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Libros publicados en 2013

La sombra fuera del tiempo

Uno de los principales textos fundacionales de la particular cosmogonía de H.P.Lovecraft. Nos encontramos ante un texto más introspectivo, monótono y reiterativo que «En las montañas de la locura», en donde el lector debe superar un largo paréntesis de casi ochenta páginas sin apenas acción antes de llegar a la auténtica esencia de la historia.

 

Peaslee, el personaje central, es un elemento más al servicio de sembrar la duda racional en el lector, alguien que se pone a su altura con el propósito de limar su escepticismo inicial a base de introducir experiencias, sensaciones y detalles relacionados con la posible existencia de un horror indefinido, un terror racial que en realidad afecta al ser humano como especie y cuya revelación le obligaría a replantearse su insignificante papel en el universo frente a seres capaces de violar las inmutables leyes de la naturaleza y los principios de la causalidad.

La sombra fuera del tiempo

Nathaniel Wingate Peaslee es un burgués anodino que se gana la vida como profesor de economía política en la Universidad de Miskatonic, sita en la vetusta ciudad de Arkham, Massachussets. Cierto día sufre un extraño colapso en mitad de una clase, una sensación inexplicable como si alguien intentara tomar posesión de su mente; a partir de entonces su vida cambia por completo: su personalidad se transforma radicalmente, siente un interés obsesivo por profundizar en conocimientos arcanos y, a resultas de ello, poco a poco pierde familia, amigos y trabajo.

 

Abrumado por visiones relativas a un horror primigenio, Peaslee se desplaza a lugares remotos y aislados, visita ignotas bibliotecas, lee viejos grimorios, contacta con personajes singulares que inculcan antiguos saberes, y desarrolla unas capacidades asombrosas, como una memoria enciclopédica y una extraordinaria capacidad de cálculo; incluso parece intuir acontecimientos futuros y conocer determinados hechos remotos con un sorprendente nivel de detalle. Al cabo de cinco años despierta de su particular “amnesia” y con el paso de los días recupera retazos de su comportamiento anterior.

 

Todo apunta a que ha sido víctima de un episodio de posesión mental preternatural. Investiga y descubre casos similares que afectaron a personas de intelecto privilegiado (¡!), cuya mente se vio atrapada en una especie de personalidad secundaria. En sus sueños recurrentes vislumbra, con un inquietante nivel de detalle, horrores inhumanos que acontecieron hace más de ciento cincuenta millones de años. Cuando publica sus conclusiones en una publicación menor, recibe a modo de respuesta una carta de un ingeniero de minas australiano que asegura haber descubierto los restos de una civilización desconocida que encajan a la perfección en su descripción. Sin demora, organiza una expedición científica al desierto austral con el fin de iniciar cuando antes una excavación arqueológica que desvele el misterio al mundo.

 

 

Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) está considerado como uno de los autores más influyentes y personales de la literatura fantástica en lengua inglesa. Esta reputación se cimenta sobre un corpus literario relativamente breve: tres novelas cortas y alrededor de sesenta relatos que, sin embargo, han marcado a generaciones posteriores de escritores de terror y fantasía en todo el mundo. Maestro indiscutible del horror sobrenatural, su barroca imaginería cósmica se adelantó a su tiempo y eclosionó décadas después a su muerte gracias al fervor de seguidores y epígonos.

 

«La sombra fuera del tiempo» constituye uno de sus mayores logros estilísticos y define su narrativa más pura y esencial. Muy influenciado por el psicoanálisis de Freud, la obra revela la enorme capacidad imaginativa del autor de Providence y puede considerarse una especie de secuela de «En las montañas de la locura», aunque en este caso el protagonista no tendrá un “contacto fugaz e indescriptible con el Otro Mundo” sino que es poseído por una mente alienígena y, literalmente, se convierte en el monstruo.

 

Esta novela corta supone, además, uno de los principales textos fundacionales de su particular cosmogonía, por su nivel de detalle en cuanto a razas, evolución del cosmos y situación del hombre en el proceso. En ella profundiza en la idea de que “Los mitos primigenios asumen que la humanidad es solo una y quizá la menos destacable de las razas altamente evolucionadas que han dominado este planeta a lo largo de la historia”. En efecto, criaturas de apariencia inconcebible procedentes de las remotas estrellas, algunas tan antiguas como el mismo cosmos, poblaron la Tierra antes de que los primeros antepasados de los anfibios hicieran su aparición hace 300 millones de años. El origen y descripción física de la Gran Raza son bastante explícitas en este relato: seres grotescos de inteligencia inmensamente superior a la del hombre, que han conquistado el tiempo al poder trasladar temporalmente sus mentes a los cuerpos de criaturas de otras épocas para adquirir así su propio conocimiento. Igualmente, se profundiza en las razones de la lucha entre ésta y la raza de los Primigenios, aspectos que se suelen hurtar en otros escritos que persiguen más la ambigüedad y la creación de una atmósfera ominosa que acongoje al atribulado protagonista.

 

Nos encontramos ante un texto más introspectivo, monótono y reiterativo que el citado «En las montañas de la locura», en donde el lector debe superar un largo paréntesis de casi ochenta páginas sin apenas acción antes de llegar a la auténtica esencia de la historia. Como es habitual en la narrativa de Lovecraft, el texto irrumpe directamente en el horror sin ningún tipo de preámbulo, haciendo gala de su tradicional vocabulario abigarrado e indefinido (“fantasmagórica palidez fungosa”, “formas grotescas”, “visiones con un regusto a locura y blasfemia”), tremendamente útil para recrear imágenes y atmósferas tan aciagas como inconcretas. Para ello se ayuda de recursos como la sobreadjetivación, la hiperabundacia de elementos climáticos -parajes remotos y yermos, oscuridad, desolación, sonidos inquietantes, figuras entrevistas, silencios insondables, visiones, espejismos, meteorología adversa…-, la acumulación de escenas saturadas de tensión, o la adjudicación de características vitales y hasta conscientes a objetos inanimados (“arenas del desierto de un color leproso que se antoja infinitamente malvado”, “un viento maléfico”, “una cavidad demoníaca”).

 

Peaslee, el personaje central, es un elemento más al servicio de sembrar la duda racional en el lector, alguien que se pone a su altura con el propósito de limar su escepticismo inicial a base de introducir experiencias, sensaciones y detalles relacionados con la posible existencia de un horror indefinido, un terror racial que en realidad afecta al ser humano como especie y cuya revelación le obligaría a replantearse su insignificante papel en el universo frente a seres capaces de violar las inmutables leyes de la naturaleza y los principios de la causalidad.

 

Lovecraft aprovecha los huecos en la historia, los miedos atávicos y ecos míticos para dotar de una apariencia de verosimilitud a una propuesta, en esencia, estrafalaria pero que no obstante atrapa nuestra imaginación. Una atemporalidad que se convierte en la mejor fórmula para resistir el paso del tiempo, aunque por momentos la reacción del personaje resulte hoy claramente histriónica y antinatural, e incluya detalles ilógicos como que seres tan contrarios al antropomorfismo (cónicos, de diez pies de altura) confeccionen libros manuscritos que guarden en estanterías pétreas.

 

El relato adopta el formato de un diario que detalla las experiencias de Peaslee, escritas en la seguridad del camarote del vapor que le conduce de vuelta a Liverpool, y dirigido a su hijo para que éste determine qué hacer con su contenido –publicarlo, guardarlo o destruirlo- y así descargar a su trastornada conciencia de cualquier responsabilidad en unos momentos en los que se siente incapaz de tomar una decisión coherente. Unos hechos que, como suele ser habitual en este tipo de narraciones, el protagonista duda se hayan producido en realidad puesto que podrían haber sido producto de su mente enferma.

 

La presente edición de Fábulas de Albión cuenta con una preclara introducción de Javier Calvo, y prólogo y traducción de Jon Bilbao. No he comparado la traducción con ediciones anteriores (obras canónicas de José María Aroca, Francisco Torres Oliver, Juan Antonio Monina Foix, y otros) pero el texto cuenta con una buena calidad literaria y, entiendo, pretende ser un acercamiento moderno a un relato mítico. Siempre es una buena noticia la reedición de clásicos, y que éstos sean accesibles a nuevas generaciones de lectores, pero lo es aún más por tratarse de una de las obras cumbres del autor de Providence; una atractiva edición en rústica en la que, no obstante, personalmente no me convence el sistema icónico empleado para las notas al pie. No puedo menos que recomendar otras obras del fondo editorial de este singular sello.

 

 

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