Información de contraportada:
¿Qué hacer cuando uno es testigo del mayor descubrimiento de la humanidad? ¿Es posible conciliar los sentimientos con el deber? ¿Será suficiente un sólo hombre para cambiar el destino de todo un mundo?
El Químico ha descubierto algo maravilloso. Sus cuatro amigos apenas pueden creerlo, pero han de rendirse a la evidencia: no estamos solos en el universo, aunque no es necesario mirar a las estrellas para verlo. Otros mundos son posibles en el lugar más insospechado... y nos están esperando.
Raymond King Cummings (1897-1957) fue en su tiempo equiparado a H.G. Wells y disfrutó de gran popularidad entre los amantes de la ciencia ficción de los años veinte y treinta, siendo autor bajo diferentes pseudónimos de un gran número de relatos y de una veintena de novelas, en las cuales imprimía su curiosidad científica, adquirida en parte durante su trabajo junto al inventor Thomas Edison. «La chica del átomo dorado» (1929), basada en un relato que Cummings publicó por primera vez en 1919 en la revista americana Argosy, es una fantástica excursión dentro de los límites de lo infinitamente pequeño, a la vez que una reflexión en torno a los límites de la sociedad de su tiempo.