La raza futura
-Texto de contraportada-
Un hombre se adentra en la entrañas de la Tierra siguiendo unas extrañas luces y encuentra (o lo encuentran) unos seres extraños, bellos y con alas, que viven en una sociedad perfecta. Las máquinas hacen gran parte del trabajo, no existen la pobreza, las guerras ni ninguna de las calamidades del mundo de la superficie. Pero a medida que el protagonista aprende más sobre esta increíble civilización se da cuenta que encierra un gran peligro, tanto para él como para el resto de la humanidad.
Con La raza futura se inicia un subgénero que podría denominarse «utopía hostil». Cuando el protagonista del libro, un joven estadounidense de finales del siglo XIX, cae en la sima de una mina, queda asombrado por la visión de una civilización humana más antigua que nuestra raza actual, con historia y lengua propias, que serán resumidas brillantemente por el narrador.
En un ejercicio de las virtudes de los recientes Estados Unidos, dentro de su estudio de la cultura de los Vril-ya, como se autodenominan, encontrará la exquisita utopía de una vida feliz y digna en cuanto a calidad de vida y respeto entre congéneres, disfrute del arte, la filosofía y la religión; y donde la mujer ocupa el lugar principal de mandato frente al hombre, no solo en lo respectivo a fuerza moral y física. Como motor de progreso disponen del vril, una sustancia que, manejada debidamente por la innata habilidad de los Vril-ya, es capaz de mover un autómata como si fuera humano, de lanzar rayos mortales, de hacerles volar, incluso de curar enfermedades.
En su pasión por la nueva raza, el protagonista irá desgajando poco a poco la verdadera inclinación de los Vril-ya, cuando se da de bruces con el lado oscuro de esta civilización no tan resuelta a la paz y al amor como ellos mismos creen, debiendo hacer frente a la poderosa arma de la superioridad moral y racial, la característica más cruel y peligrosa tanto para el joven aventurero como para el resto de humanos de la superficie.