse en términos cuánticos.

 

Geográficamente, la novela parte del Perth natal de Egan para adentrarse en un enclave del sudeste asiático denominado Nueva Hong Kong, que nos permite situar mejor la acción y darle mayores dosis de verosimilitud a los avances tecnológicos mostrados; un viaje también metafórico que podría corresponder a ese hombre del cercano futuro en su intento de comprensión de la grandiosidad del cosmos a través de la tecnología. Por otra parte, sorprende el juego que da el módulo de fidelidad implantado en el protagonista y cómo consigue subvertirlo, así como la perfecta descripción de los caminos lógicos que podrían derivarse de cada revuelta en la trama. En todo caso, el autor lleva al límite las posibilidades de los conocimientos científicos actuales, siendo el ser humano el objeto de sus experimentaciones. Para el perfecto desarrollo del argumento domina disciplinas tales como: física, medicina, biología, informática... amén de extrapolar con soltura ciencias no empíricas hoy día, como la nanotecnología, la neurocirugía e, incluso, la prospectiva; por ello, el recurso al neologismo resulta inevitable. Sin embargo, en mi opinión, posee una confianza quizá excesiva en las posibilidades de la mente humana y se sirve en demasía de la aparente polivalencia de sus neuronas.

 

Los diálogos, sean mentales o reales, priman en el libro y sirven al propósito de desarrollar con agilidad las ideas del autor. El protagonista, sobre todo en la primera parte de la novela, encarna el papel del "lector perplejo" y no es extraño escucharle expresiones del lenguaje llano, contrapunto necesario para asimilar mejor las propuestas lanzadas. Egan explica sus teoremas con sencillez y concisión, aunque son de tamaña dimensión que resultan abrumadores y cercanos al sofisma. Sin embargo, a pesar de su inherente complejidad, para seguir los razonamientos no hace falta ser un moderno Leonardo Da Vinci, sino simplemente poseer una mente abierta y amplias dosis de fuerza de voluntad; si se carece de ambas, la novela puede resultar pesada y aburrida, dado que sus cualidades literarias son, cuando menos, discutibles.

 

En cuanto a los personajes, son seres de su tiempo que utilizan la tecnología (sobre todo implantes neurales) en su provecho personal, sin plantear dudas éticas aunque -paradójicamente- sí las presentan frente a las investigaciones frontera. Son seres racionalistas, inteligentes y fríos, que sorprenden explicando los principios científicos en que se basan los artefactos que emplean, licencia que se asume para que la narración avance con fluidez. El final produce cierto desencanto, porque el autor opta por una de las conclusiones (de entre las posibles) más evidente, una solución "demasiado trivial" (que no menos lógica) para un mundo descrito como complejo y alejado de respuestas fáciles. Restan varias preguntas sin aparente resolución o, al menos, no son respondidas de forma concluyente: ¿quien es el personaje misterioso que contrata a Nick? ¿Cómo descubrió el Conjunto que Laura era un sujeto con capacidad para "esparcirse"? ¿Existe (como se insinúa) alguna relación entre el nacimiento de Laura, justo en el momento de aparición de la Burbuja, y sus prodigiosas cualidades? ¿Fueron realmente extraterrestres los constructores de la Burbuja? ¿Cual va a ser el futuro de Nick?.

 

Sin duda, Egan es uno de los grandes autores de ciencia ficción del momento por la riqueza y grandiosidad de sus propuestas, que no por sus dotes literarias. Si uniera el mundo de las ideas al de la forma podría revolucionar definitivamente el panorama actual y convertir en corriente (tan poderosa como en su día la Nueva Cosa o el cyberpunk) lo que no es más que un revolucionario enfoque personal. Y sino tiempo al tiempo.

 

Valoración: Notable

(Reseña publicada en la revista «Bem 71»)

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