Valoración en breve:
Ray Nayler es uno de los escritores estadounidenses de ciencia ficción con un mayor potencial de entre los surgidos en los últimos tiempos. En su libro plantea una idea fascinante aunque sumamente arriesgada, como es la posible aparición de una nueva especie de pulpos de gran inteligencia y longevidad, capaz de desarrollar una compleja organización social que les permite transmitir información entre generaciones; es decir, un cierto tipo de escritura.
Un debut muy recomendable en muchos aspectos, desde su idea especulativa central al estimable dibujo de futuro, prolijas explicaciones científicas y marcado mensaje ecologista, aunque se echa en falta una mayor espectacularidad
La montaña en el mar
-Argumento-
En el remoto archipiélago vietnamita de Con Dao comienzan a surgir extraños rumores relacionados con una nueva especie de pulpos extraordinariamente inteligente. Pocos meses después el enclave es adquirido por la multinacional tecnológica DIANIMA, que expulsa a la población local y convierte las islas en un Parque de Conservación completamente aislado del resto del mundo, bajo la excusa de evitar así la pesca ilegal.
La doctora Ha Nguyen, una bióloga marina que ha dedicado toda su vida a estudiar a estos cefalópodos, viaja al archipiélago por encargo de la citada empresa para unirse a un reducido equipo científico que investiga si estos enigmáticos seres han desarrollado un lenguaje y una cultura propios. Su labor podría desvelar hallazgos sin precedentes en inteligencia animal, pero también reportar enormes beneficios a la corporación y ser una pieza clave para el futuro de la humanidad.
-Valoración-
Ray Nayler es uno de los escritores estadounidenses de ciencia ficción con un mayor potencial de entre los surgidos en los últimos tiempos, al menos a tenor de sus más que interesantes relatos publicados en diversas revistas, principalmente Asimov’s. La montaña en el mar es su primera novela, uno de los títulos de género más esperados del año a nivel mundial y que en nuestro país hemos podido disfrutar gracias a la traducción del prolífico y siempre eficiente David Tejera Expósito.
Nayler es biólogo marino y ha trabajado en varios proyectos de conservación ambiental. En su libro plantea una idea fascinante aunque sumamente arriesgada, como es la posible aparición de una nueva especie de pulpos de gran inteligencia y longevidad, capaz de desarrollar una compleja organización social que les permite transmitir información entre generaciones; es decir, un cierto tipo de escritura.
Los pulpos son unos seres vivos caracterizados por su inteligencia e individualismo –se llega, incluso, a pensar que cada ejemplar posee su propia personalidad–, cuya breve existencia –inferior a dos años– limita sus posibilidades de prosperar como especie. Pese a su cuerpo blando y sin defensas, son unos verdaderos expertos en supervivencia gracias a su ingenio y astucia para la ocultación en un medio tan hostil como el océano, siempre lleno de depredadores. Son unas criaturas extraordinarias: diestros cazadores, maestros del camuflaje, curiosos con su entorno y capaces de emplear herramientas. Además, poseen la insólita capacidad de editar su propio ARN, un sistema alternativo y mucho más rápido de evolucionar que una mutación en el ADN.
De todos estos mimbres, reales y ficcionales, se sirve el autor para tejer su provocativa novela. Sin embargo, a mi juicio, la ambiciosa premisa argumental va perdiendo fuerza a medida que nos internamos en una trama que podría haber dado mucho más de sí y unos personajes incapaces de transmitir emoción y/o despertar en el lector la más mínima empatía. Pese a ello, la novela cuenta con algunas solventes escenas submarinas plenas de sentido de la maravilla e incursiona en el enigma de la conciencia en general y la comunicación en particular, elementos que hacen que merezca la pena seguir leyendo.
En el futuro relativamente cercano que presenta Nayler el mundo ha cambiado de manera ostensible: surgen infinidad de nuevos países y pequeños protectorados bajo la directiva de las Naciones Unidas, de nombres tan curiosos como República de Estambul, Mancomunidad de los Urales, Zona Limitada de Gobierno de Sudáfrica, Protectorado de París en Costa de Marfil, Zona de Comercio Autónoma de Ho Chi Minh o República Budista del Tíbet; en algunas de estas localizaciones transcurre parte de la acción.
Además, se emplean sofisticados dispositivos tecnológicos como el abglanz (reflejo, en alemán), que proyecta en el rostro una imagen fractal a modo de eficaz máscara de ocultación, se han generalizado las unidades de traducción automática, los drones de guerra y vigilancia del tamaño de un insecto, los compañeros digitales personalizados para gente sin tiempo o habilidades sociales para desarrollar vínculos afectivos –como el descrito en la película Her–, autocámaras, encriptación cuántica, «automonjes» (1) para protección de las tortugas marinas que desovan en las playas, y un largo etcétera.
En los océanos, grandes compañías pesqueras esquilman las aguas en barcos altamente automatizados que, sin embargo, cuentan con tripulación esclava porque es mucho más barata y fácil de reponer que los costosos sistemas robotizados. La economía y la sociedad se han globalizado y digitalizado hasta extremos insospechados, con un eje de influencia cada vez mayor por parte de las potencias orientales. Y se ha impuesto un ultracapitalismo salvaje, una vez eliminadas todas las restricciones en favor de la sostenibilidad y el sentido común, en aras a obtener el mayor beneficio posible mientras los organismos internacionales se muestran impotentes para frenar la avaricia humana. La Tierra se ha convertido en un planeta mucho más descarnado y egoísta que en nuestros días.
En este convulso caldo de cultivo hace su aparición el «octupus habilis», una nueva especie surgida del Antropoceno, unos animales tan diferentes a nosotros que «la mayoría de los alienígenas que imaginamos en nuestras fantasías sobre el espacio exterior tienen más cosas en común con los humanos». Paradójicamente (o no tanto), estos seres que podrían mostrarnos sistemas de pensamiento capaces de abrir nuevos rumbos en la ciencia se nos revelan esquivos y altamente celosos de su intimidad, poniendo de manifiesto, una vez más, que la naturaleza aún no ha sido completamente doblegada por la voluntad del hombre.
En cuanto a los personajes, todos ellos son seres solitarios y faltos de calor humano. La doctora Ha creció en un orfanato sujeta a los malos tratos de sus compañeros y ha consagrado su vida a la investigación. La mercenaria responsable de la protección de la isla es una veterana ex combatiente de la guerra Invernal Chino-Mongola y solo obedece órdenes sin mostrar el menor escrúpulo. Y el tercer miembro de la misión, une androide llamado Evrim, es un ser triste y melancólico, un paria proscrito en la mayoría de países que ansía entrar en contacto con una inteligencia diferente a la humana para así, quizá, llegar a comprenderse mejor. También la doctora Chan, propietaria de DIANIMA, y el joven japonés secuestrado en el barco pesquero son personajes egocéntricos pero, en cierto momento, deciden dejar atrás su pasado y buscar su sitio en una comunidad más fraternal; curiosamente, la mayoría de estos personajes son mujeres.
La montaña en el mar es un debut muy recomendable en muchos aspectos, desde su idea especulativa central al estimable dibujo de futuro, prolijas explicaciones científicas (2) y marcado mensaje ecologista. Pese a una cierta falta de espectacularidad, este techothriller intenta reflejar las tremendas dificultades a la hora de establecer una posible comunicación entre diferentes especies que, en cierto modo, recuerda a la película La llegada, con los pulpos en el papel de octópodos alienígenas. Una novela de estilo simplemente funcional, en el que abundan las metáforas marinas, con varias líneas de acción diferenciadas y un tanto engordada hasta alcanzar una determinada extensión. Con todo y sin lugar a dudas, una de las obras de ciencia ficción del año.