Una novela de catástrofe, de fin del mundo, de Apocalipsis, pero también una excelente novela de personajes, de sentimientos, de profunda y dolorosa humanidad. Ciertamente, aparecen muertos-vivientes en suficiente número y ocasión como para justificar su adscripción temática a la moda zombi, pero esta historia de soledad, desaliento y superación es mucho más que literatura zeta. La historia de tres supervivientes enfrentados a un entorno hostil es y será por siempre un argumento atractivo para una novela, y esta magnífica historia de terror cuenta con todo lo necesario para triunfar también en la gran pantalla
Extinction (Y pese a todo...)
Durante el mandato del presidente Obama, Estados Unidos tiene constancia de un inminente atentado terrorista orquestado por Irán contra sus bases en territorio aliado y, ante la estupefacción del mundo, le declara formalmente la guerra. Rusia y China se alían con el país asiático, Gran Bretaña e Israel con los americanos y, así, país por país, todos toman partido en la Tercera Guerra Mundial. En pleno enfrentamiento, tras la devastación provocada por el empleo de bombas nucleares, las potencias rivales comienzan a utilizar armas químicas, más baratas y fáciles de fabricar. Se crean así nuevas cepas de virus que, una vez liberadas, acaban con la mayor parte de la población mundial.
En la ciudad de Bangor, Maine, sólo han sobrevivido tres personas: Peter Staublosky, su pequeña hija Ketty y Patrick Sthendall, su odiado vecino. Para estos tres supervivientes, aislados en un reducido microcosmos físico e interior, la rutina sigue su curso inexorable: realizar esporádicas incursiones a la cercana población para reaprovisionarse de alimentos y repuestos, aún fáciles de conseguir desde que los militares ordenaran la evacuación total; fortificar en lo posible las viviendas que habitan; evitar relacionarse entre sí; y no alejarse demasiado de los alrededores como medida extrema de precaución. Sin medios de comunicación a su alcance, desconocen el resultado de la guerra, la existencia de otras posibles comunidades supervivientes u otros peligros que pudieran acecharles; por lo que a ellos respecta, bien podrían ser las últimas personas vivas del mundo. El aislamiento por lo agreste de la región y el intenso frío invernal actuaron, tal vez, como barrera natural que impidió (o acaso sólo retrasó) el avance de la guerra y la expansión de las plagas que aniquilaron a la civilización humana.
Pero en la última visita a la ciudad Patrick presiente una forma intangible y maligna en la niebla, un ente ominoso que presagia horribles acontecimientos. En una población desolada y cubierta completamente por la nieve, con temperaturas gélidas que alcanzan los diez grados bajo cero, dos hombres van a enfrentarse a un horror más despiadado que su odio mutuo.
Juan de Dios Garduño publicó su primera obra, una novela corta titulada «El caído», en diciembre de 2004. Un relato poco innovador pero que ya apuntaba maneras que le hacían merecedor a seguir de cerca su carrera literaria, hasta el momento dedicada en exclusiva al género de terror. La presente novela, publicada originalmente por Dolmen en 2010 con el título de «Y pese a todo...», cosechó un gran número de excelentes críticas y logró un hito pocas veces alcanzado en la historia de la literatura fantástica española: que los derechos de su adaptación cinematográfica fuesen adquiridos por una productora importante (Vaca Films, responsable de producciones como Rec y Celda 211), con Miguel Ángel Vivas (Secuestrados) como director y Alberto Marini (Mientras Duermes) de guionista. La película tiene prevista su estreno para agosto de 2015.
«Extinction» es una novela de catástrofe, de fin del mundo, de Apocalipsis, pero es también una excelente novela de personajes, de sentimientos, de profunda y dolorosa humanidad. Ciertamente, aparecen muertos-vivientes en suficiente número y ocasión como para justificar su adscripción temática a la moda zombi, pero esta historia de soledad, desaliento y superación es mucho más que literatura zeta.
Ambientada, a modo de homenaje, en el Bangor natal de Stephen King -tal y como el maestro del terror contemporáneo acostumbra a hacer en sus historias-, a mi juicio se aleja bastante del estilo del escritor norteamericano y, realmente, el escenario planteado queda reducido a mero decorado pues no transmite sabor local. Igualmente, la premisa argumental -una improbable Tercera Guerra Mundial- es endeble y poco verosímil, pero ciertamente poco importa puesto que lo auténticamente relevante es la historia a contar.
La narración posee un ritmo creciente, una fuerza arrolladora y una estructura en capítulos muy bien construida, obrando las pausas climáticas allí donde son necesarias y dosificando la información para mantener en todo momento la atención del lector. Abundan las escenas de suspense, tensión y crudo terror, relativas a horrores presentes y pretéritos (es frecuente el uso de la retrospectiva para dar cuenta del pasado de los personajes y cómo éstos llegaron a su actual estado emocional); de esta forma, se mantiene una incertidumbre constante por el curso de los acontecimientos y la suerte de los protagonistas. Es, además, un relato intimista que bucea en el espacio interior de sendos personajes y les obliga a replantearse continuamente su situación. El resultado es una narración atractiva, dotada de una trama sorprendente, emocionante y con abundantes giros sorpresivos, breve y sencilla pero donde no falta ni sobra nada, con un estilo limpio de figuras retóricas que pudieran, quizá, entorpecer el discurso narrativo.
Resulta digno de elogio la manera en que Garduño construye la ambientación que precisa su historia, más en base a ausencias que de presencias: el trasfondo apocalíptico apenas esbozado pero aún así perfectamente reconocible, la falta de movimiento y sonidos en las calles, de cualquier vestigio animado en los alrededores nevados, el recuerdo de los seres queridos, los ecos procedentes del pasado, la nostalgia de todo lo perdido, las penurias por la ausencia de elementos básicos para la subsistencia, la ausencia de alegría, libertad, amistad, calor humano… un terreno abonado para los miedos reales e imaginarios, el clima perfecto para la entrada en escena del horror más sangriento y explícito.
Como he comentado anteriormente, «Extinction» es, fundamentalmente, una novela de personajes. Patrick Sthendall es un hombre de recursos, independiente, tozudo y aficionado a las armas; el típico americano de ideología libertaria conservadora cuya exposición a la soledad y el alcohol han transformado en un ser cínico y propenso a sufrir episodios de demencia, que a duras penas logra superar gracias a la compañía de su fiel perro. Mientras que Peter Staublosky es un hombre desgarrado por el dolor tras la espantosa muerte sufrida por su esposa, que se aferra a su deber de padre como último argumento para sostener su vida. Dos hombres enfrentados por la más dolorosa traición, dos grandes amigos que el destino separó para luego volverlos a unir en las más extrañas y radicales circunstancias, dos personas desquiciadas que necesitan desesperadamente sincerarse y exorcizar antiguos fantasmas en aras de un futuro incierto. Afortunadamente, sus corazones aún comparten una leve llama de esperanza: su amor por la pequeña Ketty, la niña cuya presencia añade las notas de ternura y sensibilidad precisas para elevar el texto a un plano mucho más humano y terrenal.
Sin duda, los zombis de esta novela son bastante originales dentro de lo que cabe. Más próximos a las criaturas de inteligencia grupal de, por ejemplo, Alien o Pitch Black que al muerto redivivo de andar tambaleante de George A. Romero. Criaturas albinas, camaleónicas, enormes y esqueléticas, con unos enormes ojos negros que al parpadear se tornan naranjas, una fortaleza descomunal y un hambre insaciable. Posiblemente soldados universales devueltos a la vida por el enemigo; malévolos, juguetones y capaces de coordinarse para obrar en equipo. El autor no escatima escenas de sangriento resultado pero no abusa de ellas y, de hecho, describe otras protagonizadas por humanos aún más sobrecogedoras por la deshumanización que implican.
La historia de tres supervivientes enfrentados a un entorno hostil es y será por siempre un argumento atractivo para una novela. Y esta magnífica historia de terror cuenta con todo lo necesario –trama, atmósfera, suspense, personajes, ritmo, misterio, horror, emoción- para triunfar también en la gran pantalla.