Sólo el alemán, el idioma de la furia, alberga un término que evoca la alegría ante el fracaso ajeno: Schadenfreude. El Jurado que premió a esta obra, valoró especialmente la actualidad de sus temas, la renovación de motivos tradicionales, la cercanía al entorno juvenil y la modernidad rabiosa de sus técnicas narrativas. La novela está compuesta de seis relatos relacionados y engarzados por un séptimo que ejerce de corolario o, más propiamente dado el género que nos ocupa, de epitafio. Siete segmentos imprevisibles, furiosos y envenenados, muy en la línea transitada por los seguidores del cómic más descarnado y los adeptos a las literaturas alternativas y transgresoras.

No estamos ante un libro de monstruos imaginarios, en la tradición clásica, sino ante la amenaza que entraña el entorno más cercano: una adolescente explotada, y seducida previamente, por un sujeto para el porno más salvaje; profundas relaciones con los fakes y hoaks de Internet más espeluznantes; un joven que cuida hasta lo indecible del padre de su novia, enfermo de Alzheimer, y empieza a acariciar la idea de matarlo y librarse de él... Óscar Pérez Varela ha venido para decirnos que el horror no se encuentra en escenarios pintorescos, lejanos en el tiempo y el espacio; está aquí y ahora. No es una fantasía sobrenatural, ni un asesino en serie cubierto con máscara de guardarropía.

Literatura para estómagos curtidos, para lectores dispuestos a internarse en senderos desconocidos y ambientes más que sórdidos. Pero literatura que no se queda en el puro efectismo del trazo grueso, que tiene la capacidad de introducir un rasgo de lirismo en medio de un escenario desolador, de personajes desquiciantes y de atmósferas opresivas; en definitiva, un muestrario inquietante y hurga en nuestras peores y más reales, pesadillas.