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Libros publicados en 2011

Leonís

La narración transcurre en la ficticia región de Umbría, un paraje reconocible, cercano y anclado en el pasado del norte de España. Se trata de una historia bien hilada y de trama adulta aunque su estilo sea, a mi juicio, más propio de la novela juvenil. La novela trata con absoluta naturalidad y sin el menor atisbo de lectura moral un tema considerado tabú por nuestra sociedad, dando pie a un desenlace no por más esperado menos emotivo. Gracias a su maestría como reputado narrador, Mallorquí consigue insuflar vida a un pedazo de Umbría que inicialmente se presentaba como un simple punto en un mapa, y que una vez concluido el libro acompañará por siempre al lector

Leonís

A finales del siglo pasado, cuatro escritores -César Mallorquí, Elia Barceló, Armando Boix y Julián Díez- decidieron crear un territorio común donde ambientar sus relatos de corte fantástico. Nacía así Umbría, una imaginaria y nostálgica región ubicada a los pies de los Picos de Europa, “una comarca donde lo imposible sólo es improbable, y lo improbable casi cotidiano”. La presente novela se ambienta en el umbrío Valle de Lotar, un paraje que guarda abundantes vestigios de su pasado celta, para narrar una historia mágica que revisa y actualiza la leyenda de Tristán e Isolda a través de unos personajes que comparten algo más que un amor trágico e imposible. Es el propio César Mallorquí quien revela en una entrevista publicada en la revista Qué Leer #165 que presentó esta novela al premio Minotauro y no quedó siquiera finalista por ese motivo; un libro que mezcla a partes iguales realidad y fantasía para “regresar a los paraísos perdidos de la infancia”, todo ello ilustrado con la exquisitez propia del artista Miguel de Unamuno.

 

La novela se inicia con el retorno de Pablo Galván al hogar de su infancia, doce años después de la trágica muerte de su padre acontecida en el citado Valle de Lotar. Arturo Galván dejó instrucciones precisas a un bufete de abogados para que le fuera entregado a su hijo, en la fecha exacta del 15 de noviembre de 1998, una carta y diverso material procedente de una investigación que llevaba a cabo sobre una leyenda medieval relacionada con el mítico reino de Leonís. En la misiva le rogaba que regresara al valle para continuar sus estudios, y pese a que su primer impulso fue hacer caso omiso a quien tanto hiciera sufrir a su madre, finalmente decidió cumplir la última voluntad de su progenitor porque ello le brindaba la oportunidad de reencontrarse con su amor de juventud, Raquel Orellana. La carta revelaba, además, la existencia de un hallazgo extraordinario, aunque para descubrirlo debía seguir al pie de la letra las extravagantes instrucciones consignadas en el antiguo Códice Drisdan.

 

Ya en el pueblo, Pablo descubre que su padre desapareció en muy extrañas circunstancias una noche de fuerte ventisca, y aunque dado por muerto por haberse encontrado abundante sangre en el lugar donde se perdía su rastro, su cadáver nunca fue hallado. Decide entonces averiguar lo posible acerca del oscuro pasado de su progenitor, un catedrático de universidad, seductor empedernido, egoísta, orgulloso y hombre de extraordinario talento, creador de la denominada “Hipótesis Leonís” que afirma que en el Valle de Lotar se encuentra el mítico reino descrito en las novelas de caballerías, tesis avalada por referencias explícitas del Códice Drisdan y abundante toponimia de influencia artúrica. El desaparecido Arturo Galván creía firmemente en la existencia de un País Oculto cuyo rastro podía haberse prolongado incluso hasta nuevos días en forma de ritos paganos secretos, una idea peligrosa que acaso le costara la vida.

 

Pablo intenta reconstruir los pasos de su padre en la noche de autos, pero para avanzar en la investigación necesita entrevistarse con la última persona que le vio en vida: Adela Brezo, antigua alumna suya convertida luego en una de sus amantes, la causante de la ruptura matrimonial de sus padres y el último ser humano a quien Pablo hubiera deseado conocer. Pero Adela no es la única persona del pequeño pueblo montañés que le muestra abiertamente su hostilidad: su idolatrada Raquel se niega reiteradamente a verle, e incluso su madre envía dos sicarios para obligarle a marcharse. Nadie desea su presencia en el valle y sus probabilidades de recuperar al amor de su juventud se desvanecen como un sueño.

 

 

Como se ha indicado anteriormente, la narración transcurre en diciembre de 1998 en la ficticia región de Umbría, un paraje reconocible, cercano y anclado en el pasado del norte de España. Se trata de una historia bien hilada y de trama adulta aunque su estilo sea, a mi juicio, más propio de la novela juvenil: el lenguaje sencillo, las descripciones breves, el argumento un tanto previsible, sin excesiva complejidad formal ni de estructura. No obstante, se permite leves aunque evocadores ecos poéticos y detalles (no demasiado explícitos, todo hay que decirlo) acerca de personajes que hacen el amor, se masturban, hablan de tríos sexuales, confiesan haber probado drogas como LSD, acontecen varios asesinatos y suicidios, se emplea determinado vocabulario soez… Con parte de estos mismos mimbres César Mallorquí ha escrito también otras novelas como «La catedral» (2000), «Las lágrimas de Shiva» (2002), «La compañía de las moscas» (2004), «La caligrafía secreta» (2008) o «El juego de los herejes» (2010), con los que ha cosechado galardones como el Edebé y Gran Angular, entre otros. Conviene indicar, además, que el autor insiste en que “no escribe novelas para jóvenes, sino novelas que también les gustan a los jóvenes”, y utiliza para ello el lenguaje y recursos que estima más oportunos para lograr sus fines ante una amplia audiencia.

 

El libro comienza presentando en un entorno realista los sentimientos más íntimos del personaje principal –la muerte del progenitor evaluada desde una fuerte contraposición de emociones, la evocación de recuerdos de infancia al pasear por los rincones hollados en la niñez, el deseo de reencontrarse con quien fuera su amor de juventud- para, de manera progresiva, incrementar la presencia de elementos fantásticos y de mitología celta, en una actitud característica de la literatura fantástica clásica. Los capítulos siguen una numeración gaélica, la numerología (en especial, el poder mágico del número doce) ocupa un lugar relevante en el relato y la historia ofrece una interpretación cíclica del mundo en donde subyace una filosofía panteísta, de celebración del paganismo, de regreso a un origen mágico, de amor por la naturaleza y el ritmo lento de las cosas.

 

En cuanto a la edición impresa, nos encontramos ante un volumen bien editado en cartoné, profusamente ilustrado con pequeños dibujos, detalles pictóricos y grecas, y cuyo texto juega físicamente con la forma para intentar provocar sensaciones en el lector (líneas torcidas para denotar un efecto alucinógeno, texto en blanco sobre una página completamente negra para resaltar la negrura de la noche, un tamaño de letra agigantado para realzar un grito).

 

La novela trata con absoluta naturalidad y sin el menor atisbo de lectura moral un tema considerado tabú por nuestra sociedad, dando pie a un desenlace no por más esperado menos emotivo y que añade un nuevo círculo maldito a unos amantes eternos. Gracias a su maestría como reputado narrador, Mallorquí consigue insuflar vida a un pedazo de Umbría que inicialmente se presentaba como un simple punto en un mapa, y que una vez concluido el libro acompañará por siempre al lector. El autor acaba de ganar el premio Edebé por una novela de ciencia ficción clásica y aventurera titulada «La isla de Bowen», que esperemos ver pronto en librerías para disfrutar nuevamente de su lectura.

 

 

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