La conjura contra América
Título Original: The Plot Against America (2004)
Autor: Philip Roth
Editorial: Mondadori
Colección: Literatura, 275
Tipo de libro: Novela inédita
Fecha de publicación: Septiembre 2005
Precio: 21 €
Páginas: 448
Formato: Cartoné
ISBN: 84-397-1254-5
Premios: finalista del premio Xatafi-Cyberdark (2005)
Comentario:
La biografía oficial del escritor norteamericano Philip Roth señala que obtuvo el prestigioso premio Pulitzer en 1997 por su (extraordinaria y controvertida) novela «Pastoral americana», y al año siguiente recibió la Medalla Nacional de las Artes de la Academia Americana de las Artes y las Letras; ha sido dos veces galardonado con el National Book Award, además de otros premios como el PEN/Faulkner Award, el National Book Critics Circle Award, y un largo etcétera. Este eterno candidato al Nobel es uno de los principales representantes de la denominada “literatura judía” (obras escritas por autores judíos y que tratan principalmente sobre temas y personajes judíos). Inteligente, comprometido, inconformista, moralista, patriota... son algunos de los epítetos que comúnmente le son asignados y con los que, obvia decirlo, coincido plenamente.
En «La conjura contra América» Roth inaugura el subgénero o temática que podríamos denominar como autobiografía ucrónica, es decir, la narración de unas memorias basadas en anécdotas personales reales pero readecuándolas a un contexto de historia alternativa. Ficción o realidad, en el libro se aprecian abundantes elementos autobiográficos, una sinceridad a flor de piel y un intento por expiar viejos demonios del pasado mediante su plasmación al papel. Son recuerdos presididos por el temor, reflejo de las vivencias de un niño judío en un barrio humilde de Newark, Nueva Jersey, en la América de los años 40’. Estampa perfecta de una sociedad que debía afrontar los desafíos procedentes del exterior (el auge del fascimo y el comunismo, la Segunda Guerra Mundial) sin haber superado aún sus propios conflictos internos (vaivenes políticos, integración de minorías étnicas, etc.).
La narración ucrónica se inicia sin apenas preámbulo: en el segundo párrafo ya se señala que la Convención Republicana en Filadelfia ha designado como candidato a presidente al filo nazi Charles Lindbergh, un joven y audaz aviador que, a bordo del “Spirit of Saint Louis”, en la primavera de 1927 sobrevoló sin escalas el Atlántico desde Long Island a París en 36h y media. Una premisa no tan descabellada como en un primer momento pudiera parecer, puesto que Lindbergh -héroe nacional de fama internacional- tuvo en la realidad una corta pero intensa carrera política que se trastocó prematuramente; si hubiese perseverado (como su adversario en la ficción, Franklin Delano Roosevelt), quizá se hubieran dado las condiciones necesarias para haber disputado la Casa Blanca.
Pese a su pública simpatía por el régimen de Adolf Hitler (al que consideraba la mejor oposición a la expansión del comunismo en el mundo) y su presunto antisemitismo, la postura contraria a la intervención en la Segunda Guerra Mundial granjeó a “Lindy” el apoyo del mayoritario sector aislacionista, con el que logró dar un vuelco a las expectativas y proclamarse trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos de América. Pero la aplastante victoria electoral, lejos de clarificar el escenario político, ahonda si cabe aún más la división entre partidarios y detractores del nuevo presidente, lo que unido a la creciente ola de antisemitismo y una serie de medidas de “dispersión” de la comunidad judía (o “integración” dentro de la gran nación americana, en opinión de sus defensores, entre los que se cuentan no pocos judíos) provocan una crispación creciente que degenera en fuertes disturbios. Cuando la principal voz denunciante de la “conjura fascista” es acallada, el futuro de la democracia y la libertad en América se torna aún más incierto si cabe.
Este es, a grandes rasgos, el escenario de política-ficción descrito por Philip Roth en esta excepcionalmente lúcida novela. Afortunadamente, el autor trasciende este nivel para profundizar en el micro-cosmos de una familia –la suya- que padece las consecuencias del nuevo rumbo que toma el país, desarrollando una narración cercana, intimista y profundamente humana, con el propio escritor como personaje/testigo principal. Como corresponde a unas “memorias”, el tono narrativo se mantiene inalterable a lo largo del libro: es la mirada perpleja y sincera del niño que observa su entorno sin llegar a comprenderlo del todo, una perspectiva que se revela extraordinariamente efectiva para hacer partícipe de todo ello al lector.
Roth retrata con una precisión magistral el devenir de una familia progresista judía americana en la década posterior a la Gran Depresión. A través de la mirada del joven Phil conocemos a los restantes miembros del clan: Herman, su obstinado padre, idolatra la Carta de Derechos constitucional y sigue con especial intensidad cualquier noticia que afecte a los judíos en el mundo; su voluntariosa madre Bess, siempre dispuesta a sacrificarse por los demás; su hermano mayor Sandy, que defiende los beneficios de las medidas promulgadas por el nuevo presidente; el primo Alvin, que marchó a la guerra en Europa para combatir el nazismo y retornó trastornado y maltrecho; la vanidosa tía Evelyn, que se casó con un influyente rabino colaboracionista; el insoportable Seldon, hijo de unos vecinos en los que la desgracia se cebó particularmente; y, por supuesto, el propio Phil. Todos ellos, en conjunto, conforman un complejo entramado de relaciones, enriquecido con infinidad de detalles relativos a la vida cotidiana, laboral y social, al que se unen informaciones periodísticas sobre personalidades de relevancia pública estadounidense, artificio con el que logra transmitir una sensación de verosimilitud y plena inmersión en la citada época.
El escritor americano pone exquisito cuidado en huir del manierismo o el estereotipo (1) a la hora de ejercer de cronista de esta realidad ucrónica. América no es Europa y es evidente que a Roth no le interesa trasladar el escenario de campos de concentración, policía secreta y estado totalitario al nuevo continente, sino proponer una situación en la que el ascenso del fascismo en América fuera factible, para explorar sus posibles consecuencias. Es indudable que el joven Lindbergh era el candidato ideal, pues encarnaba los valores más elevados y tradicionales de la sociedad americana de su época: enérgico patriota, defensor de la familia, poseedor de un magnetismo personal, atractivo físico e individualismo emprendedor... (2), “un líder demócrata que obtuvo su cargo gracias a una victoria aplastante en unas elecciones imparciales y libres, y que no ha mostrado la menor inclinación por el gobierno autoritario”, en palabras del rabino Bengelsdorf. En esta tesitura, son los personajes quienes afrontan y toman realmente partido en función de sus intereses, experiencias y afinidades, lo que provoca momentos de tensión y de auténtica catarsis, como la experimentada finalmente por la familia Roth.
Si hay que encontrar un elemento discordante en la novela ése es la necesidad de buscar motivaciones externas y espurias que justificaran la trama filofascista. Es obvio que reflejar el secuestro –real- del hijo de Lindbergh y recurrir además a la influencia de los servicios secretos de las potencias europeas en guerra refuerza la credibilidad de la historia, pero parece más un mecanismo de exculpación del presidente americano en un país que idolatra la figura de su máximo mandatario que otra cosa, y además provoca el contraproducente efecto secundario de debilitar la premisa inicial. En todo caso, la Historia retorna a su cauce conocido tras un interludio alternativo que dura poco más de dos años: desde junio de 1940 a octubre de 1942, y culmina justo un mes antes del ataque japonés a Pearl Harbor, lo que posibilita la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. El apéndice final sirve de referencia para conocer exactamente donde finalizan los hechos históricos y comienza la parte ficticia de la narración, al tiempo que establece la semblanza de los personajes históricos que intervienen a lo largo del libro.
Por último, un apunte sobre la narrativa de Philip Roth. Como en sus anteriores novelas, el norteamericano prima la historia y el retrato de personajes sobre la brillantez de estilo, aunque esta vez prescinda de todo rastro de su característica ironía. Emplea un discurso inteligente y moderado, una prosa elegante y natural, aunque sobria, y una perspectiva histórica que se compenetra a la perfección con la visión subjetiva del narrador, repleta de pequeñas anécdotas domésticas que en sus expertas manos adquieren carácter universal. El resultado es un texto que se lee con la sencillez de un diario y la profundidad de un ensayo, un libro impecable -sin una sola errata, como corresponde a una editorial de tanto prestigio como Mondadori- que da pie a una larga y serena reflexión. Sin duda, uno de los mejores títulos de uno de los autores más interesantes y en forma del panorama literario americano.
Valoración: Notable alto