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Libros publicados en 2010

Sin alma

«Sin alma» es la novela que inicia la serie de Alexia Tarabotti, conocida popularmente como El Protectorado de la Sombrilla. La norteamericana Gail Carriger debuta como escritora con esta chispeante novela que mezcla romance victoriano, comedia de enredo e historia alternativa donde lo sobrenatural ha asumido una presencia discreta pero relevante en la vieja Inglaterra isabelina. La trama es ligera y no demasiado ambiciosa hasta su último tercio, casi oculta por la atractiva ambientación y la fina ironía que impregna el contraste entre exquisito pensamiento victoriano e incipiente modernidad. Una primera novela francamente satisfactoria que sirve a los propósitos de presentación formal de escenario y personajes de una serie a priori muy atractiva

Sin alma

«Sin alma» es la novela que inicia la serie de Alexia Tarabotti, conocida popularmente como El Protectorado de la Sombrilla. Una saga compuesta actualmente por cinco volúmenes: «Sin alma» (Versátil, 2010), «Sin cambios» (Versátil, 2011), «Blameless» (2010), «Heartless» (2011) y «Timeless» (2012), recientemente recopilados en Estados Unidos en forma de ómnibus y con el primer título adaptado a novela gráfica manga. El subtítulo del libro no arroja dudas respecto a su contenido: “Una novela de vampiros, licántropos y sombrillas”; es decir, una fantasía victoriana enriquecida, además, con diversos elementos steampunk (retrofuturistas) y que sorprendentemente oculta en su interior un trasfondo de ucronía.

 

A priori puede parecer que la trama se orienta mayoritariamente hacia un público femenino y joven, pero cabe decir que su delicioso estilo victoriano repleto de fina ironía y guiños cómplices lo convierten en un libro perfectamente recomendable para cualquier tipo de lector. Esta novela cosechó varios premios y menciones internacionales: fue elegida una de las novelas del año 2009 por el Publishers Weekly, Best-Seller del año por el New York Times y obtuvo el premio Alex 2011; en cuanto a galardones específicos de género, quedó finalista en los premios Locus, John W. Campbell y Compton Crook de 2010.

 

El argumento se centra en las vicisitudes que rodean la vida de Alexia Tarabotti, una singular damisela de la aristocracia londinense empeñada en hacer valer su independencia y capacidad intelectual en una sociedad tan clasista, machista y dominada por la etiqueta como la británica durante el reinado de Isabel. Sin llegar a ser bella según los cánones clásicos, Alexia posee cierto atractivo personal y una hermosa figura, además de una afilada inteligencia y una gran fortaleza de carácter, lo que le permite conducirse con relativo descaro y familiaridad en un mundo dominado por los hombres… aunque casi siempre se las ingenie para meterse en problemas.

 

Su soltería es debida a una “lamentable combinación de factores”, entre los que cabe citar una personalidad dominante, un lenguaje afilado repleto de viscerales improperios, una piel excesivamente oscura para los criterios estéticos de la época y unos rasgos faciales demasiado marcados (léase nariz prominente), amén de una fatal “ascendencia paterna italiana”. O dicho en otras palabras: Alexia es una entrometida solterona de veintiséis años dueña de un temperamento insoportable capaz de irritar y hacer perder la paciencia a cualquiera, y que gusta frecuentar solitarias bibliotecas durante los bailes de salón como alternativa a su fracaso social. Y lo que es peor, sus excentricidades van en aumento con el paso del tiempo para disgusto de su histérica madre, su flemático padrastro y sus dos ridículas hermanastras, quienes han perdido toda esperanza de casarla algún día.

 

En una fiesta privada en casa de Lord Conall Maccon, cuarto conde de Woolsey, Alexia es groseramente atacada por un vampiro errante, hambriento y sin el menor sentido del decoro ni los buenos modales (“¡Cómo se atreve! ¡Ni siquiera hemos sido debidamente presentados!”, le increpa severamente). Ante tamaña desconsideración, y a falta de la protección de un auténtico caballero, Alexia no duda en emplear en su defensa todas las armas a su alcance: su afilada sombrilla y su secreta condición de preternatural (es decir, nacida “sin alma”, con la habilidad de neutralizar los poderes sobrenaturales de vampiros y licántropos), y acaba matando accidentalmente al vampiro. Un lamentable error, como es lógico, aunque todo el mundo parece estar convencido de que Alexia es culpable de homicidio, incluido el indecoroso aunque terriblemente atractivo Lord Maccon, macho alfa de los licántropos del castillo y responsable del ORA (Oficina de Registro Antinatural, encargada de conducir por el debido cauce de discreción y diligencia todos los asuntos relativos a seres sobrenaturales).

 

Todo apunta a que se están convirtiendo nuevos vampiros al margen de las estrictas normas del protocolo. Probablemente por esa razón la condesa Nadasdy, líder de la colmena de Westminster y la reina vampiro más influyente de la región, decide invitarla a una audiencia privada. Una oportunidad inmejorable para conocer a un influyente miembro de la alta sociedad británica, detalle que no duda en revelar a su mejor amiga y confidente Ivy Hisselpenny, con quien mantiene una dura pugna respecto a quien posee peor gusto a la hora de elegir vestuario, en especial sombreros. Alexia es consciente de que lo que mantiene el poder de lo sobrenatural bajo control es el escaso número de sus integrantes; si ese precario equilibrio se rompiera, el caos se adueñaría del mundo. Pero para complicar aún más las cosas aparece en escena un encantador y adinerado científico americano interesado en el estudio de la medición del alma, con quien Alexia no duda en acompañar en largos paseos en carruaje descubierto que provocan los celos del siempre irascible Lord Maccon, mientras un misterioso hombre con la cara de cera no pierde detalle de sus movimientos.

 

Sin pretenderlo, o tal vez un poco sí, Alexia se ve envuelta en un misterio que involucra a las más altas instancias de poder del Imperio Británico. ¿Será capaz una mujer tan inteligente, observadora, impulsiva y bien instruida en ciencia moderna como ella de averiguar lo que está sucediendo sin poner en riesgo su vida ni, sobre todo, sacar de quicio a todos cuantos la rodean?

 

La norteamericana Gail Carriger debuta como escritora con esta chispeante novela que mezcla romance victoriano, comedia de enredo e historia alternativa. En ella describe una sociedad privilegiada y galante dominada por la moral isabelina, con la sofisticación y pompa como sus máximos signos de identidad, y en la que sus despreocupados habitantes se conducen de una manera deliciosamente superficial. Aunque lo sobrenatural ha asumido una presencia discreta pero relevante, impera la visión anglosajona de una Inglaterra que se cree el centro del universo, desprecia a los advenedizos independentistas del Nuevo Mundo y simplemente se despreocupa acerca de los asuntos concernientes al resto del orbe.

 

Poco a poco descubrimos las reglas internas que rigen este particular mundo de fantasía, que respeta las convenciones clásicas sobre vampiros y licántropos aunque desarrolla algunas ideas nuevas, y que como en toda buena comedia romántica de enredo gusta enfrentar personalidades tan contrapuestas como la traviesa, femenina y manipuladora señorita Tarabotti con el arrogante y varonil Lord Maccon, acostumbrado por su profesión a pensar en Alexia como un irritante problema más que como una auténtica dama (lo que depara numerosos momentos de divertidos equívocos, flirteo galante, escarceos amorosos, desencuentros y situaciones más o menos picantes).

 

En la vieja Inglaterra, vampiros, hombres-lobo y fantasmas gozan de plena integración social. De hecho, se vive una nueva Era de la Razón desde que los seres sobrenaturales dejaran de ser perseguidos y compartieran con los mortales conocimientos inmemoriales sobre ciencia y filosofía que propiciaron una verdadera revolución tecnológico-cultural. Por supuesto, la “caza” está terminantemente prohibida y los sobrenaturales se sirven de “zánganos” o sirvientes humanos voluntarios que donan su sangre o rinden vasallaje a la manada a cambio de sustanciosas prebendas. Este Nuevo Renacimiento trajo consigo el concepto de alma mesurada: la Royal Society estableció tiempo atrás que el alma es una entidad cuantificable y recientes estudios parecen demostrar que las criaturas sobrenaturales deben su condición a una “sobreabundancia de alma” que les impide morir. Pero no todos los países comparten el mismo grado de civilización que la cosmopolita Inglaterra: en América y resto del mundo rigen las “viejas creencias”, es decir, se piensa que los transformados pierden su alma eterna y se condenan a una falsa inmortalidad (1).

 

Los detalles steampunk, si bien abundantes en la obra, quedan al nivel de simple atrezo: dirigibles en Hyde Park para recreo de las clases pudientes, cilindros metálicos donde guardar informes, optifocales (gafas), barras de grafito envueltas en piel de oveja (lapiceros), amén de recientes descubrimientos como la electricidad, el motor de vapor o una misteriosa energía eteromagnética (alquimia de propiedades casi mágicas) capaz de animar cierto tipo de autómatas. Por ello, no resulta en absoluto incoherente el homenaje a Frankenstein con que culmina la obra.

 

La trama es ligera y no demasiado ambiciosa hasta su último tercio, casi oculta por la atractiva ambientación y la fina ironía que impregna el contraste entre exquisito pensamiento victoriano e incipiente modernidad. La señorita Tarabotti es un personaje fascinante en su personalidad tercamente individualista y de reivindicación feminista, pese a mantener siempre presente las formas y educación propias de la época. Capítulo aparte merece el lenguaje: refinado, repleto de originales metáforas y con sutiles diálogos empleados para la confrontación dialéctica. Por supuesto, se aventura un final feliz y la aparición estelar de la reina de Inglaterra en una breve intervención final; todo ello conforma una primera novela francamente satisfactoria que sirve a los propósitos de presentación formal de escenario y personajes de una serie a priori muy atractiva. Las continuaciones podrían ampliar detalles acerca de la desaparición en misión secreta del progenitor de Alexia, así como el Parlamento en la Sombra de su Majestad.

 

En cuanto a la edición, se trata de un volumen un tanto alargado y estrecho, similar al formato habitual de libros de viajes o al de la última encarnación de la revista Asimov a cargo del sello Robel. Una edición correcta y sin erratas, con una apropiada ilustración de portada pero un tipo de papel, a mi juicio, demasiado fino y áspero para resultar agradable. Ediciones Versátil, que acaba de cumplir su tercer aniversario, tiene muchos títulos en catálogo de posible interés para el aficionado al fantástico, entre otros las series del Vampiro de Morganville de Rachel Caine, la serie de Kate Daniels de Ilona Andrews, la de Alfa y Omega de Patricia Briggs, Los Cuentos de Bereth de Javier Ruescas, o los más recientes «La profecía del Alción. Spellwright/1», de Blake Charlton o «En el límite» de Ilona Andrews.

 

 

(1) El “punto Jonbar” o de divergencia histórica se establece en la partida de los puritanos ingleses hacia tierras del Nuevo Mundo motivado por la aceptación de la reina Isabel de los seres sobrenaturales en las Islas Británicas. En América, los vampiros se alinearon con los Confederados y los unionistas nunca se lo perdonaron, pero esa es otra historia.

 

 

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