Vaquerizo escribe un fantástico culto, y es uno de los mejores estilistas con que cuenta la ciencia ficción española actual. Un narrador con vocación literaria que se prodiga en relatos intimistas y complejos, y cuyo estilo excede los habituales límites del género. En esta ocasión nos ofrece una trágica y bella historia de amor a través del tiempo -amor físico pero también espiritual, ligado a la búsqueda del conocimiento y en favor de la razón-, enmarcada en las postrimerías del mundo clásico.
La última noche de Hipatia
Alejandría, a finales del siglo IV d.C. La mayor urbe de su tiempo, tras Roma y Constantinopla. Un vibrante, caótico y decadente crisol de influencias griegas, egipcias, romanas, cristianas, bizantinas y de otros pueblos como el judío y el persa. Una mezcolanza inestable pero armoniosa de gentes, ideas, dioses, arquitectura, olores y sabores. Un hervidero de revueltas sociales y religiosas, una ciudad donde brilla el saber y el comercio, que guarda maravillas como el majestuoso Faro y su gran Biblioteca, último bastión del conocimiento antiguo. Alejandría, en un momento en el que la floreciente fe cristiana –plagada de cismas y herejías- asume el rol de religión oficial del agonizante imperio romano e impone su omnipresencia en la vida política, social, cultural y económica.
A esa ciudad cosmopolita, fundada por el gran Alejandro Magno junto al delta del Nilo y el abrasador desierto, llega una mujer que viste ropas de hombre. Marta no es hija de ese tiempo sino que nació en pleno siglo XXI en una sociedad en permanente conflicto. Bajo su disfraz de novicio que solicita instrucción en la Academia regida por la filósofa y matemática Hipatia, se esconde una reputada historiadora con una vida consagrada al estudio y el trabajo pero vacía de calor humano, alguien a quien un proyecto de investigación brinda la oportunidad de encontrar su lugar en el mundo. Pero el tiempo de dicha para Marta es finito, y con la seguridad de quien conoce su destino afronta la inmortalidad mientras rememora los aciagos acontecimientos que habrán de suceder.
Eduardo Vaquerizo, autor de la excelente «Danza de tinieblas», nos ofrece una trágica y bella historia de amor a través del tiempo -amor físico pero también espiritual, ligado a la búsqueda del conocimiento y en favor de la razón-, enmarcada en las postrimerías del mundo clásico, en aquellos azarosos días previos a la larga oscuridad medieval que sumió a occidente en la ignorancia y el fanatismo secular. Un libro cuyo argumento bien podría interesar no sólo al aficionado a la literatura fantástica y la ciencia ficción sino también al lector de novela histórica y, de hecho, el texto de contraportada juega hábilmente con la ambigüedad. Una obra que, además, hizo su aparición al rebufo del largometraje «Ágora» de Alejandro Amenábar, con quien obviamente comparte protagonista histórico aunque Hipatia sea un personaje que aquí no aparece hasta promediada la novela. Un libro en ese sentido oportunista, aunque su intención y trama sean claramente diferentes y mucho más cercanos a los de, por poner un ejemplo, «El libro del día del Juicio Final» de Connie Willis.
Vaquerizo escribe un fantástico culto, y es uno de los mejores estilistas con que cuenta la ciencia ficción española actual. Un narrador con vocación literaria que se prodiga en relatos intimistas y complejos, y cuyo estilo excede los habituales límites del género. Apenas unas pocas palabras, un leve dibujo de intenciones, le bastan para recrear el cuadro al completo: el detalle de una sensación íntima, el perfil acerado de un personaje, una profunda introspección. A diferencia de escritos anteriores, en esta ocasión elige un curso mucho menos narrativo y más poético, lírico, inspirativo, sensual y previsible, donde apenas hay lugar para el dialogo, hábilmente sustituido por los pensamientos de los protagonistas y la lectura de cartas, memorias y grabaciones.
Más que Hipatia, el alma de la novela es Marta. Ella aporta el tono de melancólica tristeza y soterrada esperanza que preside toda la historia. Marta es una mujer taciturna, inteligente y sensible, de sobriedad y fragilidad aparentes y oculta pasión por la vida. El contacto con la ciudad de Alejandría provoca su transformación, y aunque no pueda escapar al destino que ella misma ha trazado, aprende a vivir cada instante con la intensidad que merece. Es consciente de asistir a los últimos instantes de un mundo, su mundo, y se apresta a dar el trascendental paso del que no cabe vuelta atrás. Por eso Vaquerizo comienza su libro con un prólogo tan ambiguo y cautivador, que refleja a la perfección los sentimientos encontrados del personaje.
Por su parte, Hipatia es retratada como una figura al margen de la realidad cotidiana, una mente analítica que bulle en profundas disquisiciones matemáticas que lo alejan de lo terrenal y lo acercan al etéreo territorio de las ideas. Aparecen otros personajes en la trama, pero apenas restan un ápice de protagonismo a ambas mujeres y, por supuesto, a la ciudad de Alejandría: sus gentes, plazas, mercados, palacios, ruinas, puerto, Faro, Biblioteca... que son descritos con imaginativa ensoñación y colorista precisión.
Ciertamente, Vaquerizo realiza un notable esfuerzo por recrear una época y un lugar (1) tan atractivos como desconocidos, haciendo uso intensivo de ideas, vocablos y giros coherentes con lo que conocemos de ellos para así aumentar la sensación de realismo y verosimilitud del relato. No obstante, los personajes hablan y se comportan prácticamente como contemporáneos y, en este sentido, la novela falla como artefacto histórico. Otro aspecto mejorable es la ingenuidad con que se presenta el proyecto científico, sufragado por un único mecenas privado y mantenido en secreto durante años al margen de los servicios de inteligencia de los gobiernos y a pesar del gran número de científicos y estudiosos involucrado.
Pese a estos últimos detalles, «La última noche de Hipatia» es una obra brillante, provista de una estructura narrativa compleja y original -un personaje que viaja a su remoto pasado y, desde él, nos habla de su futuro inmediato-. Un texto trascendente y bello, introspectivo, de cadencia lenta y sin apenas acción, que incide en la profundidad psicológica de los personajes y donde cada pieza se engarza, con precisión de relojero, en el orden y momento preciso para provocar el adecuado efecto dramático.
Hipatia y Alejandría comparten un destino abocado a la tragedia, pero el amor, esa fuerza extraordinaria e imprevisible, tiene la capacidad de sortear el curso determinista de la Historia y ofrecer una nueva oportunidad a quien menos se lo espera.
La novela se completa con el relato corto “Habítame y que el tiempo me hiele”, rescatado para la ocasión por su estrecha relación con esta historia.
"Habítame y que el tiempo me hiele", de Eduardo Vaquerizo
Tras el desmantelamiento del proyecto Cronos, descrito en la novela anterior, algunos viajeros del tiempo decidieron permanecer en sus épocas de estudio, sin retornar al punto de origen. Preocupados porque una distorsión temporal de origen desconocido los está diezmando, deciden reunirse por última vez y localizar el foco. Se trata de una discronía extrañamente relacionada con el budismo, que asola diferentes periodos y lugares del mundo, y provoca un sentimiento de felicidad abúlica y una superpoblación al límite de la subsistencia.
Relato de grotesca premisa argumental, y falta de coherencia interna respecto a la novela anterior (2), pero que posee un tono aún más poético y onírico; un texto de hermosa factura, entreverado por las brumas de la ensoñación, cuyo desenlace obedece más a una intención estética que a las reglas de la lógica.
Valoración: Muy Interesante