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Libros publicados en 2010

Un talento para la guerra

Jack McDevitt hace gala de un estilo sólido, preciso, personal. Su atractiva narrativa torna interesante y adictivo un argumento que, en el fondo, no deja de ser una amena aventura ambientada en un lejano tiempo y lugar. Sin embargo, logra trasmitir no sólo el más puro sentido de la maravilla característico del Space Opera, y la pulsión por la tecnología propia de la ciencia ficción dura, sino, sobre todo, una visión épica y plural de unos hechos históricos que, apenas unos años después, serían inmortalizados en forma de leyenda y mito

Un talento para la guerra

La ciencia ficción no es un género en el que abunden las obras con un alto contenido literario. Si nos atenemos a la predominante narrativa anglosajona, en mi limitada experiencia podría citar como ejemplos paradigmáticos a «Hyperion» de Dan Simmons, la producción prácticamente al completo de Ursula K. Le Guin, algunas obras escogidas de Thomas M. Disch, Robert Silververg, Ray Bradbury, Alfred Bester, Philip K. Dick, Anthony Burguess, James Tiptree, Jr., J.G. Ballard, Cordwainer Smith, Connie Willis, Christopher Priest, George R.R. Martin, Harlan Ellison, Henry Kuttner, John Brunner, Octavia Butler, Roger Zelazny, Samuel R. Delany, Theodore Sturgeon, Walter M. Miller… además de algunos trabajos de escritores que han incursionado esporádicamente en el género (slipstream). Por supuesto, también hay calidad literaria al margen de la ciencia ficción anglosajona (Stanislaw Lem, Javier Negrete, Carlos Gardini, César Mallorquí, Elia Barceló, Eduardo Vaquerizo...), pero el mensaje que deseo transmitir es que el género debería haber deparado un acervo mucho mayor de obras defendibles ayer, hoy y mañana (el famoso canon) por méritos estrictamente literarios en su ya largo centenar de años de historia. Por eso, cada vez que aparece una novela de temática prospectiva con aspiraciones literarias merece la pena ser tenida en cuenta, lo consiga finalmente o no.

 

«Un talento para la guerra» comienza de manera excepcional, con un prólogo profundamente evocador en el que un obispo cristiano que visita la abadía del gélido mundo de Albacora, en el extremo más distante del dominio de la Confederación, descubre la tumba de un seglar fallecido un centenar de años atrás. Sólo al final del libro intuimos de qué importante personaje se trata, pero cabe decir que la novela prosigue por los derroteros habituales de una trama de ciencia ficción de futuro lejano y, con ello, desgraciadamente la apuesta literaria se resiente algunos enteros aunque manteniendo siempre un nivel notable. De la calidad del texto en español es responsable Susana Cella, traductora de esta edición y de la original en la colección Nova de Ediciones B, quien a mi juicio realiza un trabajo excelente únicamente empañado en su último tercio por una traducción probablemente apresurada, con algunas frases de difícil comprensión, palabras de uso extraño –demenciar, moblaje-, e, incluso alguna que otra errata.

 

En cuanto al argumento, corre el siglo CXIII d.C. y la tecnología de generadores de antimateria permite a las naves interestelares incursionar en el denominado “espacio armstrong” para atravesar velozmente la galaxia y colonizar nuevos mundos. Un siglo atrás tuvo lugar una cruenta guerra entre humanos y la única raza alienígena descubierta hasta el momento, los enigmáticos Ashiyyur, dotados de capacidad telepática; pero ahora es tiempo de relativa calma, rota por esporádicos enfrentamientos en el Perímetro y aislados accidentes de navegación civil como el que provocó la desaparición de la nave en la que viajaba el tío de Alex Benedict, un hombre rico e idealista que hizo de la Historia su pasión. Alex, un vulgar vendedor de objetos de arte extraterrestres a coleccionistas privados, es designado único heredero y debe acudir al planeta Rimway para hacerse cargo de la herencia.

 

El tío de Alex estaba obsesionado con la etapa histórica correspondiente a la Resistencia y el legendario líder Christopher Sim, quien, a pesar de morir en la decisiva batalla de Rigel, con su gesta propició la necesaria unidad del bando humano para hacer retroceder a la hasta entonces arrolladora maquinaria de guerra alienígena hasta sus mundos originarios. Por otra parte, buscaba información relativa al incidente acaecido en el CSS Tenandrome, una nave de investigación destinada a la exploración de regiones profundas de la nebulosa de La Dama Velada, pero toda la información está clasificada y es de acceso restringido. Cuando alguien irrumpe en la casa de su desaparecido tío y borra todos los registros, Alex comprende que fuerzas desconocidas intentan hacer todo lo posible por ocultar una información que, de ser revelada, podría hacer tambalear los cimientos de la mismísima Confederación.

 

Jack McDevitt hace gala de un estilo sólido, preciso, personal. Su atractiva narrativa torna interesante y adictivo un argumento que, en el fondo, no deja de ser una amena aventura ambientada en un lejano tiempo y lugar. Sin embargo, logra trasmitir no sólo el más puro sentido de la maravilla característico del Space Opera, y la pulsión por la tecnología propia de la ciencia ficción dura, sino, sobre todo, una visión épica y plural de unos hechos históricos que, apenas unos años después, serían inmortalizados en forma de leyenda y mito.

 

Una narración de ritmo pausado que, por momentos, adopta un carácter casi poético, lleno de matices y ricas descripciones de mundos exóticos donde tienen lugar los sucesos, pero, sobre todo, que se detiene en la recreación de la personalidad íntima de unos personajes que vivieron en persona o intentan reconstruir uno de los periodos históricos más trascendentales en la Historia de la humanidad. Todo ello con enormes dosis de naturalidad y cotidianeidad, y con un amplio margen para que la imaginación del lector rellene los espacios vacíos.

 

El sentimiento de nostalgia y melancolía gravita en todo momento sobre el personaje de Alex Benedict: por la desaparición de un familiar al que le unía un fuerte vínculo, por el retorno al hogar después de tantos años de ausencia, por interiorizar la pérdida de infancia que supuso para la humanidad la ruptura de la visión antropocéntrica del cosmos, por recordar que la guerra se estaba perdiendo para el bando humano y, sobre todo, por la añoranza de aquellos tiempos gloriosos que no pudo vivir y en los que se forjó nuestra supervivencia como especie. Alex siente que ha contraído una deuda con el legado de su tío y se sumerge en una labor de arqueología histórica al revisar unos personajes y acontecimientos sin duda engrandecidos por la versión oficial, que con el paso de los años ha tejido una auténtica maraña de medias verdades, falsedades, inconsistencias y contradicciones. Una investigación apasionante que tiene por objetivo descubrir la realidad tras el mito, misión harto difícil pues como sabemos la primera víctima de cualquier guerra es siempre la verdad.

 

McDevitt aplica a su historia un enfoque indirecto y posmoderno, que no se recrea en la espectacularidad de las acciones bélicas (opción más fácil) sino en la introspección de los hombres y mujeres que las protagonizaron, y su reflejo siglo y medio después en quienes quisieron investigar sobre ello. Una visión inteligente y hasta cierto punto inédita en el terreno de la ciencia ficción, que refuerza con reflexiones de calado sobre la naturaleza de la guerra y la condición humana (“El riesgo real para todos nosotros no proviene de un grupo de extranjeros, sino de nuestra desesperada necesidad de crear Alejandro Magnos y de seguirlos con entusiasmo en cualquier aventura que intenten”). El resultado es una lectura realista en la que los personajes ocupan el papel relevante que merecen, y que despierta un indudable placer intelectual que puede ser compartido sin rubor por un público más amplio que el estrictamente genérico.

 

Pese a todo, algunos elementos del libro resultan a mi juicio forzados o poco razonables, como que ningún historiador haya realizado jamás una labor de verificación similar a la acometida por Alex Benedict, o que en la sociedad futura se anteponga el derecho de acceso a la información a la privacidad (que permite a cualquiera, por ejemplo, conocer quien y cuando accedió a un determinado dato, algo hoy día prácticamente impensable con la actual regulación sobre protección de datos de carácter personal). Por otro lado, el desenlace de la trama conspirativa resulta decepcionante y se podrían suprimir algunos aburridos interludios, como la trascripción de extractos de discursos.

 

«Un talento para la guerra» era una reedición necesaria desde su aparición en España el año 1993. La Factoría de Ideas, editorial que ha publicado otros libros de McDevitt pertenecientes a la serie de Los Motores de Dios, ha anunciado la publicación de la segunda entrega, «Polaris» (2004, nominada al premio Nebula), para febrero de 2011. Si la serie mantiene el nivel que parece a tenor de los galardones obtenidos, sería estupendo que se continuara con «Seeker» (2005, premio Nebula), «The Devil’s Eye» (2008) y «Echo» (2010). No abundan los escritores brillantes con ganas de escribir literatura en un género difícil como la ciencia ficción.

 

 

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