Información de contraportada:
En tiempos antiguos, los habitantes de Mesoamérica creían que toda persona desde su nacimiento venía con el espíritu de un animal, el cual se encargaba de protegerlo y guiarlo. Ese espíritu se conocía como Nahual. Se creía (aún se cree en ciertos lugares) que ciertos chamanes podían crear un vínculo muy cercano con sus nahuales, lo que les daba una serie de ventajas para uso propio o de su comunidad. La vista del águila, el olfato del perro y destreza del jaguar pasaban a ser herramientas de estos videntes e incluso se afirmaba que algunos más preparados podían adquirir la forma de sus nahuales.
La novela hace diferencia entre Nahual y Tonal; este último concepto era conocido como la conexión espiritual entre una persona y su animal tutelar. Concebido como un alter ego de la persona, cuyos destinos estaban ligados, uno con el otro. Así, los males que aquejaban a uno eran sufridos por el otro, ya corporalmente, ya espiritualmente. De ahí la extendida creencia y las múltiples narraciones de las muertes sufridas por personas al momento que su Tonal era muerto.
La novela no intenta hacer énfasis en sistemas filosóficos o temas de carácter sectario. La intención es dar a conocer parte de la cultura y tradición oral que por siglos se ha desarrollado en Mesoamérica y que aún sigue siendo parte de las creencias en zonas rurales de países Centroamericanos y México.