Juan Antonio Fernández Madrigal escribe una novela que exige al lector una “inmersión total” en una nueva realidad desde el primer minuto. Se trata de un texto complejo y poco dado a la autocomplacencia, cuyo anhelo de originalidad involucra un fuerte componente de experimentación formal que condiciona en cierta medida al resto de elementos narrativos. Una arriesgada pirueta literaria que obtiene como resultado una obra, me temo, minoritaria incluso dentro de los cánones de la ciencia ficción española. Por ello, no es extraño que se haya dicho de Fernández Madrigal que es un heredero tardío de la New Wave.
Fragmentos de burbuja
«Fragmentos de burbuja» es el primer libro publicado por la nueva editorial NGC Ficción! cuya responsable, Pilar Barba, es el alma mater de la conocida web NGC 3660. Un libro de estética y acabado físico más que aceptable, y cuyo argumento, de lectura independiente, se enmarca dentro de la cronología que Juan Antonio Fernández Madrigal estableciera ya en su recopilación «Magnífica víbora de las formas» (AJEC, 2007).
Juan Antonio es profesor titular de la Universidad de Málaga, investigador en diversos campos de la robótica y autor de la atractiva «Umma», ambientada en el mismo universo que «Fragmentos…» aunque más tardía, además de la novela «Ciclo de sueños» (Espiral Ciencia Ficción, 2001), la recopilación «Dama eternidad» (Mundo Imaginario, 2004) y más de 150 relatos publicados en diversos medios especializados en literatura de ficción especulativa.
La novela se sitúa en un futuro lejano, concretamente 626 años después de la Telaraña según la citada cronología. Galavar es un ser extraño, una mente analítica y fría que apenas guarda recuerdos de su pasado mientras recorre en solitario un paraje árido y desolado, las ruinas de un mundo destruido. En su errático deambular despierta a la consciencia a intervalos irregulares para guardar registro de sus pensamientos; el resto del tiempo duerme o huye, de manera automática, de un perseguidor implacable, una presencia que lo acecha pero no llega a manifestarse jamás. Y en lo más profundo de su ser, una diminuta luz interior lo guía e intenta comunicarse con él.
Pero un hecho fortuito va a romper una rutina que dura ya más de doscientos años. Surgen entonces los instantes de revelación, fragmentos apenas coherentes de una memoria atormentada: su piel fotosintética; algo llamado Ángel; la ciudad de Alacca; la torre negra donde fue confinado junto a otros muchachos en las condiciones más extremas; unos poderosos alienígenas llamados nuhomos. Y Lixalen, quien parece conocer muchas cosas sobre su pasado, el de esta tierra arruinada y los actuales moradores que la habitan.
Juan Antonio Fernández Madrigal escribe una novela que exige al lector una “inmersión total” en una nueva realidad desde el primer minuto. Se desconoce absolutamente todo acerca del mundo que describe y las criaturas que lo pueblan -¿Galavar es una mente primaria o compleja, un ser natural o artificial, terrestre o alienígena? ¿Dónde se encuentra? ¿Qué ha ocurrido? ¿Cuáles son las reglas que rigen ese particular universo?-. El conocimiento se amplía a medida que se suman diferentes personajes y localizaciones: Galavar, Lixalen, Lázaro, Valle, Átrida y la estación espacial Asgard, los seudoperros… y además se incluye el recurso de narrar un mismo suceso desde diferentes puntos de vista subjetivos, pero la sensación de falta de contexto, de incomprensión del cuadro global, de que innumerables preguntas quedan sin respuesta, permanece. No se ofrecen explicaciones completas ni se desvelan todas las claves, exactamente igual a, por ejemplo, lo que sabemos acerca de nuestro remoto pasado. Sólo contamos con fragmentos de unos seres que se autodenominan “burbujas”.
La primera parte, introductoria y vaga, peca a mi juicio de una longitud excesiva y un tono monocorde que, aunque adecuado y necesario, puede poner en riesgo la continuación de la lectura. El resto es más dinámico y desvela el pasado del planeta y los motivos de la irrupción de los alienígenas nuhomos. Pero, en todo caso, se trata de un texto complejo y poco dado a la autocomplacencia, cuyo anhelo de originalidad involucra un fuerte componente de experimentación formal que condiciona en cierta medida al resto de elementos narrativos. Una arriesgada pirueta literaria que obtiene como resultado una obra, me temo, minoritaria incluso dentro de los cánones de la ciencia ficción española. Por ello, no es extraño que se haya dicho de Fernández Madrigal que es un heredero tardío de la New Wave.
A este respecto, resulta paradigmática la construcción de la personalidad de un personaje como Galavar, elaborada a base de ausencias más que de presencias. Por una parte, desea reconstruir los fragmentos desorganizados (y acaso perdidos) de su memoria y anhela poseer los sentimientos humanos –especialmente cariño y amor- que no pudieron brindarle sus estrictos anfitriones. Por otra parte, la trama nos sitúa en el desenlace de un enfrentamiento secular entre dos razas que emplean a la humanidad como arma para dirimir sus diferencias en la manera de entender el universo: inteligencia maquinal frente a conciencia colectiva; Galavar desconoce qué papel juega en este equilibrio de poder y, en consecuencia, los efectos derivados de las decisiones tomadas.
«Fragmentos de burbuja» es un libro difícil incluso para los amantes del género. Tal vez «Umma» sea una novela más accesible y acaso satisfactoria pero «Fragmentos…» es, sin duda, más arriesgada y original y cuenta, posiblemente, con un enfoque más maduro y una pretensión más literaria. Quienes busquen experimentación, originalidad y corrección formal dentro del campo de la ciencia ficción española, Juan Antonio Fernández Madrigal puede ser uno de sus autores de cabecera. Al menos lo es para quien esto escribe.