«La red de Indra» constituye un loable intento por parte de Juan Miguel Aguilera por acercar la temática de ciencia-ficción a un público más amplio. La fórmula elegida, el technothriller, había sido experimentada con anterioridad, pero se trata de un technothriller sólo a medias por cuanto a una primera mitad claramente escrita siguiendo el formato del Bestseller sigue una segunda parte en la que se despliegan las herramientas habituales del género que, en el caso de la narrativa de Aguilera, significa un ambicioso marco tecnológico, arriesgadas teorías científicas, un desbordante sentido de la maravilla y un desenlace épico y trascendente para la raza humana
La red de Indra
«La red de Indra» constituye un loable intento por parte de Juan Miguel Aguilera por acercar la temática de ciencia-ficción a un público más amplio. La fórmula elegida, el technothriller, había sido experimentada con anterioridad y cierto éxito por algunos escritores españoles contemporáneos, como José Carlos Somoza -«Zigzag» (Plaza&Janés, 2006)-, Antonio Gómez Rufo -«La noche del tamarindo» (Planeta, 2008)-, o Enrique Moriel -«El candidato de dios», (Booket, 2009)-; por citar sólo algunos ejemplos. Pero, en este caso, se trata de un technothriller sólo a medias, por cuanto a una primera mitad claramente escrita siguiendo el formato del Bestseller –personajes estereotipados, una ambientación reconocible, acción a raudales y una trama sencilla que no ofrece dificultad alguna al lector- sigue una segunda parte en la que se despliegan las herramientas habituales del género, que en el caso de la narrativa de Aguilera significa un ambicioso marco tecnológico, arriesgadas teorías científicas, un desbordante sentido de la maravilla y un desenlace épico y trascendente para la raza humana.
Pero vayamos por partes. La historia da comienzo cuando el coronel Jim Conrad del Departamento de Defensa de los Estados Unidos se desplaza hasta la Universidad de Barcelona para invitar a su ex mujer, la investigadora y experta en física cuántica Laura Muñoz, a participar en un proyecto de alto secreto. Un satélite militar estadounidense ha descubierto un objeto enterrado a gran profundidad en la meseta Laurentina canadiense, una enorme geoda de diamante carbonado de dos kilómetros de diámetro y dos mil millones de años de antigüedad -una época en la que sólo habitaban en la Tierra algas y bacterias unicelulares-, para la que los científicos no encuentran explicación natural alguna. Los análisis confirman que esta geoda perfecta alberga en su interior un objeto de masa superdensa, un posible agujero negro enterrado por una civilización muy avanzada tecnológicamente. Junto a otros científicos que conforman el equipo de investigación, Laura y su joven ayudante Neko se aprestan a explorar los misterios que encierra el Artefacto y que podrían conducir a la obtención de energía prácticamente infinita; pero desvelar el secreto implica abrir la caja de Pandora y, tal vez, dejar libre un poder destructor capaz de hacer desaparecer a la Tierra. ¿Es posible resistir un desafío así?
Aguilera plantea un enigma sumamente atractivo, un misterio de proporciones colosales que comprende asuntos que interesan y preocupan hoy en día -una posible solución para la crisis energética, un descubrimiento tecnológico sin precedentes, posibles restos de una civilización desconocida- con el que atrapa la atención del lector desde el primer momento. Se trata de un argumento sencillo pero respetuoso con la ciencia y el conocimiento científico (algo, paradójicamente, no demasiado habitual en un technothriller), al que suma una trama paralela de investigación criminal -Conrad descubre que existe un traidor en sus filas que está exterminando a sus hombres- y, por si esto fuera poco, añade motivaciones personales y graves problemas de salud en uno de sus protagonistas, con lo que intenta dotar de dimensión humana a los personajes siguiendo el ejemplo de escritores como Robert J. Sawyer en novelas como «El experimento Terminal» y «Factor de humanidad». Por otra parte, se ha comentado en diversos foros las coincidencias de argumento entre esta novela y «Esfera» de Michael Chrichton, pero lo mismo podríamos decir de «La noche de los tiempos» del francés de René Barjavel, o incluso «Stargate»; similitudes, en cualquier caso, evidentes aunque circunstanciales por cuanto se trata de obras muy diferentes.
El libro aprovecha para hablar del estado del arte de la ciencia, lo que excede el límite del technothriller para adentrarse en el terreno de la divulgación científica (de hecho, en algunos momentos la novela se antoja una forma novelada –aunque muy bien integrada narrativamente- de divulgar la ciencia), en especial conceptos de astrofísica y física cuántica pero también ideas que se encuentran en el límite (o incluso más allá) de la física teórica y se deslizan peligrosamente hacia terrenos de la fantasía científica y el deseo de un cosmos en armonía (véase la Teoría del Punto Omega formulado por el jesuita Pierre Teilhard de Chardin, que a grosso modo viene a decir que las mentes/almas de todos los seres vivos renacerán en un único punto en el momento final del universo; o la Hipótesis de Gaia, un planeta vivo que interrelaciona con todas sus criaturas). No en vano la novela se titula, precisamente, «La red de Indra», que según la cosmología hindú está compuesta por una maravillosa red de cuerdas de seda que se extiende en todas las direcciones y en cada intersección contiene una perla que refleja al resto de perlas de la red; la analogía con el concepto metafísico de universo interconectado es más que evidente.
Este nivel de lectura puede suponer un escollo difícil de salvar para el lector habituado al Bestseller (o para determinados aficionados a la ciencia ficción), que no cuenta con la ayuda de los consabidos efectos especiales propios del séptimo arte capaces de traducir ideas en imágenes y acción. Afortunadamente, existe otro nivel más básico y argumental, aquel que tiene que ver con la aventura y el descubrimiento. Porque esta historia, como todas las anteriores de este extraordinario escritor valenciano, no deja de ser, en esencia, una novela de viajes en la que se alternan diferentes escenarios, épocas, personajes y técnicas narrativas. Un choque de culturas donde la sociedad más atrasada tecnológicamente puede interpretar como magia aquello que su ciencia no llega a comprender.
Aventura y emoción aseguradas, pues, gracias al buen oficio del narrador, que emplea un lenguaje más simple de lo que en él es habitual, una caracterización de personajes basada en el estereotipo y una estructura en capítulos breves que concluyen en pausas climáticas. Una escritura rápida y visual, funcional pero escasamente literaria, en la que predomina el diálogo y la dosificación de la información como recursos para crear atmósferas y tensión narrativa. El resultado obtenido dista de ser una de las mejores obras del autor: una trama demasiado lineal, que abusa de las situaciones estereotipadas, de las justificaciones forzadas, de los momentos para el (prescindible) melodrama… sin olvidar la gran cantidad de erratas halladas en el texto, como si nos encontrásemos ante una versión sin revisar (algo insólito en una edición de Alamut). Por fortuna, permanece intacta su brillante capacidad para la descripción de ambientes exóticos y su innato sentido de la maravilla, que conducen a un desenlace de una alta densidad especulativa que a buen seguro satisfará las expectativas de sus lectores más fieles.
Para finalizar, cabe señalar que el libro incluye algunas referencias a novelas clásicas de la ciencia ficción –es especialmente significativo el homenaje final a «La máquina del tiempo», de H.G. Wells-, y no pocos guiños y chistes privados dirigidos al lector de género (el personaje de Neko puede tomarse como una idealización del friki por excelencia); además, Aguilera se toma la molestia de adecuar el formato del technothriller a nuestros referentes culturales.
En definitiva, «La red de Indra» es una novela si bien no perfecta sí repleta de interés, que explora una vía -el technothriller- que merece la pena ser más explotada por los escritores de género por las posibilidades de acercamiento a un mayor público potencial que ofrece. Un título “de largo recorrido” por cuanto un año después de su publicación ha obtenido el premio Celsius a la mejor novela de fantasía, ciencia ficción o terror de la Semana Negra de Gijón y está nominada al Ignotus y al premio francés Utopiales 2010 que se fallan a finales de año. El libro se completa con el relato corto "Todo lo que un hombre puede imaginar", una de las escasas muestras del autor para la ficción breve, rescatada para la ocasión por su estrecha relación con esta historia.
"Todo lo que un hombre puede imaginar", de Juan Miguel Aguilera
El joven Teilhard de Chardin visita al anciano Jules Verne en su retiro parisino. Profundo admirador de su capacidad visionaria, Chardin invita al escritor francés a salir de su enclaustramiento y experimentar por sí mismo la aventura de descubrir un nuevo mundo, como si de uno de sus personajes se tratara.
Un encuentro que no fue pero podría ser. Dos personajes por los que Aguilera siente una profunda admiración y respeto por compartir con ellos una visión optimista de la ciencia y los hombres. Un Verne (apodado “el gigante de la imaginación”) que ya había dado lo mejor de sí y se muestra molesto por el moderado éxito de su obra entre sus contemporáneos de la Academia. Un relato que depara estilo, interés, buenos personajes y, por supuesto, un profundo sentido de la maravilla.
Valoración: Muy Interesante