Información de contraportada:
No queda romanticismo, no quedan ideas, no queda amor, ni conciencia social. Solo quedan las “Ya no somos” y no están dispuestas a rendirse.
Con tintes apocalípticos pero con grandes dosis de ironía y humor, «Ya no somos niñas» narra la lucha de un grupo de mujeres contra el poder establecido. Ambientada en un futuro quizá no muy lejano donde predominan los avances técnicos, el egoísmo, la corrupción y las mafias, los sentimientos han desaparecido. Los últimos rescoldos de ternura crepitan en la protagonista principal, Lydia Waternaquer, la Leidy, dedicada a la «masturbación piadosa» de disminuidos e impedidos. La Leidy se erige como líder fortuito del movimiento «Ya no somos» que tendrá influencias sobre las generaciones posteriores y que servirá de base para «la gran revolución» que no es sino una guerra entre géneros.
Pero «Ya no somos niñas» es mucho más que una distopía con reminiscencias de «La naranja mecánica» o «1984». Bajo una trama adictiva, existe un juego de equívocos que es en realidad fuente inspiradora del movimiento revolucionario, el hilo conductor que permite, ya desde el inicio, ir desentrañando cada una de las intrigas que desarrolla el texto, cuando el lector descubre que el verdadero propósito de la Leidy no es formar un grupo de mujeres dispuestas para la lucha, sino huir para salvar la vida de su hijo, El niño de Alburquerque, perseguido por el hombre que quiere dominar todos los estamentos de la sociedad, el despiadado O. Brayan.