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Libros publicados en 2014

La segunda vida

Un cuento sutilmente fantástico de Matías Candeira, ilustrado con maestría por Javier Jubera. El protagonista es un anodino cartero de una pequeña ciudad anónima a quien un día le cambian la ruta de reparto y, empapado por la lluvia, llega a un destartalado edificio en donde reza la siguiente inscripción: “Aquí viven hombres y mujeres que no necesitan el mundo”. El personaje, un hombre apocado y solitario que adora la normalidad y reniega de las complicaciones, se enfrenta entonces a una situación insólita que rompe para siempre su concepción de la vida

La segunda vida

«La segunda vida» es un cuento sutilmente fantástico de Matías Candeira, ilustrado con maestría por Javier Jubera. Un libro breve -menos de un centenar de páginas- editado con suma originalidad, numerosos detalles gráficos y una excelente calidad de impresión, que hace el número diez de la colección Pulpas de narrativa ilustrada de Aristas Martínez.

 

Matías Candeira (Madrid, 1984) es autor de los libros de relatos «La soledad de los ventrílocuos» (Tropo editores, 2009), «Antes de las jirafas» (Páginas de Espuma, 2011) y «Todo irá bien» (Salto de Página, 2013). Es profesor en la Escuela de Escritores de Madrid, donde imparte cursos de creación literaria. Sus cuentos han aparecido en múltiples antologías, entre ellas la emblemática «Prospectivas» (Salto de Página, 2012), y revistas como «Presencia Humana. Nueva literatura extraña» (Aristas Martínez, 2013).

 

“La segunda vida” forma parte de su primer libro de relatos, «La soledad de los ventrílocuos». Confiesan los editores Cisco Bellabestia y Sara Herculano que: “cuando ese libro llegó a nuestras manos como lectores, sentimos la necesidad de verlo ilustrado y, años más tarde (con la editorial ya en marcha), decidimos llevar a cabo ese proyecto. Para ello elegimos a Juan Jubera, un artista que pese a su juventud ha expuesto en numerosas galerías de arte y salas de exposiciones, y cuyo trabajo destaca por su habilidad para crear minuciosas piezas de trazos delicados y sensibles”.

 

El protagonista es un anodino cartero de una pequeña ciudad anónima a quien un día le cambian la ruta de reparto y, empapado por la lluvia, llega a un destartalado edificio en donde reza la siguiente inscripción: “Aquí viven hombres y mujeres que no necesitan el mundo”. El personaje, un hombre apocado y solitario que adora la normalidad y reniega de las complicaciones, se enfrenta entonces a una situación insólita que rompe para siempre su concepción de la vida; en su intento por entregar una simple carta a un destinatario cuyo nombre no aparece en los buzones, requerirá de la ayuda de una fantasmagórica mujer llamada Helena Ribas, aficionada a pintar paisajes costeros en las paredes húmedas del portal, quien le conducirá a través de pasillos oscuros repletos de charcos y rincones atestados de plantas a una nueva realidad plena de posibilidades.

 

Y así, cada semana habrá de entregar más misivas a los extraños inquilinos del inmueble de las almas solitarias, empapándose poco a poco del enigma que representa esa mujer y de la necesidad de sentir el misterio de otras vidas.

 

En esta historia encontramos un narrador cercano, que emplea un lenguaje coloquial y obtiene la inmediata complicidad del lector al transmitir sus pensamientos y sensaciones más íntimas con el matiz irónico del perdedor que ofrece una mirada desencantada de la vida.

 

En su estilo hallamos una sobreabundancia de epítetos festivos y metáforas singulares y estrambóticas, en línea con la narrativa breve de Félix J. Palma aunque sin llegar a sus extremos de absurdo e hilaridad (encontramos ejemplos en expresiones como “engranajes de la realidad”, “vida de momia insepulta”, “laberinto de argumentos trágicos, goteras y figuras fantasmales”, “al morir su padre solo quedó ella para habitar sus apellidos”) pese a que, en determinados momentos, el personaje reflexione sobre el incidente encaramado en el alfeizar de la ventana del salón y nos haga dudar acerca de quién está realmente más loco.

 

El campo semántico dominante en el texto corresponde al mar -“espacios abisales”, “acuario de almas”- que refuerzan el papel del agua y la climatología a la hora de crear la atmósfera adecuada; de hecho, llueve torrencialmente durante toda la narración (gran metáfora) hasta el desenlace catártico, donde naturalmente termina por salir el sol. En cuanto a simbología, destacar la estatua del cartero erigida en el barrio del protagonista, imagen de icónica firmeza de la lógica cotidiana frente a la aleatoriedad de los elementos.

 

Por su parte, Helena Ribas encarna para el cartero la frontera que separa la aburrida rutina diaria de un universo de inquietud y misterio, un fantástico más académico, climático e íntimo que explícito y producto de una etiqueta genérica. En todo caso, un personaje sumergido en sus propias fascinaciones, dotado de un discurso un punto alucinado y con una tristeza arrebatadora que le obliga a buscar refugio en ese edificio decrépito donde se recluyen los heridos por el tiempo. Hasta que cierto día, afortunadamente, decide cambiar y contagiar a sus convecinos de la vida que se desarrolla más allá de esas húmedas paredes.

 

Una narración bella y literaria, que desde la cercanía y amargura iniciales va dando paso paulatinamente a un mensaje de esperanza. Al menos, para aquellos que se permiten abandonar por un segundo su vida contemplativa y mantienen intacta su capacidad para el asombro.

 

 

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