Una novela de fantasía muy amena y divertida, cuyo principal afán es satisfacer la pura diversión. Un libro que se lee en un suspiro y del que no conviene revelar más detalles para que sea el propio lector quien descubra por sí mismo toda la magia que contiene: aventura, misterio, imaginación, sentido de la maravilla, seres fascinantes, una ciudad perturbadora, dos jóvenes unidos por el destino y un desenlace épico y emocionante que desvela una enorme sorpresa. Una mezcla de maravilla y horror que no defraudará a los muchos incondicionales de los autores, y que constituye una estupenda opción de lectura para grandes y chicos
Las puertas del infinito
-Argumento-
Corre el año de Gracia de 1895. Lord Astrud Strongfield es dueño de la Mansión Infinita, una casa en pleno centro de Londres que cuenta con decenas de estancias con puertas que conducen a otros planos de la realidad. Lord Astrud permite a aperimantes venidos de todos los rincones del mundo -magos con el poder de abrir esas Puertas y viajar entre universos repletos de maravillas pero también realidades alternativas catastróficas- probar suerte y quedarse con los objetos cargados de energía dimensional que allí encuentren.
Sir Logan de Noxville es uno de estos aperimantes aventureros. Gracias a su ingenio, logra desentrañar el secreto que guarda la Puerta de Bronce y cruzar el umbral para no regresar hasta doce años después. A su vuelta relata el arriesgado periplo que le condujo hasta la base de la Pirámide Invertida donde mora la Madre Máquina, el dios planar. Sin embargo, no regresó solo puesto que involuntariamente trajo consigo el caos en forma de invasión ikari, una monstruosa raza guerrera que sobrevive depredando mundos.
Quince años después, el hijo del fenecido lord Astrud, Riddly, aprende los secretos de la aperimancia de manos de su tutor sir Logan. Ambos habitan un Londres devastado por la guerra, que se extendió como fuego al resto de las Islas Británicas y, luego, al continente. Mientras, en el apocalíptico mundo de Colapso, Rebeca salta entre Tierras Alternas obedeciendo el mandato de un misterioso personaje conocido como el Cerrajero, misiones que ponen en enorme riesgo su vida y que tienen por objeto reunir las piezas necesarias para construir una llave muy especial.
De la alianza de ambos jóvenes dependerá el destino de sus mundos e, incluso, el del propio universo. Claro que intentar salvar la realidad exige sacrificios, y el precio a pagar será muy alto: aflorar el lado más perverso de ellos mismos.
-Crítica-
«Las puertas del infinito» es una estupenda novela de fantasía escrita a cuatro manos por José Antonio Cotrina y Víctor Conde, dos de los mayores pilares del género en nuestro país. Dos auténticos gigantes que faltaban por aparecer en uno de los sellos que más y mejor producción autóctona está publicando en la actualidad, como es Fantascy.
Se trata de una novela para jóvenes adultos, muy esperada desde su anuncio hace unos meses y que había levantado una notable expectación en la comunidad de aficionados al fantástico. La unión de un escritor tan apreciado por los lectores de juvenil (entre otros géneros) como es Cotrina y un autor tan versátil y dotado para la aventura como Conde ofrece como resultado una obra tan amena, adictiva y repleta de imaginación como se espera de ella. Un juvenil de altos vuelos.
La novela se divide en dos partes claramente diferenciadas por un lapso de quince años. Además, se alternan los capítulos dedicados a sendos personajes y líneas argumentales: el Londres decimonónico que habitan Logan y Riddly, y el mundo paralelo en el que vive Rebeca. Capítulos breves, con abundante ritmo y repletos de sorpresas que atrapan la atención del lector desde el primer momento.
Un relato de fantasía que, no obstante, se encuentra sujeta a ciertas leyes (como en las historias de Brandon Sanderson, aunque no tan elaboradas, ni lógicas, ni atractivas). Existe, por ejemplo, un principio de Circularidad que obliga a pagar un precio por el empleo de la magia, a reparar los daños provocados y a justificar los poderes empleados. Además, la presencia de Puertas permite intuir una especie de “membrana intermundos”, y los saltadores como Rebeca deben seguir unas reglas precisas si desean sobrevivir y regresar a salvo de las Tierras Alternas: permanecer en ellas el menor tiempo posible, no perder nunca de vista la llave que abre y cierra la Puerta y no tomar más objetos que aquel que han venido a buscar.
Para desarrollar lo anterior, los autores recurren a conceptos novedosos, neologismos tan bellos como “nuncanidad”, “elipsar” (desplazarse dentro de un mismo mundo usando Puertas a modo de atajos) “magimoto” (terremoto mágico), Puertas errantes, hombres moneda, caballos isolíticos, zánganos capaces de multiplicarse para llevar a cabo tareas con enorme rapidez, el Hysmon o última Puerta…
La peripecia de la trama conduce a los protagonistas a través de una geografía onírica, ya sea el Londres en ruinas devastado por la guerra, diversos universos excéntricos donde moran seres de pesadilla o el apocalíptico mundo de Colapso, un planeta agonizante desde que doscientos años atrás comenzaran a converger sobre la ciudad de Amalgama diferentes planos de la realidad. Una nueva y delirante Rocavarancolia (véase la trilogía El Ciclo de la Luna Roja) caracterizada por una arquitectura enloquecida y fantasmal, mezcla de estilos abigarrados, visiones de pesadilla y diferentes grados de decrepitud de edificios, templos, torres y palacios. Un lugar dotado de un terrible atractivo que combina, de manera sugerente aunque sin demasiado nivel de detalle, elementos de tecnología moderna con imaginería medieval y mágica; sirva de ejemplo dragones de combate artillados del tamaño de una ciudad, barrocas armas de guerra, o la enorme biblioteca subterránea del Cerrajero situada bajo el burdel que le sirve de tapadera. Un mundo delirante repleto de detalles fantasmagóricos, poéticos e imposibles, aunque desgraciadamente apenas entrevisto debido a que los autores sitúan el foco de atención principal sobre la acción.
Por otra parte, sacan de la chistera un sinfín de recursos que poco añaden a la trama principal, objetos mágicos como el Turco jugador de ajedrez o el Hombre Muerto con capacidades adivinatorias, piezas atractivas aunque prescindibles y pensadas para maravillar al público mayoritario al que va dirigido este libro, que lo convierten así en un auténtico pasapáginas. No obstante, como lector adulto hubiera preferido una mayor definición de ambiente, en particular de la época victoriana, una mayor profundidad psicológica de los personajes y un estilo más denso y recargado.
Pese a ello, sin lugar a dudas nos encontramos ante un texto impregnado del inconfundible sabor de ambos autores, en donde intentar adivinar qué parte corresponde a cada uno constituye un juego fascinante. A priori, el personaje femenino de Rebeca y la ciudad apocalíptica de Amalgama son característicos de Cotrina, así como la existencia de diferentes niveles de realidad, objetos mágicos y personas con habilidades especiales. La Madre Máquina, las matemáticas de la realidad y los planos surreales que recorre Logan cuando atraviesa la Puerta de Bronce (que casi parecen un ejercicio de escritura automática) podrían ser aportaciones de Conde. Las escenas subidas de tono y los personajes que lo pasan francamente mal, idea de Cotrina; las visiones grotescas y los sueños del dios dormido recuerdan al Mystes de Conde. Etcétera.
«Las puertas del infinito» es una novela de fantasía muy amena y divertida, cuyo principal afán es satisfacer la pura diversión. Un libro que se lee en un suspiro y del que no conviene revelar más detalles para que sea el propio lector quien descubra por sí mismo toda la magia que contiene: aventura, misterio, imaginación, sentido de la maravilla, seres fascinantes, una ciudad perturbadora, dos jóvenes unidos por el destino y un desenlace épico y emocionante que desvela una enorme sorpresa. Una mezcla de maravilla y horror que no defraudará a sus muchos incondicionales, y que constituye una estupenda opción de lectura para grandes y chicos.