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Libros publicados en 2008

A barlovento

El británico Iain M. Banks es uno de esos escasos escritores capaces de alternar con notable éxito la narrativa de ciencia ficción con la literatura general. «A barlovento» no es, precisamente, el mejor título de la serie de La Cultura, pero Banks demuestra sus dotes de imaginativo narrador al servicio de un texto cuyo propósito fundamental es entretener, aunque sin descuidar la exploración de algunos aspectos relevantes.

A barlovento

El británico Iain M. Banks es uno de esos escasos escritores capaces de alternar con notable éxito la narrativa de ciencia ficción con la literatura general. Conocido por los amantes del género por sus obras pertenecientes a la serie de La Cultura, uno de los escenarios más excepcionales de la Space Opera o aventura espacial, ha publicado además varias arriesgadas novelas a medio camino entre el realismo y el terror -«La fábrica de avispas» y «El puente», entre otras, que firma como Iain (sin “M”) Banks- que le han deparado el favor del público lector especialmente en Reino Unido y Alemania. «Pensad en Flebas» (1987) fue el primer título de su famosa serie, y pronto le siguieron «El jugador» (1988), «El uso de las armas» (1990), «Excesión» (1996) e «Inversiones» (1998), todas publicadas en España por La Factoría de Ideas. «A barlovento» (2000) supone la penúltima entrega de la saga, a la que habría que añadir «Matter» (2008) y la antología «The State of the Art» (1989), ambas anunciadas para publicación en el mismo sello.

 

Sin duda, el mayor atractivo de la serie reside en la vastedad de la propia Cultura: una colosal y exótica civilización estelar formada por una decena de razas galácticas que comparten intereses comunes, en donde tienen lugar intrincadas tramas políticas y no pocos desafíos que ponen a prueba el delicado equilibrio de poder, todo ello aderezado con grandes dosis de aventura y abundante humor. Gracias a su extraordinario nivel tecnológico y riqueza material, La Cultura gobierna con benevolencia a sus más de 32 trillones de ciudadanos, entre humanos, ex humanos, alienígenas, inteligencias artificiales autoconscientes (conocidas como Mentes), drones (androides) y otros seres inteligentes; en su mayoría ociosos ciudadanos que dedican su existencia a poner en riesgo sus vidas practicando deportes extremos o probando la última y revolucionaria sensación del momento. En este colosal entorno se dan cita todo tipo de maravillas tecnológicas: hábitats artificiales (orbitales) capaces de albergar a millones de personas, inteligencias artificiales que comandan naves espaciales, ecosistemas poblados de exóticas y complejas exobiologías, enormes organismos que contienen en su interior una megafauna completa, dispositivos capaces de almacenar la personalidad en una copia de seguridad, máquinas que reproducen la mente de individuos muertos, alteraciones corporales –como, por ejemplo, adoptar un cuerpo simiesco para adaptarse mejor a un entorno arbóreo-, etc, etc, etc.

 

En la presente novela, la acción se sitúa en el orbital de Masaq, un mundo artificial con forma de brazalete administrado por una inteligencia artificial llamada Centro. La célebre política de injerencia de La Cultura en otras sociedades alienígenas, aunque de propósito altruista, provocó en el sistema Chel una guerra fraticida y el cese bilateral de relaciones a perpetuidad. Ochocientos años después, un emisario procedente de ese planeta está a punto de llegar al espacio humano para intentar reunirse con un exiliado de su mundo, un compositor de fama universal y carácter hipocondríaco llamado Ziller. Kobe Ischloear, embajador de los homomdanos, y un dron de contacto llamado E.H. Tersono intentarán limar diferencias para que el encuentro pueda finalmente tener lugar, pese a que Ziller sospecha que el agente chelgriano es en realidad un asesino. Mientras, Centro ultima un magno concierto creado ex profeso por Ziller para conmemorar el final de la guerra, con el que espera no sólo divertir a los 50.000 millones de ociosos ciudadanos del orbital sino, sobre todo, servir de acto de contrición y gesto de buena voluntad de cara a un posible desbloqueo de relaciones. Pero lo que muy pocos conocen es que el agente chelgriano acude con un personal deseo de venganza y oculta en su cuerpo bombas con capacidad suficiente para destruir completamente el orbital.

 

La luz de antiguos errores –título mucho más sugerente que el propuesto en portada- corresponde a la explosión de dos soles del sistema Chel y la consecuente muerte de miles de millones de seres. Esa luz, que ha viajado a velocidades relativistas durante los ochocientos años transcurridos desde el final de la guerra, sirve de inspiración para el concierto de Ziller y su llegada al orbital de Masaq marcará el momento culminante de las diferentes subtramas de la novela (además de las citadas, habría que sumar otras menores como las correspondientes al pasado del agente chelgriano Quilan y el erudito Uagen Zlepe, que investiga la mega fauna de los behemotauros dirigibles).

 

«A barlovento» no es, precisamente, el mejor título de la serie. Por supuesto, podemos encontrar muchos elementos capaces de despertar el sentido de la maravilla (y, a veces, provocar el conocido “shock del futuro” del que hablaba Alvin Toffler), pero el argumento queda lejos de los primeros títulos, la caracterización de personajes es demasiado burda y se recurre en exceso al cliché (especialmente en las primeras páginas del libro, que tratan sobre la Guerra de las Castas en la que Quilan perdió a su mujer, el encuentro de Uagen Zlepe con el agente de Circunstancias Especiales, y un largo etcétera). Hay partes del libro que sencillamente no aportan nada al entramado global y parecen estar ahí por el único motivo de intentar provocar sentido de la maravilla, la trama discurre más por el terreno de la concatenación de anécdotas que de la construcción de un auténtico argumento y sobran soporíferas disquisiciones filosóficas sobre sociopolítica, guerra, idiosincrasia cultural; en este sentido, el capítulo 5 es completamente superfluo.

 

Pese a estas carencias, Banks demuestra sus dotes de imaginativo narrador al servicio de un texto cuyo propósito fundamental es entretener, aunque sin descuidar la exploración de algunos aspectos relevantes como el choque cultural entre el utopismo cientifista propugnado por La Cultura y el sistema basado en castas de Chel (cuya mentalidad se asemeja sospechosamente a nuestra sociedad actual), o el mensaje optimista de una humanidad futura que comparte la galaxia con otras civilizaciones en pacífica armonía y respetuosa comunión con la naturaleza. Una novela cuyos inicios probablemente provoquen ciertos reparos a quien no sea amante de la ciencia ficción “dura” pero que, una vez superados, cualquier lector de género podrá disfrutar.

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