Un relato muy bien construido que goza del tono adecuado y crea la atmósfera de desasosiego y angustia que precisa, pero adolece de una ambientación apenas esbozada y un argumento escaso. Una historia inquietante sobre la circularidad del tiempo y el horror de la guerra, que siembra la duda racional entre realidad, sueño y locura que es la esencia fundamental de toda la literatura fantástica
El agujero de Helmand
El premio Tristana es, posiblemente, uno de los más desconocidos de cuantos pueblan el circuito estatal de certámenes literarios de temática fantástica. Convocado bianualmente por el ayuntamiento de Santander, fue instituido en el año 2002 aunque no fue hasta 2004 cuando se especializó en género fantástico y alcanzó ámbito internacional. Pese a contar con una excepcional dotación económica de 9.000 euros, lo que le convierte en el segundo más importante de España (y, probablemente, del mundo) en este aspecto, tras el premio Minotauro de ciencia ficción y literatura fantástica, su escasa promoción dentro del mundo de los aficionados explica, quizás, su escaso eco participativo. La obra ganadora aparece publicada en Ediciones Menoscuarto, una de las editoriales más reputadas en el campo de la narrativa breve, que cuenta en su catálogo con escritores tan importantes como Miguel Delibes, Ignacio Aldecoa, Federico García Lorca, Horacio Quiroga, José Jiménez Lozano, Carmen Laforet, etc.
El premio ha gozado hasta la fecha de un total de cinco ediciones, cuyos fallos han recaído sobre las obras: «Malpaís» de Yolanda Soler Onís (2002, obra no fantástica), «Desenmascarar a Kavarokios» de José María García Hernández (2004), «La coartada del diablo» de Manuel Moyano (2006) y «Memorias de un hombre de madera» de Andrés Ibáñez (2008). Además, el jurado ha contado siempre con importantes personalidades relacionadas con la literatura y la crítica literaria, escritores de la talla de Fernando Savater, José María Merino, Pilar Pedraza y David Roas, entre otros.
Como en anteriores ocasiones se ha galardonado a una novela corta (las bases especifican una extensión comprendida entre 75 y 200 páginas), en el presente caso de 15.000 palabras que equivalen a poco más de un centenar de páginas, lo que le convierte en un premio excepcionalmente “rentable” en términos económicos. De todas formas, a aquellos escritores interesados en participar en una próxima convocatoria conviene recordar que el premio se concede a una obra de literatura fantástica y no a novelas de fantasía o similar y, evidentemente, es recomendable leer antes alguna de las novelas ganadoras.
Respecto a «El agujero de Helmand», la narración se ambienta en la guerra de Afganistán que sucede a los atentados del 11 de septiembre. El ejército norteamericano instala su Octavo Regimiento de Marines en un valle próximo a la frontera con Irán, junto al río Helmand que baña un desierto de polvo, viento y desolación; su misión es combatir al enemigo talibán y arrasar los campos de opio con los que financia la guerra. Un ejército de ocupación poderoso y arrogante, al que los lugareños temen y desconfían a partes iguales, y cuyos efectivos no terminan de acostumbrarse al calor abrasador, la rutina de las patrullas, los esporádicos ataques de los insurgentes, y la tensa espera entre misiones. Son soldados duros, que aceptan las vicisitudes de su profesión, pero cuya prolongada exposición a un peligro incierto y los largos periodos de inactividad comienzan a hacer mella en sus crudos corazones.
El soldado Averill es un marine afroamericano destinado en la base Hassan Abad, en cuyas inmediaciones existe un promontorio rocoso empleado como puesto de observación que fue usado por las tropas de Alejandro Magno en su conquista de Asia. Un lugar maldito para algunos, cuyos turnos de vigilancia duran dos largos meses. Cuando el pelotón de Averill es destinado al bastión, y cava trincheras para parapetarse en la noche, descubre un antiguo osario. No tardan en aparecer otro tipo de problemas: primero el soldado Henderson cree atisbar un animal mítico y seis días después desaparece en medio de la noche; poco después, el soldado Di Cesare corre la misma suerte. Cuando Averill cree escuchar un murmullo de voces y una luz titilante le incita a acudir a su presencia, sabe que es el siguiente. A partir de ese momento cruza la frontera del horror para internarse en un plano donde realidad y delirio se entremezclan.
Carlos Fidalgo es redactor del Diario de León y cuenta en su haber con el libro de cuentos «El país de las nieblas» (2005). En esta novela emplea una estructura sencilla que concatena capítulos muy breves, narrados en primera persona y en un tiempo presente por su protagonista, quien, poco a poco, logra crear la atmósfera de desasosiego y angustia que precisa la historia. Un relato muy bien construido que goza del tono adecuado pero que adolece de una ambientación apenas esbozada y un argumento escaso. El lenguaje es directo, conciso, y el estilo objetivo y sincero pese a la innata subjetividad del narrador, como instantáneas tomadas por una cámara fotográfica capaz de retratar también sensaciones y sentimientos. Cabe señalar que el agujero al que alude el título comienza siendo metafórico para terminar doblemente real.
El jurado del certamen resaltó “el clima de ansiedad, incertidumbre y terror”, así como su “concisión, amenidad y eficacia narrativa” a la hora de otorgar el premio a esta inquietante historia sobre la circularidad del tiempo y el horror de la guerra, que siembra la duda racional entre realidad, sueño y locura que es la esencia fundamental de toda la literatura fantástica. Un libro editado de manera impecable y con la elegancia y solera que caracteriza a esta editorial palentina, dentro de su colección de narrativa Cuadrante Nueve.