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Libros publicados en 2015

Breviario negro

Ángel Olgoso es un prosista con alma de poeta. Su origen andaluz, granadino para más señas, se aprecia en la impronta de su particularísimo estilo, en las descripciones de su tierra. Paisajes y paisanajes que bien conoce y que añora en su madurez, cuadros costumbristas de una España antaño rural que, sin embargo, oculta un reverso oscuro, sobrenatural, tenebroso. Piezas de orfebrería que relumbran por su originalidad y excelente acabado

Breviario negro

Siento una profunda admiración por la obra del granadino Ángel Olgoso, uno de mis escritores favoritos en formato breve. Autor de numerosos libros de relatos, entre los que destacan «Cuentos de otro mundo» (1999), «Los demonios del lugar» (2007), «Astrolabio» (2007), «La máquina de languidecer» (2009), «Los líquenes del sueño» (2010, que recoge los cuentos escritos entre 1980 y 1995) y «Las frutas de la luna» (2013, XX premio Andalucía de Crítica), está considerado como un precursor y maestro del microrrelato moderno. Su ficción ha sido traducida a varios idiomas y se encuentra incluida en recopilaciones y antologías de la mejor narrativa contemporánea.

 

En palabras del insigne académico José María Merino, autor del prólogo: “Este nuevo libro de Ángel Olgoso afirma su dominio de lo extraño y de lo fantástico, trasciende el género del relato y consigue con plenitud la resonancia sombría… a través de un estilo marcado por la riqueza del lenguaje en textos de particular fuerza y belleza expresiva y la incansable búsqueda de tramas y escenarios”.

 

En estos cuentos -de uno, dos y hasta cinco muy intensas páginas, precedidas por una dedicatoria personal-, ofrece siempre un punto de vista insólito y sorprendente, impregnando cada historia de una leve pátina de fantasía, poética, melancolía y elegancia; sirvan los títulos de sus anteriores libros para reflejar este signo distintivo. Estampas generalmente demasiado breves para desarrollar una auténtica trama, entendida como relato con presentación, nudo y desenlace, lo cual podría dejar insatisfecho a los aficionados a la narrativa más convencional.

 

El presente libro reúne cuarenta y una piezas hiperbreves y microrrelatos, concebidos desde lo fantástico, lo ominoso y hasta lo francamente terrorífico. Historias como “Cartografía”, una bellísima declaración de amor en la que se equiparan espacios geográficos con estados de ánimo de la persona amada; “La técnica de soñar monstruos” donde se habla del poder de la imaginación y el mundo de las pesadillas y los monstruos; “La muerte desordena” acerca de la levedad de la existencia y el olvido de la muerte; “Stella Splendens” un aciago relato sobre marineros y espectros; “Escalas de Jacob” que narra las desventuras de un alma en pena; o “La ondina de la sierra”, un cuadro costumbrista de la Granada rural trufado de recuerdos de juventud; entre otras, y por citar solo las seis primeras.

 

Entre mis favoritas se encuentran “Las huellas de los pájaros en el aire”, una visión tremendamente desasosegante acerca del encuentro con un ángel; “La rosa azul”, una provocativa descripción de un selecto establecimiento consagrado al placer carnal; “Las verdes aguas del sueño”, una preciosa fantasía onírica; o “Viajes nocturnos completamente iluminados” de sorpresivo giro final.

 

También merecen destacarse, por su belleza y versatilidad, “Toque de ánimas”, donde un Animero recoge los temores de sus convecinos a cambio de unas monedas; “El asedio”, que narra la ruptura del ancestral pacto de fidelidad entre hombres y bestias; “Fantasmas de las Cuatro Suertes”, una tragedia escrita al modo de los cuentos de horror japonés; “El mugido de la nada” donde el autor demuestra su querencia por el mito y su gran cultura multidisciplinar; el macabro “El pigmento de la creación”, que escenifica la búsqueda del arte más sublime; “El descanso de Sísifo”, un sueño recurrente inspirado por un dibujo de Escher; o los irónicos “Novedades en el cortejo”, instrucciones que han de guardar los nazarenos de la santa Hermandad del Silencio para guardar el fervor y respeto debidos en procesión de martes santo, y “Un fúnebre sabor a tiempo muerto” en el que un Decreto Ley declara a todos los ciudadanos oficialmente muertos aunque se les conmina a seguir pagando tributos.

 

No faltan las originalísimas vueltas de tuerca -“Las lluvias”, “Agorafobia”, “De masticatione mortuorum”, “Los caballos pensantes de Elberfeld”- pero tampoco los relatos en los que, en apariencia, falta desarrollo y quedan en simples viñetas: “Las pavesas de la gloria” donde dos altivos y orgullosos generales se aprestan a la batalla; “Carta al hijo”, una alambicada epístola de influencia kafkiana; “Ancianas tomando bizcochos en salitas sombrías” acerca de dos solteronas que habitan un caserón en las antípodas; “Nimrod”, de anticlimático final; o el aburridísimo “Últimas voluntades”, con la publicación de las memorias del vizconde de Chateaubriand como tema. Ni tampoco aquellos para los que, mucho me temo, carezco de las referencias necesarias para disfrutarlos debidamente: “Crisálida”, “El solipsista” o “Aghone”, próximo al clasicismo griego.

 

 

Ángel Olgoso es un prosista con alma de poeta. Su origen andaluz, granadino para más señas, se aprecia en la impronta de su particularísimo estilo, en las descripciones de su tierra. Paisajes y paisanajes que bien conoce y que añora en su madurez, cuadros costumbristas de una España antaño rural que, sin embargo, oculta un reverso oscuro, sobrenatural, tenebroso. Piezas de orfebrería que relumbran por su originalidad y excelente acabado.

 

En sus cuentos incurre en el desenlace sorpresivo que les dota de un inequívoco trasfondo fantástico, un quiebro hacia lo ominoso y el horror, donde lo sacro se une a lo mortuorio. Historias caracterizadas por una gran riqueza léxica y una voz muy personal dotada de múltiples matices que sorprenden al lector y le ofrecen siempre algo nuevo. Entre sus temas, la muerte, el sinsentido de la vida, la indiferencia del universo, el mito, supersticiones y creencias populares, la ironía y humor negro...

 

Es Olgoso autor de verbo encendido, pasional, entretejido de ricas evocaciones; de metáforas brillantes y brevedad en el discurso, de prosa morosa y repleta de palabras infrecuentes, de belleza formal (“singlar hacia el mediodía”, “convólvulo de estrellas”, “baños de acedía”, etc. Una demostración de elegancia.

 

«Breviario negro» es un libro breve pero intenso, para degustar sin prisas. Editado con sumo gusto por la editorial palentina Menoscuarto Ediciones en su magnífica colección Reloj de Arena, cuenta con una ilustración de Santiago Caruso, habitual de Valdemar. Una obra que resultó finalista del premio Setenil 2015, como también lo fue «Bienvenidos a Incaland» del ínclito David Roas. Para verdaderos “connoisseurs” de la literatura fantástica breve.

 

 

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