En esta novela Disch se muestra especialmente crítico con la institución eclesiástica, a la que convierte -por acción o inacción- en blanco de crudísimas denuncias. El juego de interrelaciones y dependencias que tiene por epicentro a Bryce permite a Disch construir esta novela atípica y comprometida, estructurada en base a escenas escabrosas en las que el clima se torna paulatinamente más morboso y el tono más oscuro e inquietante hasta la violenta catarsis final
El cura
Thomas M. Disch, el memorable autor de «Campo de concentración» (1968), «334» (1972) y «En alas de la canción» (1979), acaso sus obras más conocidas y cuya visión distópica es perfectamente compatible con la fantasía oscura y el terror de «El ejecutivo» (1984) y «Doctor en medicina» (1989), es un escritor controvertido, comprometido y siempre inconformista, un golpeador de conciencias y azote de totalitarismos que lo han convertido en una de las voces más radicales de la intelectualidad americana. Desde la década de los ochenta, ha ido espaciando cada vez más sus novelas y escasas antologías, para invertir su tiempo en libros de no ficción (especialmente poesía y teatro) y algunos muy interesantes ensayos sobre ciencia ficción, como «The Dreams Our Stuff Is Made of: How Science Fiction Conquered the World» (1998) y «On SF» (2005), donde refleja una visión muy crítica acerca del género (1).
La presente novela está fechada en 1994 y en ella queda perfectamente patente su descontento con el catolicismo (la jerarquía eclesiástica, el fanatismo religioso, la cruzada contra la herejía, el estigma del pecado, la hipocresía de la doble moral y las apariencias), los abusos sexuales a menores, la deshumanización, el egoísmo y egocentrismo que alienta nuestra sociedad, pero también la importancia capital que el autor concede a la identidad homosexual, al infierno personal en vida, a cierto tipo de capacidades innatas de la persona, preocupaciones ya presentes en títulos como «En alas de la canción» y que serán más obsesivas en «The Sub: A Study in Witchcraft» (1999) y la reciente «The Word of God: Or, Holy Writ Rewritten» (2008).
«El cura» narra la atormentada existencia de Patrick Bryce, un cura católico americano homosexual y alcohólico que ha perdido completamente la fe de Cristo y en sí mismo. Tiene un hermano gemelo, Peter, con el que apenas se trata y una madre aquejada de alzheimer que le confiesa al inicio de la novela que su padre no fue su auténtico progenitor. Bryce esconde un pasado pederasta, amparado por una Iglesia hipócrita y corrupta que le exime de purgar sus pecados (2) a cambio de encabezar una campaña pública anti-aborto cuya secreta intención es convertir un antiguo santuario en un centro de acogida forzosa para madres adolescentes solteras en riesgo de abortar. Pese a todo, Bryce no se arrepiente de sus acciones y da rienda suelta a sus perversiones hasta que es descubierto y chantajeado por un acólito de la nueva secta del receptivismo (3). Durante la penitencia forzosa, el dolor le conduce a la experiencia mística de la “transmentación” o traslación de la mente al cuerpo del obispo Silvano de Rochefort, prelado francés de Montpellier-le-Vieux que durante la Edad Media emprendió una cruzada contra la herejía cátara. A partir de entonces, cada vez con mayor frecuencia y duración, Bryce y el obispo experimentan episodios de desdoblamiento espacio-temporal en los que realidad y ensoñación se entrelazan de forma inextricable y dan lugar a todo tipo de transgresiones y crímenes execrables.
Disch se muestra en esta novela especialmente crítico con la institución eclesiástica, a la que convierte -por acción o inacción- en blanco de crudísimas denuncias. Para ello adopta la perspectiva de uno de sus miembros más desquiciados, alguien llamado a ejercitar la autoridad moral pero que traiciona la confianza depositada en su persona consumando prácticas aberrantes sin ninguna muestra de arrepentimiento. Contrariamente a lo que pueda parecer, el padre Bryce es un personaje complejo, fruto de una familia desestructurada, que sufre un marcado vacío existencial provocado por una vida errada y cuya notoria falta de carácter termina por condenarlo a una subsistencia gris, unido por inercia a la institución que lo aliena. La satisfacción temporal del deseo epicúreo reprimido se convierte así en su única finalidad, lo que deriva en su más absoluta indiferencia ante el futuro que lo aguarda, sea éste el escándalo, la cárcel o algo peor (en realidad, su único temor se reduce al hecho de ser denunciado y perder entonces la posición privilegiada que ostenta para seguir cometiendo sus tropelías).
Por supuesto, Bryce encarna los peores actos cometidos por miembros de la Iglesia Católica contemporánea al igual que Silvano de Rochefort hace lo propio con los de ésta durante la Edad Media (vejaciones, torturas, asesinatos por motivos políticos y/o religiosos), pero no son éstos los únicos personajes negativos que aparecen reflejados en el libro. De hecho, en el mismo afloran toda una galería de personajes que instrumentalizan el poder espiritual para proveer refugio a sus almas vacías, angustiadas y egoístas, desvelando un universo hipócrita en el que la moral es constantemente burlada por quienes se presume son sus mayores garantes: una madre que desatiende a su hijo para acostarse con otros hombres, un sacerdote que se conduce como un auténtico capo de la mafia, un jerarca eclesiástico que incurre recurrentemente en prevaricación, devotos feligreses convertidos en el brazo ejecutor de la Iglesia, y un largo etcétera. Pese a todo, Disch se permite equilibrar esta visión mezquina de la religión con el punto de vista agridulce de un sacerdote honrado (4) aunque impotente para cambiar el actual statu quo –que hace pensar en un trasunto del propio Disch- al que los sucesivos escándalos e intentos de ocultación por parte de la Iglesia no le dejan otro camino que el abandono de los hábitos.
El juego de interrelaciones y dependencias que tiene por epicentro a Bryce permite a Disch construir esta novela atípica y comprometida, estructurada en base a escenas escabrosas en las que el clima se torna paulatinamente más morboso y el tono más oscuro e inquietante hasta la violenta catarsis final, que tiene lugar en el monumental santuario “gótico” del beato Konrad de Paderborn. A partir de entonces la obra se resuelve en un plano sorprendentemente realista a la par que convincente, que permite explicar la extraña simetría infernal que preside los universos de Bryce y Silvano y revoluciona un argumento que hasta el momento, por qué no decirlo, estaba transcurriendo por unos derroteros bastante aburridos, moralistas y hasta esotéricos. El genio de Disch aparece al fin en el momento oportuno para elevar el interés y calidad de la obra, obligando al lector a su revisión desde una óptica inédita y más turbadora si cabe.
Existen bastantes razones para recomendar la lectura de este libro: su encarecida labor de denuncia, el convincente retrato de nuestra sociedad, la construcción de personajes atormentados, la naturalidad expresiva... y muy especialmente este contundente epílogo, que rememora a un clásico indiscutible del terror psicológico perteneciente al séptimo arte.
(1) Algún editor debería estimar ambas obras para su publicación en España
