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Libros publicados en 2009

Memorias de un hombre de madera

Andrés Ibáñez elabora un texto de carácter trascendente y tono melancólico, no debido a la nostalgia del pasado sino al anhelo de aquello que nunca sucedió. Pensamientos y reflexiones sobre la levedad de la vida, el valor de los recuerdos, la necesidad de armonía, la esperanza en el futuro, la fe en uno mismo y, sobre todo, el poder del amor. El madrileño demuestra ser un escritor culto y sensible, dotado de un alma soñadora, espiritual e idealista. Pero también posee oficio y dotes de excelente narrador, capaz de encandilar al lector con la calidez de su prosa, la familiaridad íntima de las situaciones descritas y la plácida fluidez de una narración lineal salpicada de esporádicos diálogos.

Memorias de un hombre de madera

El premio Tristana es, tras el Minotauro de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica, el galardón más importante de género fantástico en nuestro país, al menos en cuanto a cuantía económica se refiere: 9.000 euros. Sin embargo, es un perfecto desconocido entre los aficionados al género, quizás por su novedad pero sin duda también por su escasa promoción entre el citado colectivo. El premio, organizado por el Ayuntamiento de Santander y de carácter bienal, tiene por finalidad promover el cultivo de la narrativa fantástica con calidad literaria y sentido innovador; los galardonados anteriores han sido Yolanda Soler Onís por «Malpaís» (DVD Ediciones, 2003), José María García Hernández por «Desenmascarar a Kavarokios» (2005) y Manuel Moyano por «La coartada del diablo» (2007), los dos últimos publicados por la editorial palentina Menoscuarto Ediciones.

 

El jurado de su IV edición, presidido por el escritor y académico José María Merino, decidió declarar ganadora a la obra «Memorias de un hombre de madera» del madrileño Andrés Ibáñez. Ibáñez es colaborador habitual de los suplementos culturales del diario ABC y Revista de Libros y cuenta en su haber con las novelas «La música del mundo» (1995), Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España, las también fantásticas «El mundo en la Era de Varick» (1999) y «La sombra del pájaro Lira» (2003), y la juvenil «El parque prohibido» (2005). Su libro de relatos «El perfume del cardamomo» obtuvo el premio NH de relatos inéditos en 2008. Pese a este bagaje, puede dedcirse que es un autor poco conocido para el aficionado, posiblemente por haber publicado en colecciones no especializadas.

 

«Memorias de un hombre de madera» narra la vida de Esteban, un hombre solitario que profesa una vida anónima y monótona. Ebanista de profesión e interesado en la filosofía, se deja arrastrar por la curiosidad que le suscita un anuncio de periódico en la sección de esoterismo y entra en contacto con el Club de Buscadores de la Montaña, un grupo de procedencia heterogénea dedicado al conocimiento interior. El grupo es liderado por un singular Maestro, un argentino llamado Sebastián Hirschner que gusta disertar sobre cuestiones elevadas del espíritu y someter a sus discípulos a las más variadas terapias de crecimiento personal, autoconciencia e iluminación. Esteban conoce allí a Matilde, por quien comienza a sentir un profundo amor casto de hombre célibe, al tiempo que los encuentros filosóficos profundizan sus dudas acerca del sentido de la vida, del hombre y la realidad, y que en gran medida comparte también con su amigo Sabino, un librero comunista, y Julián, el marido de Matilde. Pero, por alguna ignota razón, Esteban prefiere ocultar a todos su verdadera identidad, un misterio que se revelará relacionado con el enigma que entraña el ser humano.

 

Andrés Ibáñez elabora un texto de carácter trascendente y tono melancólico, no debido a la nostalgia del pasado sino al anhelo de aquello que nunca sucedió. Pensamientos y reflexiones sobre la levedad de la vida, el valor de los recuerdos, la necesidad de armonía, la esperanza en el futuro, la fe en uno mismo y, sobre todo, el poder del amor. De las sensaciones que provocan nuestros actos más cotidianos y el extrañamiento ante el despertar a la vida, a la sexualidad y al amor.

 

El madrileño demuestra ser un escritor culto y sensible, dotado de un alma soñadora, espiritual e idealista. Pero también posee oficio y dotes de excelente narrador, capaz de encandilar al lector con la calidez de su prosa, la familiaridad íntima de las situaciones descritas y la plácida fluidez de una narración lineal salpicada de esporádicos diálogos. Su notable claridad expositiva se ve enriquecida mediante el empleo de un vocabulario amplio, abundante en palabras hermosas, y su virtuosismo le permite completar frases de dos páginas de extensión repletas de enumeraciones, sin llegar a agotar su imaginario ni perder el hilo conductor del discurso en las habituales digresiones. Un autor que parece inclinado hacia el misticismo –en su biografía consta que durante su estancia en Nueva York se dedicó intensamente al estudio y práctica del yoga, así como las tradiciones chamánicas de América-, que introduce en la novela detalles sobre su propia obra y se retrata (parcial o completamente) en uno de los personajes, Julián, escritor cuyo éxito en la vida no parece hacerle olvidar su exacerbado deseo de triunfo profesional.

 

Debo advertir que durante buena parte del libro la trama parece discurrir por derroteros próximos a la ideología New Age; tal vez desde una óptica algo desencantada pero que, en todo caso, nada tiene que ver con la literatura fantástica. Afortunadamente, en el último cuarto se produce un brusco giro argumental hacia postulados propios de la literatura de ciencia ficción. Pero se trata de una ciencia ficción diferente, acaso inédita en las letras españolas, pues no se basa en ideas especulativas sino en la descripción de sentimientos y sensaciones. Un consejo: léanla con la mente abierta, tal vez se sorprendan; no por su argumento, pero sí por su especial tratamiento humano que, salvando las distancias, puede llegar a recordar a «Nunca me abandones» de Kazuo Ishiguro. El desenlace, poético y emotivo, supone una honda reflexión sobre la esencia del ser humano trasladable a cualquier época y lugar.

 

Andrés Ibáñez es un claro ejemplo de la existencia de una literatura fantástica española de calidad, accesible para un público amplio y perfectamente defendible allende las fronteras del género. No se la pierdan.

 

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