Evidentemente, «La casa de la Colina Negra» es una novela adaptada para un público juvenil pero, a diferencia de otros libros, es igualmente recomendable para un lector adulto. El autor planifica al detalle la estructura de escenas para que la acción se desarrolle con naturalidad, conformando un universo rico y atractivo mediante la combinación de arquetipos, convenciones de género y talento propio. El resultado es una narración adictiva que se lee en un suspiro
La casa de la colina negra
El género fantástico siempre ha estado presente en la literatura juvenil española. Escritores como Joan Manuel Gisbert y Jordi Sierra i Fabra en los 80’, César Mallorquí, Elia Barceló y Armando Boix en los 90’, o autores de la talla de Ana María Matute o José María Merino, han acompañado la imaginación de nuestros jóvenes en los recesos que les permitían sus tareas escolares. En los albores del siglo XXI, parece imponerse una cierta tendencia a la especialización de firmas dedicadas al juvenil. Así, los superventas extranjeros J.K. Rowling, Eoin Colfer, Philip Pullnam... en España se llaman Laura Gallego (trilogía de «Idhún» y «Crónicas de la Torre», SM), Santiago García-Clairac («El Ejército Negro», SM), Rafael Ábalos («Grimpow» y «Kôt», Montena), Joaquín Londáiz («Elliot Tomclyde», Montena) ó Maite Carranza («La guerra de las brujas», Edebé). Sin embargo, no faltan creadores cuyo universo literario les empuja dentro y fuera de este ámbito, como el caso del vitoriano José Antonio Cotrina.
Cotrina es un escritor de estilo depurado, capaz de registros muy diferentes (fantasía, fantasía oscura, ciberpunk, terror) que le han merecido diversos premios literarios: Alberto Magno en varias ocasiones, UPC de novela corta de ciencia ficción, Ignotus, Domingo Santos, etc. En cierto momento de su dilatada carrera decidió dar el salto al profesionalismo y, como paso casi obligado, probar el terreno juvenil. El resultado es este «La casa de la colina negra», una obra que en poco tiempo ha alcanzado una segunda reimpresión, hito nada desdeñable para tratarse del primer español que publica en Alfaguara Juvenil. Si la editorial de cabecera se distingue por su catálogo variado y selecto, el cuidado en la edición y la supervisión de elementos clave del entramado comercial, como la organización de entrevistas y ruedas de prensa con los medios de comunicación, el diseño de la campaña de publicidad o una destacada distribución en librerías, la colección Juvenil añade un plus en aspectos como un formato especialmente atractivo para su público objetivo y un precio realmente asequible.
La novela se inicia con la “nada sorprendente” aparición de un gran tiburón blanco en la piscina de Víctor, en su casa de la Colina Negra. Este hecho, que supone la irrupción del elemento sobrenatural en la realidad cotidiana ya desde la primera página, es tomado como presagio de que algo terrible va a acontecer. Claro que al vivir en una casa encantada donde tienen lugar cantidad de sucesos sorprendentes: apariciones súbitas de tiburones, espejos que reflejan lugares remotos, camas que se hacen solas, escaleras que cambian de lugar, estancias que modifican su decoración cada noche, fantasmas, monstruos, dragones y hasta una sombra traviesa que escapa del piano... es preciso un acontecimiento realmente insólito para sorprender al joven Víctor.
Porque Víctor es un muchacho muy especial. Nacido de la unión prohibida entre una hada guerrera y un mago humano, su existencia provocó una enorme conmoción en el mundo mágico de la Telaraña, dado que su sangre mestiza alberga el poder de convocar hechizos de la terrible Magia Muerta. Por ello, para salvaguardar la vida de su hijo, sus padres cortaron todo vínculo con el mundo feérico y se ocultaron entre los hombres asumiendo una apariencia de normalidad. Y mientras Víctor crece ajeno a su controvertido origen, afrontando los problemas propios de los chicos de su edad: los estudios en el instituto, los amigos, las chicas... los magos Arcontes lo buscan porque prefieren verlo muerto antes que asumir tan alto riesgo. En esta tesitura, un incidente va a precipitar los acontecimientos: los sicarios de un demonio del inframundo llamado la Sombra atacan al fantasma de una niña que se refugia en la Casa de la Colina Negra, quien custodia un objeto mágico de gran poder; Víctor y sus padres deben decidir entonces si reabren los vínculos con la Telaraña para ayudarla, lo que irremisiblemente acarrearía ser encontrados y enfrentarse a todos sus perseguidores.
Evidentemente, «La casa de la Colina Negra» es una novela adaptada para un público juvenil: frases breves, descripciones sencillas y visuales, abundante diálogo, claridad en el discurso, capítulos cortos que terminan en un giro inesperado, lenguaje accesible, ritmo ágil, personajes con los que empatizar, fantasía, imaginación, aventura... pero, a diferencia de otros libros, es igualmente recomendable para un lector adulto. El autor planifica al detalle la estructura de escenas para que la acción se desarrolle con naturalidad, conformando un universo rico y atractivo mediante la combinación de arquetipos, convenciones de género y talento propio. El resultado es una narración adictiva que se lee en un suspiro.
Uno de los recursos para atrapar la atención del lector es la existencia de detalles cotidianos con los que sentirse identificado. Los personajes tienen nombres corrientes: Víctor, Paula, Eduardo... y se mueven en un entorno reconocible: un pueblo, la ciudad, la estación de tren, el instituto. Por supuesto, hay ciertos elementos que facilitan la transición entre el mundo real y el mágico (por ejemplo, cuando Víctor se desplaza en tren hasta el instituto, la visión de una determinada fábrica establece la frontera), que son una forma de diferenciar las obligaciones del mundo real de la fantasía de los libros. Este realismo se enriquece de infinidad de toques oscuros (el fantasma de una niña asesinada que siente añoranza por la vida, las luchas de poder en el mundo feérico, la temible amenaza de la Magia Muerta), complejos (la capacidad de los sicarios de la Sombra para sentir empatía por sus propios compañeros, consideración tradicionalmente atribuida en exclusiva al bando del Bien) y adultos (Bernabé, el aventurero tío de Víctor, está enamorado de su madre). Sin olvidar, por supuesto, valores y enseñanzas morales como la familia, el hogar, la amistad, el amor, la sinceridad, el saber reconocer los errores cometidos y la responsabilidad sobre los mismos.
Por otra parte, en el texto aparece una constante de la narrativa de José Antonio Cotrina como es la reutilización de historias, objetos, ideas, que se repiten en otros relatos aunque sin llegar a constituir un mismo universo. Así, por ejemplo, la existencia de un mundo oculto al que sólo pueden acceder aquellos iniciados capaces de verlo es la trama principal de “Entre líneas”; la casa mágica con portales que conducen a otros lugares aparece en su novela corta “Lilith y la sonrisa de Salgari”, el fantasma de una niña muerta es el eje central de “La niña muerta”, y la búsqueda de tesoros fabulosos recorriendo una geografía inédita es el núcleo de la novela «Las fuentes perdidas». De forma similar, utiliza la Historia y la mitología, a las que no duda en poner a su servicio.
«La casa de la Colina Negra» cuenta con un desenlace trepidante que se desarrolla en varios cursos de acción paralelos. Pero esta casa mágica, convertida en auténtica protagonista, aún no ha desvelado todos sus secretos. En el próximo volumen, que actualmente se encuentra en fase de desarrollo, a buen seguro Víctor tendrá la oportunidad de ir conociéndolos al tiempo que descubre su propio poder innato. Promesas de nuevas emociones para esta más que interesante serie juvenil recomendable para chicos y grandes.