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Libros publicados en 2011

Ciudad sin estrellas

«Ciudad sin estrellas» es la novela ganadora de la octava edición del Premio Internacional Minotauro de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica. Es la segunda obra consecutiva de ciencia ficción en alzarse con el prestigioso premio e, igualmente, la segunda mujer en conquistarlo tras Clara Tahoces en el año 2007. Una escritora inédita dentro de los parámetros del género, cuyo compromiso social le ha llevado a colaborar con organizaciones humanitarias durante años y cuya línea de pensamiento y carácter altruista y bienintencionado traslada sin tapujos a la narración. Razones de peso que pueden haber influido a la hora de otorgar por unanimidad el galardón del jurado a esta ingenua narración de concepción prácticamente amateur

Ciudad sin estrellas

«Ciudad sin estrellas» es la novela ganadora de la octava edición del Premio Internacional Minotauro de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica. Es la segunda obra consecutiva de ciencia ficción en alzarse con el prestigioso premio e, igualmente, la segunda mujer en conquistarlo tras Clara Tahoces en el año 2007 por «Gothika». Aunque tiene publicados varios libros de ficción, Montse de Paz era hasta el momento una escritora inédita dentro de los parámetros del género; una persona cuyo compromiso social le ha llevado a colaborar con organizaciones humanitarias durante más de veinte años y cuya línea de pensamiento y carácter altruista y bienintencionado traslada sin tapujos a la narración. Razones de peso que pueden haber influido a la hora de otorgar por unanimidad el galardón del jurado a esta ingenua narración de concepción prácticamente amateur, que constata -un año más- el preocupante divorcio existente entre el más importante premio del fantástico en castellano y las mejores firmas del momento. Tampoco conviene minusvalorar, especialmente para el mercado joven, el posible tirón comercial de una obra protagonizada por un adolescente que se replantea el futuro de la sociedad en la que vive, escrita en unos momentos en los que se gestaban los movimientos populares que dieron lugar al estallido del 15M.

 

En cuanto a su sencillo y muy clásico argumento, puede resumirse así:

 

En el año 2142, Ziénaga es una enorme urbe autosuficiente. En tiempos que ya nadie recuerda tuvo lugar una hecatombe nuclear que destruyó el planeta y ahora el mundo se encuentra dividido en zonas: una veintena de zonas B (biozonas) alimentadas por agua de mar desalada, cultivos genéticamente programados, energía de fusión y aire reciclado, rodeadas por multitud de zonas N (vertederos de residuos nucleares), A (bases de operaciones del ejército) y unas misteriosas zonas Z cuya finalidad y ubicación constituyen un misterio (acaso laboratorios de tecnología punta o centros especiales de internamiento). El resto del planeta es, oficialmente, un desierto inhóspito y estéril bajo un cielo invariablemente blanco durante el día y naranja al anochecer.

 

En esta megaciudad habita Perseo Stone, un muchacho de dieciocho años, guapo, inteligente, inquieto y soñador, que se gana muy bien la vida como programador independiente y creador de un próspero negocio de ventas en la RedCon. Su ansia de libertad y ciertos rumores en los foros de cazadores de antigüedades sobre un posible mundo fuera de los muros de la ciudad le empujan a querer explorar los límites del sistema, romper con lo que considera barreras de una asfixiante prisión; pero debe andarse con mucho cuidado porque quienes manifiestan ideas consideradas como excéntricas y subversivas –calificados de “misticoides” por las autoridades estatales- son internados en centros de terapias mentales, como le ocurrió a su propia madre. Sus disolutos amigos le aconsejan seguir disfrutando de las prebendas de su juventud y posición acomodada sin hacerse incómodas preguntas, pero Perseo ha decidido cruzar el Borde y verificar por sí mismo cuanto de verdad contiene la versión oficial.

 

Para ello recurre a la ayuda de Amanda, dueña del prostíbulo más lujoso de la metrópoli e insólitamente prendada de su juvenil idealismo, quien le facilita sin contrapartidas los contactos necesarios en el lumpen y un paquete de droga a modo de salvoconducto. De esta manera consigue acceder a un “boquete”, atravesar la alambrada e internarse en un territorio yermo, dominado por la soledad y el silencio. Días después, sus amigos se temen lo peor y dan parte a la policía; se abre entonces una investigación criminal que culmina en el descubrimiento del cadáver de un joven “camello” asesinado por una banda de narcotraficantes. Aunque Perseo, como buen hijo pródigo, regresará del Más Allá para dar cuenta al mundo de un gran descubrimiento.

 

 

«Ciudad sin estrellas» se inicia con una introducción/presentación de futuro negro falta de originalidad y de clara influencia «Blade Runner», tras lo cual se suceden situaciones y escenas estereotipadas presididas por la previsibilidad, la falta de imaginación, la pobreza del lenguaje -especialmente diálogos- y la adimensionalidad de unos personajes de nombres tan absurdos como Jason, Zack o Prince, que nos retrotrae a la ciencia ficción de imitación norteamericana que presidió la década de los 70’, una etapa afortunadamente superada. El curso de acción es absolutamente lineal y desprovisto de recursos de estilo dignos de mención, donde se intentan recrear escenas dramáticas que, en ocasiones, derivan hacia el melodrama o el romanticismo cándido. La descripción de la ciudad de Ziénaga y el régimen político que la sustenta es apenas funcional aunque, al menos, no peca de maniqueísmo, y los tímidos intentos por evocar poéticamente la naturaleza o establecer paralelismos con nuestra sociedad actual se saldan de manera bastante irregular, hollando con frecuencia los lugares comunes.

 

Narrativamente, la novela constituye un viaje errático a través de un mundo falto de definición. La autora esboza y luego abandona ideas que podrían haber supuesto hitos importantes en la trama; así, el resto de zonas en que se divide el mundo nunca son exploradas, se desaprovecha el potencial emotivo que hubiera supuesto la búsqueda de la madre de Perseo y las razones de su internamiento, y un largo etcétera. Igualmente, la sociedad totalitaria y opresiva planteada en el inicio se relativiza bastante demediada la novela: no existe policía del pensamiento, ni militares que patrullen las calles, ni la gente desaparece misteriosamente en la noche; la medida más intrusiva que se describe tiene que ver con una ley que prohíbe el uso de memorias portátiles para facilitar que la unidad de delitos informáticos pueda investigar todos los movimientos del mundo digital.

 

Por tanto, las barreras que aprisionan a Perseo tienen más que ver con la superación de sus propios límites personales que con la presencia de un sistema corrupto y alienante; un personaje que, debo advertir, hace uso de su libertad individual para saltarse las normas establecidas (que obedecen, lógicamente, al fin de la autoperpetuación del régimen) y causar con su inconsciencia manifiesta un grave perjuicio a todos cuantos le rodean: no pone objeciones a traficar con droga, no lamenta la muerte de un “camello” por su causa, ni el inicio de una guerra por el control del narcotráfico en las bolsas de marginación, ni siquiera es consciente del dolor ajeno que inflige a la antigua amante de Amanda. No resulta extraño que fuera traicionado desde varios frentes.

 

Obviando éstas y otras fallas de la novela a la hora de construir un entramado narrativo coherente (añadamos pandilleros de pacotilla que no se vengan cuando una drogadicta sin techo acusa a su líder de asesinato, curtidos hackers que se mueven como principiantes en entornos virtuales, llamadas por celular para advertir de que no se debe utilizar porque podría estar intervenido, nombrar y describir alimentos que nunca se han visto, etc.), queda claro que Perseo quiere simbolizar en el texto al portador del conocimiento, la libertad y la promesa de una vida más sana, intensa y natural, alguien a quien corresponde mejor el apelativo de Prometeo. Un Prometeo que, a la postre, se verá derrotado, pues ni su familia, amigos o colegas cazadores de antigüedades se atreven a seguir sus pasos, a convertirse en parias a cambio de materializar sus sueños; eligen, en cambio, la comodidad de un sistema paternalista levemente alienante que satisface todas las necesidades a cambio de no replantearse el statu quo, una seguridad basada en la ignorancia y la ausencia total de riesgo y compromiso (o, en palabras de la autora: “el dulce amparo de la rutina y de un destino programado”).

 

Frente a una distopía travestida de utopía solo cabe la disidencia de los más inconformistas, y las últimas palabras del libro giran en torno hacia esa esperanza. En cualquier caso, la decisión sobre qué opción tomar depende, como es lógico, de cada uno de nosotros.

 

 

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