Valoración en breve:
La casa de arenas movedizas es una novela en la que ambos protagonistas deberán hacer frente a situaciones que bordean el absurdo, a momentos de inseguridad, temor y ternura, y a un desenlace si bien no del todo impredecible, sí al menos repleto de sorpresas y giros argumentales. A modo de resumen, podemos decir que estamos ante una trama de ciencia ficción distópica que funciona como un oscuro cuento de hadas, una especie de Hänsel y Gretel que toma prestados elementos grotescos y de novela juvenil.
Una obra que a mi juicio carece de los componentes punk y underground que se le presupone al bizarro, por lo que creo encajaría mejor dentro del término Weird; es decir, ciencia ficción con elementos de terror/horror y detalles de surrealismo oscuro. Etiquetas al margen, una obra muy disfrutable
La casa de arenas movedizas
-Argumento-
Esta es la extraordinaria historia de dos niños –Polly y su hermano Rick, apodado Pulga–, quienes viven en la guardería de una enorme y muy peculiar mansión al cuidado de la infatigable Tata Warburough. Aislados del mundo exterior y protegidos por fuertes medidas de seguridad, les está terminantemente prohibido abandonar el recinto porque sus vidas correrían peligro. Pero lo más extraño de todo es que los niños no han visto nunca a sus padres, aunque intuyen que habitan en la misma casa porque en ocasiones encuentran rastros de su presencia.
Su vida transcurre con monotonía entre rutinas planificadas y servicios automatizados: acuden a diario a la escuela virtual, máquinas especializadas les sirven la comida y celebran puntualmente los cumpleaños, mientras esperan alcanzar la edad suficiente como para que sus progenitores acudan a recogerlos; al menos, eso es lo que les asegura la tata. Sin embargo, llevan demasiado tiempo sin noticias y Polly se ha convertido ya en una adolescente que muestra todos los síntomas propios de la edad: propensión a cuestionarse su lugar en el mundo, a sufrir ataques psicóticos de ira… y exhibir unas prominentes astas puntiagudas en la cabeza.
Además, cada vez son más frecuentes los signos de malfuncionamiento general. Hay cortes intermitentes de energía, los automatismos comienzan a fallar, la mayoría de niños de la escuela parecen afectados por una extraña enfermedad, la tata sufre extraños lapsos de memoria y unas extrañas criaturas del exterior –a quienes llaman “siniestros”– amenazan con atraparlos. Cuando el sistema se viene definitivamente abajo, no les queda más remedio que abandonar la protección del hogar y adentrarse en los pasillos oscuros para buscar a sus padres y, quizá con ello, desvelar los misterios del pasado y del mundo que les rodea.
-Valoración-
La casa de arenas movedizas es el segundo título de la colección Midian de Orciny Press, una pequeña pero muy dinámica editorial consagrada al género bizarro. Según Hugo Camacho, editor y traductor de la novela, Carlton Mellick III es uno de los autores más destacados del movimiento y probablemente uno de los más prolíficos a tenor de su medio centenar de novelas publicadas desde 2001. En su producción destaca la presente obra y la novela Warrior Wolf Women of the Wasteland, por la que obtuvo el premio Wonderland en 2010; un autor de culto que gracias a este sello ha dejado de estar inédito en español.
La novela juega en sus primeras páginas con una falsa sensación de realismo y cotidianeidad, tras lo cual irrumpen de manera sucesiva los elementos extraños o que provocan desconcierto e inquietud: los cuernos de Polly, su edad avanzada para permanecer en una guardería, el hecho de que los niños no hayan visto jamás a sus padres, la naturaleza de los siniestros y sus espeluznantes gritos, la enfermedad que asola la escuela, o quien, qué o por qué hace funcionar los dispositivos que mantienen en orden la casa, entre un largo etcétera.
Pese a la proliferación de misterios, todos los interrogantes se resuelven al final de manera satisfactoria, a excepción –a mi juicio– del que corresponde a la naturaleza cambiante de los extraños, que se antoja un recurso más fantástico-sobrenatural que físicamente posible. En cualquier caso, todo ello revela una mente tan afilada como retorcida a la hora de especular con ideas ciertamente poco habituales como, por ejemplo, las razones biológicas en que se basa la empatía hacia los bebés o las mutaciones que podría requerir la especie humana para adaptarse a un entorno hostil.
Por el camino, ambos protagonistas deberán hacer frente a situaciones que bordean el absurdo, a momentos de inseguridad, temor y ternura, y a un desenlace si bien no del todo impredecible, sí al menos repleto de sorpresas y giros argumentales. A modo de resumen, podemos decir que estamos ante una trama de ciencia ficción distópica que funciona como un oscuro cuento de hadas, una especie de Hänsel y Gretel que toma prestados elementos grotescos y de novela juvenil.
En la narración se prima lo argumental sobre otras cuestiones de estilo. El discurso es claro, con buenos diálogos y un narrador omnisciente que parece sentir cierta empatía por los personajes. Pese a que la historia transcurre en un entorno cerrado, casi claustrofóbico, donde la rutina debería haber hecho continuo acto de presencia, la habilidad de Mellick como fabulador permite revelar de manera escalonada y atractiva la sucesión de acontecimientos con el requerido clima de extrañeza y desasosiego. Todo ello ofrece como resultado una novela dinámica, adictiva, que se lee de un tirón.
La trama aprovecha para replantear el concepto de familia, deconstruir personajes y remontarlos siguiendo otro orden de prioridades y trastocar nuestra idea de “normalidad” y “monstruosidad”, de aquello que nos da realmente miedo y que el autor traslada del plano exterior al interior. Cuestiones inquietantes que, paradójicamente, se resuelven en un anticlimático “happy end”, en el que podemos rastrear ecos del Stanley Kubrick de El resplandor y 2001. Una odisea espacial.
Por otra parte, en los protagonistas podemos encontrar apreciables rasgos de psicología infantil. Así, por ejemplo, Pulga es un chico despierto que ha vivido demasiado tiempo aletargado en una burbuja de seguridad y comodidades; no resulta extraño que pase el tiempo dibujando a sus padres porque “es lo más parecido a estar con ellos” y desarrolle la fantasía de que una madre de papel se le aparece en sueños. Cuando su mundo falla definitivamente, despierta a la cruda realidad, a pensar que no conoce toda la verdad y debe encontrar la fortaleza de espíritu necesaria para enfrentarse a los peligros y las dificultades. En definitiva, debe aprender rápido si quiere sobrevivir.
Finalmente, Pulga consigue tomar las riendas de su destino, se niega a sucumbir cuando todo parece perdido y arrastra con él a su irascible hermana mayor quien, aterrada, se había refugiado en la inacción. No solo encarna el espíritu aventurero sino, sobre todo, ejemplifica la lucha por la supervivencia y la esperanza de futuro. Sin embargo, es solo un niño que apenas cuenta con diez años y no debería pensar como un verdadero adulto, ni manejar expresiones como “comunicación no verbal” u otras nociones más efectistas que certeras; no resulta creíble.
La casa de arenas movedizas es un libro muy particular, una historia que obsesionaba al autor desde niño y que a mi juicio carece de los componentes punk y underground que se le presupone al bizarro, por lo que creo encajaría mejor dentro del término Weird; es decir, ciencia ficción con elementos de terror/horror y detalles de surrealismo oscuro. Etiquetas al margen, una obra muy disfrutable.