En esta tercera entrega de la saga de Tramórea, Negrete intenta responder a las muchas incógnitas planteadas en las novelas anteriores. El estilo sigue siendo tan épico y emocionante como acostumbra, el lenguaje igualmente elegante y dotado de una gran riqueza descriptiva, y los personajes sumamente realistas; sin embargo, el texto pierde algo de la frescura y originalidad de los dos volúmenes anteriores y, sobre todo, se empatiza menos con el producto final. Una historia épica, fantástica y, a la vez, realista de dioses y hombres que desvela, al fin, todo su trasfondo tecnológico
El sueño de los dioses
«El sueño de los dioses» es la tercera entrega de la saga de Tramórea, formada por «La espada de fuego» (Minotauro, 2003, premio Ignotus de Novela 2004) y «El espíritu del mago» (Minotauro, 2005). El propósito original de Negrete era concluir la serie con esta novela pero, al intentar trasladar sus ideas al papel, se dio cuenta de que un solo libro no sería suficiente y decidió escribir una obra más: «El corazón de Tramórea», que saldrá a la venta en mayo de 2011. Tramórea es una serie de éxito avalada por varias ediciones y decenas de miles de libros vendidos, además de una auténtica legión de aficionados sólo comparable con algunos títulos superventas de escritores como Laura Gallego, Matilde Carranza, Susana Vallejo, Santiago García-Clairac y unos pocos elegidos más.
La novela da comienzo en un entorno absolutamente épico, con el protagonista Derguín Gorión -el Zemalnit, o portador de la Espada de Fuego llamada Zemal- observando los restos calcinados de la otrora orgullosa ciudad de Narak, allí donde fuera feliz junto a su amante Neerya antes de ser condenado al destierro por sus enemigos. Una destrucción desatada por la liberación del dios loco Tubilok tras su largo encierro de miles de años; a partir de ese instante, y en una amplia retrospectiva, Negrete relata cómo la acción se traslada hasta ese momento y lugar.
Si en «El espíritu del mago» el Zemalnit derrochaba esfuerzos para intentar contener al poderoso ejército invasor Aifolu, aún quedaba pendiente la confrontación final con el grueso de las tropas. Así, a las pocas páginas nos vemos inmersos en la emocionante y salvaje carga de los diez mil Invictos liderados por Kratos May, respaldados por ocho mil amazonas guerreras Atagairas, contra los cien mil guerreros fanáticos del Martal, combate que sería conocido como la Batalla de la Roca de la Sangre y que no será el único que aparezca en esta ambiciosa novela.
Pero no son los personajes masculinos, ni siquiera la épica militar de corte medieval, quienes adquieren auténtico protagonismo en esta tercera entrega. La cruel y ambiciosa Ziyan, heredera al trono de las Atagairas y enamorada de Derguín, trama junto a la despechada ninfa Tríane –personaje recuperado de «La Espada de Fuego»- y la hija de éste, Ariel, una traición por amor para despojarlo de aquello que más desea en el mundo. Por si esto fuera poco, su amigo el mago Mikhon Tiq descubre que el Mito de las Edades, aquel que narra la lucha de dioses y hombres por el dominio de Tramórea, no es más que una burda simplificación narrada desde una época que ya no puede comprender la ciencia y el conocimiento del pasado; que ahora que ha muerto el Rey Gris, el más poderoso mago Kalagorinôr, desaparecen también los sortilegios tecnológicos que mantienen alejados a los caprichosos, perversos y crueles dioses del mundo de los hombres. La traición femenina va a propiciar un periodo particularmente convulso y repleto de acontecimientos trascendentales, en los que la Espada de Fuego está llamada a jugar un papel clave; porque el sueño de los dioses ha terminado y éstos se aprestan a conquistar Tramórea y eliminar de paso a los incómodos mortales: el tiempo de los hombres parece llegar a su fin.
Han transcurrido seis años desde la publicación de «El espíritu del mago» y en esta tercera parte desaparecen de escena algunos personajes para ceder protagonismo a otros nuevos, como los citados dioses. Negrete intenta responder a las muchas incógnitas planteadas en las obras anteriores, aunque aparecen por supuesto nuevas tramas que deberán resolverse en la cuarta y definitiva entrega. En los primeros compases de la novela se emplea con profusión la elipsis narrativa, tal vez para no crear excesivos clímax, costosos de mantener durante medio millar de páginas y que podrían cansar al lector antes del apoteósico desenlace; no obstante, se hurtan a mi juicio algunas escenas clave en batallas y escaramuzas. Parece como si Negrete quisiera zanjar lo antes posible algunos importantes hilos para comenzar otros nuevos con los que completar definitivamente la saga; afortunadamente, no faltan las explicaciones de acontecimientos pasados allí donde son necesarios, que sirven de refresco al lector después de tanto tiempo.
El estilo sigue siendo tan épico y emocionante como acostumbra, el lenguaje igualmente elegante y dotado de una gran riqueza descriptiva, y los personajes sumamente realistas; sin embargo, el texto pierde algo de la frescura y originalidad de los dos volúmenes anteriores y, sobre todo, se empatiza menos con el producto final. Tal vez la razón haya que buscarla en los años transcurridos desde la entrega anterior, en que personajes otrora protagonistas –Derguín Gorión, Kratos May- adopten en esta ocasión un rol menos activo en el que, además, se muestran bastante reservados, aunque tengo la impresión de que la narración transita por derroteros más distantes y con una menor implicación emocional que en anteriores ocasiones.
La trama es igualmente interesante, incluso una vez desvelado el trasfondo tecnológico existente tras los misterios de Tramórea, que provoca de facto el paso de un relato de fantasía épica a otro de ciencia ficción dura en el que entidades posthumanas adoptan el papel de orgullosos dioses omnipotentes gracias a su dominio de la ciencia. Este cambio radical puede provocar cierto estupor en el lector y la subsiguiente impresión de que el autor “ha quemado las naves” en una travesía valiente pero realmente infrecuente en el actual rumbo de la fantasía, una sensación agridulce por cuanto una vez satisfecha la natural curiosidad queda la sensación de pérdida de una parte significativa de la magia que hasta ahora nos había acompañado, como cuando el prestidigitador revela los secretos de su truco principal.
En cualquier caso, como decía, aún perduran en Tramórea restos de una antigua tecnología perdida en la noche de los tiempos, como todavía subsisten criaturas arcanas que escaparon a la destrucción del mundo y conocen los misterios de la era anterior. Y mientras, en el Bardaliut donde moran los dioses inmortales de un panteón a imagen y semejanza del Olimpo griego, éstos se reúnen de nuevo tras cientos de años de disperso aislamiento para trazar el futuro de Tramórea en el que, a buen seguro, los magos kalagorinôr están destinados a jugar un papel estelar.
«El sueño de los dioses» es una muy entretenida novela de aventuras, escrita con la solidez, emoción y belleza formal que caracteriza la obra de Javier Negrete. Una historia épica, fantástica y, a la vez, realista por cuanto no elude la crudeza en el retrato de batallas y la confrontación de personajes, ni los temas otrora tabú como la homosexualidad, que trata con naturalidad y sin histrionismos. Una historia de dioses y hombres que recuerda, en cierta manera, a su “Lux aeterna”, novela corta ambientada en un remoto futuro y que recrea un mito griego tan querido al autor, que obtuvo el segundo puesto del premio UPC en el año 1995. El libro se edita en cartoné con sobrecubierta e incluye un mapa a color obra de Pablo Uría, en una edición prácticamente de lujo en la que (además de un nuevo mapa detallado con el trayecto de los personajes, que evite su repetición al final del libro) sólo se echa en falta una cinta marcadora de páginas.