«Mi obsesión más señalada ha sido siempre acumular todo tipo de material impreso —y ahora digital—, para desesperación de quienes convivieron conmigo. No me enrolé como grumete a los doce años, no recorrí las calles formando parte de una banda de mendigos, no crucé Asia con mochila, no fundé un grupo de rock ni sufrí los desastres de la guerra. Por no hacer, no hice ni la mili, efecto colateral de mi miopía. Mi vida era mullida y poco azarosa, con desgracias corrientes y recompensas moderadas. Las emociones inusuales las recibía solo de películas, cómics y novelas. Por tanto es bastante normal, atendiendo al consejo de escribir sobre lo conocido, que muchas de las tramas que se me ocurrieran giraran sobre libros, bibliotecas y obras de arte.

 

Eso nos lleva al aglutinante de este conjunto de textos que usted, desocupado lector, tiene entre las manos: la bibliofilia, el coleccionismo, las vidas extrañas e intensas de muchos creadores… Ficciones sobre la ficción y su poder para fascinarnos, incluso enloquecernos, como bien sufrió en su caletre el ilustre hidalgo manchego. Sin pretenderlo, sin un plan establecido, sin darme cuenta de cuanto hacía, el libro y el deseo de poseerlo para desentrañar sus misterios se convirtió en una constante de mi narrativa, no exclusiva aunque sí importante».

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