El bosque profundo
-Texto de contraportada-
Espejos turbios, engañosos fuegos fatuos, alas que brotan como castigo, llaves que cierran cuerpos, fuentes que engañan con su lumbre, niñas de espinas, deseos cumplidos que llevan a la muerte, gente que no es humana y humanos que no son exactamente gente... Todo tiene cabida en el Bosque Profundo, lugar acaso infinito habitado por todo aquello que vive dentro de nosotros sin que queramos saberlo, y donde no hay nada más aterrador que un “por siempre jamás”.
Breves relatos oscuros, con un aleteo inquietante, tupidos como la maleza fértil que se retuerce en zarcillos, húmedos como el musgo en que habita el rocío. Fábulas sobre el temblor de la intuición y sobre las pulsiones, culpas y deseos de los que apenas somos conscientes. Tarot de intenciones torcidas, de deseos mortales. Híbridos entre lo poético y lo macabro, estos fragmentos de historias perdidas reptan entre unas páginas que se convierten en bosque negro como la tinta. Cuidado al adentrarse por sus inciertos senderos, en los que cada lector se mirará de frente con todo aquello que teme de sí mismo.
El bosque profundo es un libro ilustrado de relatos de género fronterizo entre el realismo mágico y el terror. De formato muy breve, apenas unos párrafos que condensan un punto de inflexión emocional, un momento clave en una vida, el instante en el que se deja de ser algo para convertirse en otra cosa.
En la tradición de los cuentos populares más atávicos y oscuros, el imaginario de lo boscoso se convierte en el cronotopo representador del subconsciente. La dantesca “selva oscura” es el lugar temporal del desconcierto, de la crisis vital; la oscuridad del nicho es el vientre donde el cuerpo hiberna, y donde la mente gestan las reflexiones profundas que configuran la identidad. El núcleo íntimo del yo se forja en esos momentos privados, secretos, que ponen a prueba todo aquello que trata de aparentarse en público. Mediante el emblema de un posible Tarot, los habitantes de ese Bosque Profundo representan arquetipos de personalidad, y también de fases vitales o estados anímicos. Las edades del ser humano y la sexualidad cumplen una función simbólica que juega un papel importante en la construcción de los relatos.