Valoración en breve:
El morador es una perturbadora historia ambientada en un paraje rural de la América profunda.
En este tenso thriller lo extraño y lo terrorífico se van abriendo paso desde sus luminosos inicios, con unos capítulos centrales dominados por un terror psicológico reforzado con elementos surrealistas y oníricos, que desembocan en un violento clímax pleno de horror sobrenatural y detalles splatterpunk. Un final que homenajea a las películas clásicas de casas encantadas, a los relatos de cruentos asesinos en serie y, en cierto modo, también a ese gran clásico que es IT de Stephen King
El morador
-Argumento-
Lis regresa a la granja de campo de su abuela recientemente fallecida para recoger sus objetos personales antes de que sea vendida y para despedirse del lugar donde fue tan feliz junto a su hermano mellizo Greg. Han transcurrido veinte años desde la última vez que la visitara y aunque la hacienda se antoja ahora marchita y abandonada, parece no haber cambiado nada de su esencia.
Sin embargo, el solitario paraje despierta enseguida su inquietud y en el interior de la casa siente una extraña presencia cuyo origen no puede identificar, como si alguien o algo maligno estuviera espiando su llegada. Mientras recorre las estancias de su antiguo hogar de vacaciones, Lis descubre el diario de su abuela en el que se relatan algunos detalles oscuros, secretos nunca revelados y que permiten reinterpretar ciertos recuerdos en clave siniestra, desde la misteriosa desaparición del abuelo a los rumores que han acompañado siempre a la otrora llamada vieja granja de los Szahen.
Lis no estaba preparada para enfrentarse a un horror que había permanecido oculto durante todos aquellos años. Una sombra acechante, un ente desconocido y perverso surgido de la oscuridad de primitivas leyendas y mitos, que ansía su cuerpo y su mente, y que de ninguna manera la dejará marchar.
-Valoración-
Daria Pietrzak es una escritora nacida en Polonia y asentada en Madrid, autora del libro de relatos Cuentos extraños (La Biblioteca del Laberinto, 2019, finalista del premio Amalthea en la categoría de terror). En esta su primera novela nos traslada una obra ambiciosa y compleja, quizá demasiado por lo que su acabado se antoja un tanto imperfecto, pero que denota verdadero talento para narrar historias oscuras repletas de elementos perturbadores que provocan una constante e intensa sensación de angustia. El volumen cuenta con portada de Raúl Ruiz, prólogo de Guillermo Mas y posfacio del especialista Santiago García Solans.
La novela comienza en un escenario idílico y bucólico: la infancia de Lis y Greg en la granja familiar durante sus alegres vacaciones de agosto, con sus juegos interminables, adorables mascotas y cenas en el porche al anochecer. Un capítulo que la autora convierte luego en un recuerdo perverso, prólogo de una historia que se teñirá del horror más crudo. Este será el primero de los muchos giros argumentales y sorpresas que esperan al lector, gracias a un texto que juega con multitud de tropos del género.
Así, conoceremos que el abuelo de Lis descubrió la granja situada en el pequeño pueblo de Hoverfield en extrañas circunstancias, que a su padre –fallecido junto a su madre en un desgraciado accidente de tráfico– no le gustaba la casa y se mostraba hosco durante el tiempo que permanecía en ella, que la abuela seguía una serie de rituales de protección cuando acogía a sus pequeños huéspedes o que el sótano alberga terribles secretos. Todos estos elementos fuertemente climáticos encontrarán su explicación en el desenlace de la novela, una narración no lineal que realiza sucesivas aproximaciones a los hechos por parte de diferentes personajes a lo largo del tiempo; una estructura matrioska –en palabras del citado García Solans– cuya trama retrocede hacia el pasado para ofrecer una historia dentro de otra historia, la cual se retrotrae a su vez a otra historia, hasta alcanzar el corazón del relato anclado en los mitos y tradiciones eslavos. Cada episodio (o círculo temporal) refleja una época distinta y una manera diferente de afrontar el horror, si bien todos confluyen su punto focal sobre la vieja granja de los Szahen.
El estilo de Pietrzak es moroso, denso, introspectivo y repleto de un mar de sensaciones. También es extraordinariamente claro, sincero, natural. Un texto caracterizado por la sencillez y la viveza descriptiva, en el que la autora se demora en la nostalgia del recuerdo y en multitud de otros detalles que ofrecen riqueza a los personajes y su entorno, pero que provocan una ralentización –a veces excesiva– del ritmo, como el hecho de incluir pequeñas tragedias personales de los vecinos que poco aportan al conjunto. La intensidad de los diálogos, la profundidad en la interacción entre personajes y el empleo de larguísimas frases compuestas son otros rasgos definitorios de su narrativa.
La trama aporta el punto de vista de varios narradores omniscientes situados en diferentes planos temporales (alguno de ellos muy relevante por sus apreciaciones), en algunos capítulos se entremezclan recuerdos y pensamientos de Lis con el de otros secundarios, existen descripciones que podrían obviarse por evidentes o reiterativas, episodios que podrían funcionar mejor como relatos independientes (excelentes los correspondientes al comisario Ray Gamber y también el de la bruja Jaga, en dos registros radicalmente distintos)… un exceso de información que no se ofrece al lector con el grado de síntesis necesario y que enriquece pero no mejora necesariamente el conjunto; una falla habitual de una primera novela que seguro se irá puliendo en las siguientes.
En este tenso thriller lo extraño y lo terrorífico se van abriendo paso desde sus luminosos inicios, con unos capítulos centrales dominados por un terror psicológico reforzado con elementos surrealistas y oníricos, que desembocan en un violento clímax pleno de horror sobrenatural y detalles splatterpunk. Un final que homenajea a las películas clásicas de casas encantadas, a los relatos de cruentos asesinos en serie y, en cierto modo, también a ese gran clásico que es IT de Stephen King.
El morador es una perturbadora historia ambientada en un paraje rural de la América profunda. Gracias a su atmósfera opresiva y amenazante, a su escenario morboso, a su sombrío argumento –que transcurre en un único y terrible día–, a la maldición que parece pasar de una generación a la siguiente, al Mal ancestral e informe que retrata, y a decenas de recursos más, bien elaborados y ubicados en el lugar que corresponden para causar el mayor efecto posible, la novela alcanza todo su terrorífico potencial. Si eres aficionado al terror, no deberías perdértela.