Villegas hace alarde de un estilo denso y casi podríamos decir que hiperrealista, una descripción sumamente detallada del entorno exótico y los personajes que lo pueblan, que enriquece además con diversos vocablos locales. La narrativa del madrileño es sólida, definida, elegante, pero también pesada, falta de la necesaria garra y dinamismo para atrapar irremediablemente al lector. En esta novela, que bien podría haber transcurrido por derroteros realistas, logra transmitir un terror atávico con el que podemos sentirnos plenamente identificados, y eleva el desenlace muy por encima de la trama
Las nieblas de Huancabamba
Un jurado compuesto por José Quesada Moreno, Francisco Javier Mena Villalba y Estefanía Abril Garrido declaró a «Las nieblas de Huancabamba», del madrileño David Villegas Cabadas, merecedora del I Premio de Novela Corta de Terror Ciudad de Utrera. El libro fue publicado en la colección Galardón de Narrativa de la editorial Autores Premiados, en una edición exquisita que cuenta además con una portada muy sugerente. Se trata de un libro breve cuya trama se inicia de una manera muy realista:
Una joven pareja de recién licenciados en filología inglesa viaja a la selva alta de Perú para disfrutar del fin de carrera. En la ciudad de Oxapampa conocen a Eduardo Weigel, descendiente de los colonos austriacos y alemanes que en el siglo XIX se asentaron en aquellas tierras, quien les propone hospedarse en una de las casas rurales que regenta en el interior de la provincia de Huancabambas. Entusiasmados con la idea de vivir una experiencia diferente a sus habituales escapadas por la vieja Europa, aceptan la oferta obviando las advertencias de un niño yanesha que les previene acerca de la oscura leyenda que gira en torno al lugar, de una maldición que afirma que las nieblas que cubren el valle son el refugio de los muertos que en otro tiempo poblaron la comarca.
Huancabamba no es más que una aldea paupérrima emplazada en un pequeño valle. En cambio, la mansión colonial de Eduardo Weigel es una impresionante edificación a dos alturas construida al estilo tirolés en medio de un calvero de la selva; un oasis de buen gusto procedente de tiempos pasados, con paredes empapeladas con motivos florales, divanes y aparadores de factura isabelina, estanterías repletas de libros forrados en cuero, cubertería de porcelana, teteras de plata envejecida y muchos, muchos retratos familiares. La pareja se instala en una coqueta casita de invitados anexa, sin televisión ni teléfono, desconectada del resto del mundo y embriagada por la diferente percepción del tiempo, más lento y pausado. Pero una noche de insomnio el hombre descubrirá un horrible secreto cuyo recuerdo le perseguirá para siempre.
David Villegas hace alarde de un estilo denso y casi podríamos decir que hiperrealista, una descripción sumamente detallada del entorno exótico y los personajes que lo pueblan, que enriquece además con diversos vocablos locales. Por las páginas del libro pasan gentes de rasgos indígenas ataviadas con atuendos coloristas, el continuo ajetreo de los vendedores ambulantes en mercados abarrotados, dédalos de callejuelas estrechas, hostales destartalados, tráfico infernal, motocarros, bullicio, el vivo teatro de la vida con sus múltiples colores y aromas. Todo ese caos de pintoresca población de la yunga peruana se transforma en la sofocante calma de la selva a plena luz del día y los inquietantes chirridos animalescos de la noche; un contrapunto efectivo que prepara el clima adecuado para la irrupción del elemento fantástico y el horror.
La narrativa del madrileño es sólida, definida, elegante, pero también pesada, falta de la necesaria garra y dinamismo para atrapar irremediablemente al lector. La caracterización de personajes es superficial y la trama, quizá, demasiado previsible aunque el autor suple estas carencias con una original puesta en escena y una atmósfera progresivamente malsana y obsesiva. Los acontecimientos se suceden al ritmo adecuado, y una vez desvelado el truculento misterio, toda la morosidad de los capítulos iniciales se transforma en un desenlace trepidante que incrementa la emoción por el destino incierto de los personajes.
Las brumas de Huancabamba actúan como desencadenante sobrenatural y refuerzan la intensidad fantástica al relato. El autor se vale también de otros clichés para recrear imágenes y sensaciones: las advertencias de los nativos, la leyenda local acerca del chamán Corarapa, la terrible historia real, sueños proféticos, cementerios abandonados, senderos invadidos por la maleza sin desbrozar a la luz de la luna… y un niño de ojos acerados que sostiene la mirada de los turistas en cada pequeña población que visitan.
David Villegas Cabadas es un autor de futuro prometedor aunque aún escaso currículo, algunos de cuyos relatos pueden leerse en su blog “Cuentos de una isla”. En esta novela, que bien podría haber transcurrido por derroteros realistas, logra transmitir un terror atávico con el que podemos sentirnos plenamente identificados, y eleva el desenlace muy por encima de la trama, que no se limita a la mera reproducción de escenas macabras sino que avanza en la evolución íntima del personaje, cerrando así el círculo establecido en el prefacio. Una conclusión muy adecuada para un libro meritorio.