Valoración en breve:
Bienes catastrales es la primera novela de Pepe Carabel. Su prosa engancha por la cercanía y complicidad que emplea en el trato con los protagonistas, en particular la pobre Oche sobre la que hace recaer la mayoría de azares y desgracias que pueblan estas páginas. Una mirada tierna hacia unas gentes sencillas y trabajadoras, con sus sentimientos, anhelos, esperanzas y pesares.
Un relato francamente divertido que descubre una preciosa historia de amor. Me gustaría mucho leer más historias protagonizadas por estos simpáticos personajes, un grupito que puede dar bastante juego
Bienes catastrales
-Argumento-
María José Méndez, Oche para los amigos, es una joven bajita y regordeta pero mona, de extracción humilde y sin suerte en la vida. Trabaja como becaria en una inmobiliaria de Madrid, aunque lleva tres meses en el puesto y su mal fario le ha impedido cerrar un solo trato. A sus veinticuatro años apenas alberga esperanzas de terminar la carrera de Derecho y su acomodaticio novio Manolo no le ayuda precisamente a enderezar el rumbo.
En el mismo día en que es despedida, Oche recibe una tentadora oferta para incorporarse al departamento jurídico de la lujosa inmobiliaria Tierra Prometida de Lleida. Un contrato fijo, con un buen sueldo y un ambiente agradable; el empleo de su vida. Su cometido dentro de la sección Desahucios y Desalojos será expulsar arrendatarios morosos, rehabilitar los inmuebles que ocupaban y venderlos con la correspondiente plusvalía. Acepta sin dudar.
Aunque la toman constantemente el pelo, Oche hace rápidamente amigos entre sus compañeros con los que termina por formar una gran familia; se siente valorada, pero no comprende cómo sus ociosos colegas pueden estar tan bien considerados por el propietario. Pronto encontrará respuesta cuando el grupo deba desplazarse al pazo Miraflores, un antiguo caserón en la localidad pontevedresa de O Grove para desalojar a sus problemáticos inquilinos. Sin embargo, una vez allí nada es lo que parece.
-Valoración-
Bienes catastrales es la primera novela de Pepe Carabel (seudónimo de un escritor cordobés que, de momento, prefiere mantener el anonimato), una obra autoeditada en rústica sin solapas por el sello Punto Rojo y con portada e ilustraciones interiores de Ignacio Noé. El libro constituye el primer volumen de Desahucios y Desalojos, que a su vez forma parte del arco argumental de la serie Tierra Prometida, la inmobiliaria donde tienen lugar todos los acontecimientos.
Se trata de una autoedición especial cuyo objetivo es servir de banco de pruebas para ese primer volumen titulado Desahucios y desalojos. Por ello, no es extraño que se cuele alguna pequeña errata y varias frases no se entiendan del todo bien, nada que una buena revisión no pueda corregir y añada luz al oscuro prólogo. Aunque el libro se encuentra disponible para su venta en Amazon y otras plataformas, el autor lo ofrece de manera gratuita a aquellos lectores que deseen contribuir con valoraciones constructivas que mejoren el texto.
La prosa de Carabel es ciertamente particular: vitalista, irónica, amena y muy divertida, con diálogos repletos de expresiones coloquiales, detalles de cotidianeidad y pequeñas anécdotas que hacen más humano el devenir de los personajes. Un estilo que engancha por la cercanía y complicidad que emplea en el trato con los protagonistas, en particular la pobre Oche sobre la que hace recaer la mayoría de azares y desgracias que pueblan estas páginas. Una mirada tierna hacia unas gentes sencillas y trabajadoras, con sus sentimientos, anhelos, esperanzas y pesares.
Las elipsis evitan agobiar al lector con el detalle prolijo de algunos sucesos de la trama, el vocabulario es florido, con metáforas originales, múltiples giros y revueltas en las reflexiones del personaje principal, un poco de mala leche que permite soltar alguna que otra carcajada y referentes ochenteros para el público talludito dan la medida de esta comedia amable y familiar, ligeramente fantástica.
Como se indica, el paisanaje es probablemente el elemento más destacable de la novela. Oche se convierte en alguien entrañable: recatada y mojigata al principio, termina por impregnarse de la alegría que envuelve a sus nuevos camaradas pero no olvida a su celoso novio, a quien visita cada fin de semana gracias al AVE. El coordinador de sección Delfín Ramírez le tira de vez en cuando los tejos y se ocupa de desalojar físicamente a los morosos; un bigotudo que atiende al nombre de Páez se encarga del papeleo; una pelirroja que resulta ser un transexual llamado Vanessa repara o redecora las casas y los demás -un mexicano de más de cien kilos, el sobrino del jefe que no para de mirarle disimuladamente las tetas y el juguetón perro Trufo- ayudan en lo que pueden. Todos ellos se ubican en un cuchitril apartado e infecto de la inmobiliaria, vividores que sin dar un palo al agua reciben constantes muestras de aprecio por parte del dueño del negocio quien asegura son el departamento más lucrativo. Oche no tarda en descubrir el motivo por el que ha sido contratada.
Otro aspecto de interés es el trasfondo romántico que rodea al pazo de Raimundo Miraflores, un armador, contrabandista y negociante de El Ferrol que construyó la mansión como regalo de bodas para su prima Julia, impedida en silla de ruedas y heredera de una gran fortuna. Una antigua mansión que guarda en su interior importantes secretos.
La primera parte de la novela es casi costumbrista pero con el suficiente desparpajo como para incitarnos a seguir adelante hasta el momento en que el giro fantástico revela todo su potencial. Un relato francamente divertido que descubre una preciosa historia de amor, como una especie de cruce feliz entre Cazafantasmas, Scooby Doo y Los expedientes de la lavandería de Charles Stross, en español y con más gracia y salero.
Me gustaría mucho leer más historias protagonizadas por estos simpáticos personajes, un grupito que puede dar bastante juego. Una sorpresa muy agradable.
