Las edades de la luz
Título Original: The Light Ages
Autor: Ian R. MacLeod
Editorial: La Factoría de Ideas
Colección: Solaris Ficción, 63
Tipo de libro: Novela inédita
Fecha de publicación: Julio 2005
Precio: 20.50 €
Páginas: 384
Formato: 23 x 15 cm. Rústica con solapas
ISBN: 84-98001471
Premios: Novela del año en Amazon (2003)
Comentario:
En un mundo alternativo en plena Revolución Industrial, donde las propiedades mágicas del éter han suplantado al vapor como fuerza motriz, sólo unos pocos adelantados son plenamente conscientes de la necesidad de una profunda renovación que dote de esperanza al futuro. Robert Borrows, un muchacho de los suburbios de una pequeña población industrial, escapa de un destino que aborrece y un hogar presidido por la tragedia familiar en busca de una oportunidad en la vida.
En un Londres alterado pero reconocible, traba amistad con un buscavidas llamado Saul que le enseña a sobrevivir en las calles, mientras trabaja como redactor en una pequeña rotativa revolucionaria. Poco a poco, la semilla del descontento popular se extiende revelando unas estructuras socio-económicas caducas e insostenibles, presididas por la desigualdad social: pobreza, desempleo, disturbios, represión, sindicalismo, socialismo... se gesta el caldo de cultivo de una revuelta social que acabe con los privilegios de los altos gremiales. En el día del solsticio de verano, centenario de la Tercera Edad, una gran concentración popular se da cita en Kite Hills (antigua Parliament Hills) para dar la bienvenida a una nueva Era, una época de cambios, esperanzas o desastres.
MacLeod construye una fantasía industrial de primer orden, una novela a medio camino entre la reconstrucción histórica y la fantasía. No estamos exactamente ante una ucronía o historia alternativa sino, más bien, un relato ubicado en un futuro atemporal (1) dotado de abundantes elementos «steampunk» y de la denominada «Weird Science Ficción». El Londres de «Las edades de la luz» recuerda por igual la actual city y la Nueva Crobuzón de China Miéville, un paisaje urbano caótico, industrial y deprimido, poblado de criaturas tan fantásticas y terribles como los cambiantes. Una novela que, no obstante, sin la presencia del éter y su multiplicidad de usos, podría pasar por una más que estimable narración ambientada en la Gran Bretaña de principios de siglo XX.
Pero MacLeod opta por plantear la intromisión de un elemento cuasi-mágico en un entorno costumbrista, llevándolo hasta sus últimas consecuencias y jugando constantemente con el paralelismo de la Historia. El escritor británico logra así una perfecta recreación de una sociedad neo-victoriana crepuscular (2), presidida por un capitalismo brutal y dotada de una rígida pirámide social que se tambalea ante los nuevos acontecimientos: los orgullosos gremiales luchan por mantener sus mezquinas prebendas, los “mercas” sin cualificación pugnan por las migajas del sistema, los denostados cambiantes ocultan su condición e intentan simplemente sobrevivir y los altos gremiales, ajenos a todo ello, se regodean en la molicie de su opulencia. De todos estos escalafones sociales encontramos ejemplos en el libro; modos de vida, formas de pensar y quehaceres que reflejan todo el esplendor y miseria de una época convulsa y clasista pero, a la vez, terriblemente atractiva.
Con la misma excepcional minuciosidad se trabajan los personajes, especialmente el protagonista. Sus alegrías, esperanzas y frustraciones son las mismas que las de la época que le ha tocado vivir, un mundo cargado de contradicciones, mentiras y falsas apariencias. El muchacho que deja atrás su pasado saltando a un tren en marcha no es el mismo que sufre las penurias de las calles londinenses a la manera de Oliver Twist; su periodo revolucionario, el coqueteo con la alta sociedad, la consiguiente frustración e intento de retorno a las raíces hacen evolucionar al personaje hasta inspirarle auténtica vida. En este proceso, dos hechos se revelaron trascendentales: la visita a una antigua casa-prisión para cambiantes donde conoce a la maestra Summerton y a la bella y enigmática Annalise, de quien se enamora perdidamente; y la visita a la factoría de éter donde los Borrows han trabajado por generaciones. De la mano de su madre cambiante y padre gremial, el joven Robert Borrows toma conciencia de una realidad por la que siente repulsión y atracción a partes iguales, y la necesidad de un compromiso por su parte.
El éter, indiscutible fuente de riqueza y poder, dotado de unas asombrosas propiedades que trascienden la física para responder a la voluntad humana y cuya manipulación puede provocar horribles malformaciones, es el elemento central alrededor del cual giran las vidas de todos los personajes. Pero el éter se agota, dejando como subproducto hielo de motor y un paisaje desolado por la industrialización. No es extraño que un aura de tristeza y nostalgia impregne las páginas del libro, anhelo de tiempos no necesariamente mejores pero sí más felices.
La historia, que descubrimos contada en pasado por un narrador que el lector no tendrá dificultades en reconocer, posee una cadencia lenta, introspectiva que, no obstante, mantiene la tensión adecuada a cada momento. Pese a unos inicios monocordes y algo aburridos, el británico plantea una excelente novela, dotada de una visión inteligente y enriquecedora, unos diálogos exquisitos y un lenguaje híbrido como las criaturas que describe. MacLeod toma lo mejor de la tradición literaria anglosajona, desde el realismo de Dickens a la preocupación social del citado Miéville, para demostrar que alta calidad literaria y literatura fantástica pueden ir unidas sin ningún tipo de subordinación. El resultado es una obra excepcional por ambición narrativa, originalidad de argumento, trascendencia... cuya traducción ha sabido reflejar la esencia del original y casi hacernos olvidar un tipo de letra en exceso reducido. Sin duda, una de las mejores ficciones del año cuya secuela, «Electricity», esperamos con verdadera ansia.
(2) Excepcional el capítulo dedicado a los moradores de Walcote House.
Valoración: Excelente