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Libros publicados en 1996

Las torres del olvido

Las torres del olvido

Comentario:

 

La presente reedición proporciona una excusa perfecta para hablar sobre este magnífico libro (1), ubicado en el Melbourne natal de Turner. Algunos críticos parecen sobrevalorar el componente distópico de la novela, al estilo de «Brave New World» de Huxley ó «1984» de Orwell (2), pero queda claro su alejamiento del ambiente aséptico y planificado sin posibilidad de error de la primera y la cerrazón ideológica (3) de la segunda y, pese a su crudeza e hiperrealismo, la obra no está exenta de esperanza que, como cita el propio autor, es lo único imposible de arrebatar a un mundo desahuciado. Este enfoque lo aproxima mucho más a títulos como «Cántico por San Leibowitz» de Miller, donde la visión de la humanidad es positiva pese a sus continuos errores y regresiones. De hecho, y a pesar del epílogo, la visión última de la novela refuerza dicha tesis.

 

Tampoco es un libro cruel y despiadado, como indican otras fuentes (4), pero sí duro en extremo, cuya pretensión no es anticipar o advertir de peligros futuros sino inducir a la reflexión sobre el precio de no tomar las medidas adecuadas a tiempo, de cerrar los ojos a los problemas y no actuar, es decir, del coste de la autocomplacencia.

 

La obra se estructura como una novela dentro de otra novela -disposición que ha proporcionado excelentes títulos en todas las ramas de la Literatura- en la que un actor pretende rememorar los momentos finales que sumieron a la Humanidad en el caos y la descomposición en el lejano siglo XXI. Para ello cuenta con la inestimable ayuda de una investigadora, quien le proporcionará una visión novelada de la vida de algunos personajes reales que vivieron o pudieron vivir en aquellas terribles circunstancias. Afortunadamente la empresa se revelará imposible para el protagonista puesto que la Humanidad ha cambiado y carece de los valores y dependencias que la aquejaron en el pasado.

 

En este sentido es mucho más que una novela postdesastre. Es el pensamiento maduro y profundamente meditado de un autor en su plenitud creativa (Turner contaba con 70 años cuando terminó la novela y se benefició de una beca), considerablemente lúcido y alejado por su experiencia vital de maniqueísmos y postulados políticos radicales (5). Los frutos de su reflexión son mostrados de forma casi fraternal (¿paternal?), pero con el grado necesario de crudeza y amarga ironía capaz de inducirnos a reflexionar y actuar. Un libro de enorme calidad literaria, pleno de tesis e ideas bien argumentadas, dinámico a la par que especulativo, sutil y natural en las relaciones humanas, excepcionalmente descriptivo, sensible, humano y a veces ingenuo (no en vano dos de sus principales protagonistas son niños, hermanos metafóricos y reales). En fin, la obra que justifica una vida dedicada a la escritura.

 

El tema central no es la biología ni la política, sino la economía y sus efectos en la organización social; habla sobre los grandes problemas que nos afligen hoy: superpoblación, escasez de recursos naturales, contaminación y desastre ecológico, desempleo, etc. Tras un inmenso colapso económico mundial se origina una recesión brutal, que divide a la sociedad en dos grupos principales: los supra (quienes aún conservan un empleo digno) y los infra (quienes carecen de él y se limitan a sobrevivir con las sobras del estado); entre ambos sobreviven los habitantes de la periferia, franja de supras sin apenas recursos que se resisten a la caída. Los infra, más del 90% de la población, se agolpan en maltrechos y gigantescos edificios de 70 plantas (las Torres), donde mantienen una férrea disciplina no exenta de sorprendentes toques de solidaridad (comunal) que les posibilita la supervivencia aprovechando al límite los mínimos recursos a su alcance. El mundo infra posee una jerga propia como seña de identidad y está permanentemente acosado por la subida del nivel del mar, fruto del efecto invernadero; como consecuencia, el suelo cada vez es más escaso y las tierras de cultivo y recursos naturales decrecen. En este mundo el soberano es el jefe de torre, pequeño dictador compinchado con la jerarquía socioeconómica y policial supra, capaz de asegurarle no sólo su propio bienestar, sino el de sus protegidos.

 

Pero esta simplificación brutal y aparente (dualidad mundo supra-infra) no hace sino ocultar una red de interrelaciones, intrigas y necesidades mutuas entre ambos mundos supuestamente contrapuestos, necesaria para el mantenimiento del statu quo, sabedores todos de que cualquier cambio podría acelerar la ya de por sí larga caída. Esta relación de fuerzas (productivas, sociales, ideológicas) son las que permiten sobrevivir agónicamente al mundo y librarle de la inminente catástrofe. Un mundo que no tiene más aspiraciones que la de sobrevivir, perpetuarse consciente de su fin y donde la máxima es “No en mi época”.

 

A través de diferentes enfoques estratégicamente ubicados en capítulos alternos, cada protagonista observa el mundo desde muy diferente perspectiva, según su situación personal o social: notas de ingenuidad, nostalgia, amargura, brutalidad, miedo, deseo, egoísmo, solidaridad... se reparten a partes iguales, como pinceladas de un enorme fresco vital.

 

Los personajes están magníficamente retratados por sus circunstancias. Así, por resaltar algunos de los más importantes, el jefe de torre Billy Kovacs (personaje ambivalente, tan buen padre de familia como cruel defensor de sus dominios) es capaz de aprovechar su posición de privilegio por el bien común, aunque no está exento de debilidades; los hermanos Fred y Francis Conway, nacidos en un ambiente egoísta e insolidario, víctimas de una infancia perdida, prefieren forjarse un destino al margen del hogar y el resultado es la desmembración familiar; Alison Conway, personaje necesario como contrapunto nostálgico, su pretendida caída es más moral (unirse a lo que Kovacs representa) que real (habita la periferia); la burócrata Nola Parkes, aferrada a los últimos vestigios de su privilegiado status y Nik, exponente de la nueva raza de hombres que quizá puedan salvar los restos de la humanidad. Un crisol de personalidades e intereses contrapuestos que deben coexistir.

 

Y en este mundo, que apenas precisa una chispa para desencadenar su fin, surge “la solución definitiva”, la incruenta panacea supra capaz de romper el anquilosado statu quo. Paralelamente, el mundo infra aporta su propia solución, que pasa por la renuncia de sus escasos privilegios de clase y la apuesta por la reeducación de la humanidad en su conjunto. No queda claro cual es el desenlace que finalmente se impone ¿Son los inmunes a la segunda plaga quienes heredan el mundo o es la raza de nuevos hombres cuyo embrión se gestó en las torres quienes se preguntan por su pasado? En cualquier caso, una vez más, la Humanidad debe enfrentarse a un nuevo y potencial peligro, en la soledad de su libre albedrío.

 

(1) Incomprensiblemente, no aparece reseñado en «La enciclopedia ilustrada de la ciencia ficción», de John Clute y apenas esbozado en «The Enclyclopedia of Science Fiction», de Clute & Nicholls. La traducción (la misma que la edición de la colección Tiempos Modernos) está muy cuidada, aunque las últimas páginas contienen inconcebibles errores tipográficos.

(2) «Ciencia ficción. Guía de Lectura», de Miquel Barceló (Ediciones B - Nova Ciencia Ficción, 28. Pag. 454)

(3) De hecho, incluso en la propia Escuela de Policía se enseña a los cadetes a pensar, a ir más allá de su situación personal o social, criticando de facto al propio sistema.

(4) «Uribe Hoja informativa nº 29» (enero 1997)

(5) Sin embargo, en algunas de sus observaciones políticas puede apreciarse cierta simpatía hacia el movimiento socialista y cristiano, sí bien el autor lo esconde tras una crítica leve que evite suspicacias dogmáticas.

 

Valoración: Obra Maestra

(Reseña publicada en la revista «Solaris»)

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