«Curdy» presenta ciertamente tintes más oscuros de lo habitual en una novela adaptada para el público juvenil, aunque sin llegar a sobrepasar el límite de lo que viene a denominarse como “corrección política”. De hecho, pese a que la frontera entre Luz y Oscuridad sea difusa en algunos momentos próximos al final, el rasgo más destacado es posiblemente el acusado mesianismo de su protagonista, elemento reiterativo de la literatura fantástica para jóvenes
Curdy y la cámara de los Lores
Dentro de la colección Serie Infinita de Montena se dan cita numerosos títulos en los que la temática fantástica se entremezcla con el misterio, la aventura, la ambientación medieval y los personajes carismáticos, conformando una fórmula irresistible para los jóvenes lectores, máxime si viene avalada por firmas de éxito mundial como Eoin Colfer, Jonathan Stroud, Angie Sage, Jane Jonson o Justin Somper, entre otros. A este elenco de estrellas viene a sumarse Artur Balder, un joven escritor alicantino creador de novelas tan populares como «La piedra del Monarca» (Magic Rider, 2004), con más de 10.000 ejemplares vendidos, o la denominada Tetralogía de Teutoburgo: «El último querusco» (Inédita Editores, 2005) y «Liberator Germaniae» (Inédita Editores, 2006). Balder decidió extender las andanzas de dos personajes de su primera novela, el pelirrojo alquimista Curdy y el villano Aurnor el Nigromante, a una trilogía propia pero con un tratamiento más oscuro y adulto. Así surgió este primer volumen, «Curdy y la Cámara de los Lores»:
En la Inglaterra del año 1099, el joven aprendiz Idruk Maiflower espera impaciente la noche de su decimocuarto cumpleaños para convertirse en uno de los iniciados de la Hermandad de Alquimistas de Wilton. Pero su ceremonia de iniciación es interrumpida por un suceso macabro: en la abadía de Westminster ha sido hallado el cadáver de un fraile con evidentes signos de magia negra; Idruk se ve obligado a acompañar al maestro Luitpirc a Londres, donde descubre que este asesinato es uno más en una larga cadena de muertes íntimamente ligadas con la secreta y milenaria lucha por el poder entre la Orden del León Rojo –integrada por caballeros templarios, magos y alquimistas- y la tenebrosa Orden del Dragón, bajo la que se alinean la temible Cámara de los Lores dominada por Aurnor y las fuerzas oscuras de los voivodas o no-muertos comandados por el sanguinario Ardlúk (1).
La Orden del Dragón ha descubierto una nueva arma, el fuego de Aurnor, capaz de destruir el poder de magos y alquimistas. Se inicia así una terrible persecución que tiene como objeto el exterminio de toda criatura mágica que no se someta al poder del Nigromante o al de su esbirro Lord Malkmus de Mordrecq, sumo inquisidor de Inglaterra. La única esperanza del bando de la Luz se encuentra en la Comarca Secreta, en la celebración del Concilio de Magonia que reúna a las fuerzas del Monarca en torno al castillo de Hexmade. Apenas queda tiempo para preparar la estrategia antes de que estalle una batalla mágica como nunca ha tenido lugar en los reinos ingleses, y el joven Curdy está destinado a desempeñar un papel decisivo en la contienda.
«Curdy y la Cámara de los Lores» presenta ciertamente tintes más oscuros de lo habitual en una novela adaptada para el público juvenil, aunque sin llegar a sobrepasar el límite de lo que viene a denominarse como “corrección política”. De hecho, pese a que la frontera entre Luz y Oscuridad sea difusa en algunos momentos próximos al final, a pesar de las persecuciones, combates, muertes y otros actos de violencia (no demasiado explícita), el rasgo más destacado de la novela posiblemente es el acusado mesianismo de su protagonista, elemento reiterativo de la literatura fantástica para jóvenes. Curdy es un antihéroe que inevitablemente termina asumiendo el rol de elegido. Un muchacho impulsivo, inteligente y aventurero, que se siente de alguna forma diferente y debe emprender un viaje iniciático en el que superar las pruebas que le depara el destino; un personaje atractivo con el que el lector adolescente puede sentirse plenamente identificado.
El argumento se ubica dentro de las luchas por el poder entre los invasores normandos y el pueblo anglosajón, ligeramente deformadas por la presencia de la magia. El rey normando William Rufus controla la Cámara de los Lores, y a través de ella ha forzado una alianza de las Casas Nobles de alquimistas en contra de las órdenes inferiores, a las que declara proscritas; para ocultar el exterminio a ojos de los ignorantes hombres se instaura la Gran Inquisición (2). Desgraciadamente, esta atractiva ambientación sociopolítica queda siempre como telón de fondo, sin llegar a trascender a la trama principal o a los personajes, y, lo que es peor, es introducida a través de explicaciones puente que interrumpen frecuentemente la acción.
Porque el interés principal de Balder se centra en la historia y el ritmo, aunque sin descuidar la narración y caracterización de personajes, en especial el protagonista absoluto Curdy. El autor alicantino demuestra en cada pasaje una imaginación fecunda, intercalando descripciones cada vez más sólidas cuando la trama lo permite y dosificando la tensión y el misterio para desembocar en un desenlace épico y emocionante. Emplea para ello un estilo sencillo y dinámico, un lenguaje accesible, múltiples cambios de escenario, abundante diálogo, clichés y estereotipos, diversos elementos de fidelización y todo tipo de referencias a la Historia y mitología anglosajona. El resultado es un relato lleno de acción, magia y aventura, con personajes atractivos, sociedades secretas, pactos diabólicos, acertijos, mapas, mitos, leyendas, templarios, alquimistas, brujas, inquisidores, elfos, vampiros... y un gran secreto que cambiará para siempre el rumbo de la historia.
«Curdy y la Cámara de los Lores» es un libro que desprende no obstante un intenso aroma a mesianismo y determinismo (todo obedece a un plan predestinado; si no existe el libre albedrío, entonces ¿para qué esforzarse?), además de un clasismo no demasiado soterrado (el Elegido recuperará al final la posición de poder que le corresponde; las criaturas mágicas: elfos, enanos, trolls... sirven con gusto a sus amos humanos). Evidentemente, no todos los libros para jóvenes han de inculcar valores morales sino que muy bien pueden obedecer a criterios exclusivamente lúdicos, escapistas; por otra parte, a pesar de un argumento que retrotrae sin pudor a otras sagas fantásticas (3), «Curdy» es, sin duda, un formidable relato pleno de emocionantes sorpresas que a buen seguro hará las delicias de cuanto lector, veterano o novel, se acerque al mismo.
Conviene precisar, además, que esta primera parte de la historia de Curdy no es auto-conclusiva. Muchas de las tramas quedan abiertas a un desarrollo posterior, se cierran apresuradamente algunos hilos y (aún) no se aprovechan personajes tan interesantes como Clodoveo, el monstruoso fraile benedictino aliado de la sombra. Por lo demás, un volumen perfectamente editado en cartoné, que incluye de regalo un CD-ROM de música clásica. Todo un detalle para estas fechas navideñas.