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Libros publicados en 2003

La espada de fuego

La espada de fuego

Comentario:

 

La adquisición de la elitista editorial Minotauro por parte del Grupo Planeta supuso una auténtica revolución en el marco de la literatura fantástica y de ciencia ficción en España e iberoamérica. La operación introdujo una serie de incógnitas que, poco a poco y con carácter general, fueron decantándose del lado del aficionado. No sólo se mantuvo el sello símbolo de calidad, sino que se continuó la acertada política de bibliotecas de autor (Tolkien, Bradbury, Le Guin...) y se crearon nuevas colecciones para acoger las novedades a publicar, pudiendo disponer de toda la infraestructura comercial de este gigante editor a la hora de promocionar y distribuir de forma masiva estos productos. Este hecho, junto con fenómenos mediáticos como el aniversario de «El Señor de los Anillos» o «Harry Potter», y la influencia del séptimo arte, explican gran parte del actual auge de la literatura fantástica en nuestro país, especialmente la fantasía y fantasía épica.

 

Dado el potencial, la dirección de Minotauro decidió explorar nuevos mercados aún no hollados, como el de la publicación de autores autóctonos (1). «La espada de fuego» fue la novela elegida para comprobar si la literatura fantástica escrita por españoles podía competir con las de sus homólogos extranjeros. Para ello la editorial organizó una campaña de promoción sin precedente en el panorama fantástico español: innumerables presentaciones, entrevistas, apariciones, etc. Una multitud de actos en lugares clave de la geografía nacional, un despliegue sólo comparable con el otro gran éxito fantástico contemporáneo: «Memorias de Idhún», de Laura Gallego. El resultado es hoy de sobra conocido: éxito de público, miles de libros vendidos en sus diversas ediciones, ríos de tinta en medios escritos y electrónicos: webs, foros de opinión, listas de correo... Luego llegaría el Premio Minotauro y los logros experimentados por Javier Negrete se harían extensibles a otros autores, favoreciendo de paso al resto de editoriales del sector.

 

Pero, ¿es esta novela la obra de referencia que precisa la literatura fantástica española para recabar el prestigio que merece y conquistar los favores del gran público? Sinceramente y pese a sus muchas virtudes, creo que no. Desde luego, ha demostrado muchas cosas y marcado un antes y un después en la edición de género en España; aún así, carece del calado y proyección necesarios, pero, sobre todo, hundir sus raíces en la realidad autóctona para extraer lo universal de lo particular, la originalidad más allá de la excelencia en la copia de lo ajeno. Así las cosas, el libro ha pasado prácticamente desapercibido para el "stablisment" crítico del país, que me temo seguirá ajeno a las bondades de este modo de hacer literatura en tanto no se tope de bruces con la obra cumbre de un redivivo Borges o Cortázar. Pero quizá esté siendo demasiado exigente con una novela cuyo propósito, en definitiva, no es otro que entretener. En cualquier caso, fijados los parámetros de su edición, lo propio es hablar ya de la novela.

 

Derguín Gorión es un muchacho de extracción humilde, carácter noble y soñador, que anhela convertirse en Tahedorán, pues sólo un auténtico maestro de la espada puede empuñar a Zemal, la mítica Espada de Fuego. Cuando el último Zemalnit muere en extrañas circunstancias, el capitán de la Horda Roja Kratos May, tahedoran de máximo grado, debe escapar de la purga efectuada por sus propios compañeros. En su huída contrae una deuda de honor con un poderoso mago, que le pide a cambio adiestrar al joven guerrero. Pero Derguín y Kratos no son los únicos aspirantes a portar el arma más poderosa de Tramórea. En la ciudad de Koras siete guerreros se aprestan al desafío, entre ellos el traicionero príncipe Togul Barok, quien se hace acompañar del nigromante Ulma Tor. Y mientras la pugna sigue su curso, fuerzas oscuras conspiran para romper el frágil equilibrio que mantiene la paz entre los diferentes reinos, acaso preparando el retorno de los olvidados dioses.

 

«La espada de fuego» engloba en realidad dos libros: “Sueños de Acero” y “La jauka de la buena suerte”. Si el primero se centra en los esfuerzos del joven Derguín por convertirse en Tahedorán, presentando un entorno de marcado carácter juvenil y un ritmo moroso pese a algunos esporádicos combates, el segundo libro desarrolla la disputa por la Espada. Pese a sus múltiples escenas de acción (viajes por una geografía exótica, luchas, traiciones, rescates, revelaciones), posee un ritmo inconstante que, a la postre, supone su mayor defecto; ocurren quizá demasiados acontecimientos que tardan demasiado en ser explicados, surgen diversas líneas de acción que más que agilizar ralentizan la narración, aparecen algunos largos “flash backs” que hubieran quedado mejor como escenas del libro anterior. El desenlace, emocionante aunque abrupto, como si el autor tuviera prisa por terminar (2), encarrila la novela hacia su definitivo formato seriado.

 

No obstante lo anterior, y pese a su carácter de fórmula, es en esta novela donde Negrete demuestra -si cabe de forma más acusada- su impronta de redomado estilista. Hace gala de un lenguaje elegante, épico, de tal riqueza descriptiva que lo elevan muy por encima de los logros de la mayoría de sus compañeros de género. La profundidad de personajes, principales y secundarios, la inteligencia, emotividad e intensidad de su narrativa (como en ese excepcional paréntesis plagado de sensualidad que narra la historia de amor entre Derguín y una náyade), añaden verosimilitud a un mundo de por sí fantásticamente atractivo, émulo -eso sí- de tantos otros anglosajones.

 

La novela destaca además por el grado de elaboración de todos y cada uno de sus elementos constitutivos. Así, por ejemplo, el continente de Tramórea es un microcosmos de pequeños reinos, razas y costumbres, con lugares ocultos que aún conservan restos de un pasado altamente tecnológico (3). El Tahedo o arte de la espada se rige por unas reglas estrictas, entre las que destacan las tres aceleraciones ó Tahitéi (fórmulas secretas que aumentan la velocidad y agilidad durante un breve lapso de tiempo), utilizadas por los personajes en sus diferentes encuentros. Los kalagorinôr o magos forman un concilio que intenta manejar el destino de los hombres, que no es ajeno a las maquinaciones de nigromantes y otras fuerzas ocultas. El complejo sistema de creencias, presidido por una rica mitología (4), es herencia de un pasado sombrío en el que hombres y dioses se enfrentaron en cruenta lucha; aunque también florecen doctrinas esotéricas como la de los Numeristas (obsesionada con encontrar una correlación entre la aritmética, la naturaleza y la moral) o profecías de diverso tipo que vaticinan una gran y próxima conflagración.

 

La hibridación de géneros, signo de nuestro tiempo, permite a esta novela épica servir a los presupuestos de la fantasía juvenil (un personaje en crecimiento físico y moral, pasajes estereotipados que conducen a lecciones morales) e, igualmente, a la ciencia ficción (especialmente en su última parte). Por otro lado, las inevitables comparaciones con la magna obra de Tolkien se deben, básicamente, a razones de coincidencia genérica más que argumental, pues no en vano el viejo profesor inglés redefinió la moderna fantasía: el objeto de poder, el elegido, su falibilidad, la toma de partido de las diferentes fuerzas ante un enemigo poderoso, la división de líneas de acción para asegurar el éxito de la misión, el mago viajero o el mapa (elemento fundamental, pese a que se hubiera agradecido un mayor detalle del reino de Áinar donde transcurre la mayor parte de la acción).

 

Una novela tremendamente adictiva que acumula una auténtica legión de fans y cuenta con su propia página web. Su ejecución no desmerece la pluma de narradores contemporáneos de la talla de Merino o Somoza, por citar algunos nombres de reconocido prestigio, por lo que, como todo éxito moderno, posee ya su continuación en la esperada «El espíritu del mago». Pero eso será objeto de un nuevo comentario.

 

 

(1) Pese a algún que otro precedente, como «La montaña del origen» del argentino-español Daniel Alcoba.

(2) En el que comete el error de principiante de plantear una gastada adivinanza

(3) Absolutamente evidente en detalles como la existencia de zonas radioactivas, posiblemente debido a la caída de un ascensor espacial que provocó efectos similares a los de un invierno nuclear; la bóveda del tiempo donde la náyade Tríane aísla a Derguín para sanar sus heridas mediante nanotecnología; o que, cuando un mago muere, su syfron o conciencia estalla en un hongo atómico si no es traspasado a otro mago. La terminología se ha transmutado por otra oscurantista más propia de la magia, aunque sigue siendo perfectamente reconocible: restos de tecnología como carreteras, ciudades de metal, bibliotecas que atesoran libros impresos con fotografías e ilustraciones del sistema solar... o la doble pupila de Togul Barok, que le permite ver en frecuencias insólitas (infrarrojos), de sospechoso origen no humano.

(4) La influencia de la mitología clásica es un elemento capital en la narrativa Negrete, protagonista de obras como «Amada de los dioses» ó «La mirada de las furias». En el presente caso, Manígulat, rey de los dioses, adopta el papel de Zeus pues “protege a mendigos y viajeros, y en ocasiones baja a la tierra para comprobar que se cumplen sus preceptos de justicia y hospitalidad”; e Himíe, su consorte, se revelará ante cierto personaje para anunciarle que es el elegido por los dioses.

 

Valoración: 8

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